Vida cotidiana
Esa hora de sueño que hoy ganamos
Dormiremos 60 minutos más. ¿Qué supone eso para el organismo?
Dormiremos 60 minutos más. ¿Qué supone eso para el organismo?
Una hora más, una hora menos. Cada año, con el cambio horario estacional nos enfrentamos ante esa célebre noche en la que el sueño mengua o crece. En este caso, crecerá. Dormiremos una hora más. Y, ¿qué supone eso para el organismo?
Las más bizantinas discusiones neurológicas no lograrán poner de acuerdo a los expertos sobre las bondades o maldades del cambio de hora para nuestro organismo. De manera que lo mejor será, al menos, saber qué ocurre en el cuerpo cada hora de esas ocho que se nos recomienda descansar.
Por desgracia, dormir ocho horas el tirón es algo que no todo el mundo puede hacer. De hecho, cada vez es más raro. Pero la ciencia es capaz de analizar los cambios neurológicos y fisiológicos con cierta exactitud.
Ocho horas (nueve incluso si tenemos en cuenta la extra de hoy) son la mejor manera de recobrar las energías perdidas durante el ejercicio diario, refrescar el correcto desempeño del cerebro y prepararse para los retos del nuevo día.
Además, el sueño se puede diferenciar en varias fases fisiológicas que no son continuadas, sino que se reparten en diferentes ráfagas. Un cinco por ciento de la noche lo pasamos preparando el organismo para el sueño en ráfagas de entre uno y siete minutos. La temperatura corporal baja y la tensión muscular se relaja. Abrimos el camino al descanso.
Una segunda fase recorre el 45 por ciento del tiempo dedicado al sueño y se desarrolla en periodos de diez a 25 minutos . La temperatura vuelve a bajar, incluso desciende un grado. El latido del corazón se hace más regular, desciende la presión sanguínea y se armoniza el ritmo cardíaco. Dejamos de ser conscientes de lo que ocurre en nuestro entorno.
En una tercera fase, que compone el 25 por ciento del tiempo, se divide en ráfagas de 20 a 40 minutos. Las reservas de energía empiezan a reponerse. Cae la tensión arterial y la sangre irriga los músculos con facilidad.
El cuarto periodo (otro 25 por ciento del tiempo) es el que conocemos como fase REM y se repite en ráfagas de diez a 60 minutos. La primera ocurre una hora y media después de caer dormidos. Es la fase de las ensoñaciones oníricas. El cerebro está activo pero recargando energía. Los músculos, sin embargo, pierden su actividad y el cuerpo queda inmóvil. Es entonces cuando se construyen los fundamentos físicos de una buena actividad.
Cada una de esas fases de sueño tiene un efecto sobre nuestra salud. Durante la fase uno se asocian procesos de memoria muscular que facilitan el correcto funcionamiento de los músculos. En la fase dos la actividad cerebral se hace más leve y los ojos se dejan de mover, aunque aún existe consciencia. En esta fase se produce hormona del crecimiento que, en el caso de las personas que realizan deporte habitualmente, puede ayudar al crecimiento de los músculos.
La fase tres incluye procesos de regeneración de daños en los músculos o las articulaciones y la cuatro genera riego abundante de oxígeno a los tejidos que ayudaría a prevenir lesiones.
Suele pensarse que perder una hora de sueño central o ganarla afecta la salud. Lo cierto es que las virtudes de cada se extienden a lo largo de toda la noche en ráfagas cortas, con lo que da igual cuándo ganemos o perdamos sueño. Si se deteriora la calidad del descanso en cualquiera de ellas, seguro que lo notamos. Si, como ocurrirá hoy, ampliamos ese merecido tiempo de descanso, nuestro cuerpo lo va a agradecer. Aunque solo ocurre dos días al año, y puede que no se repita durante mucho tiempo más.
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