
Ciencia
Escribir a mano: una epecie en extinción
Varios estudios coinciden en que los circuitos de la memoria se ven reforzados por dos actividades básicas como son la escritura manual y el descanso de calidad

¿Se nos está olvidando escribir a mano? Recientes iniciativas, como la puesta en marcha por la Comunidad de Madrid que elimina el uso individual de dispositivos digitales a los alumnos de Infantil y Primaria este curso, apuntan a una preocupación creciente: el abuso de móviles y tabletas, el monopolio de la comunicación online, está convirtiendo el acto de plasmar ideas con lápiz y papel en una costumbre en peligro de extinción. La ciencia, ahora, nos alerta de que la desaparición de la escritura a mano puede tener graves consecuencias. El problema se acrecienta con la proliferación de la Inteligencia Artificial Generativa, las múltiples propuestas de chats asistentes que permiten generar automáticamente textos de cada vez mayor realismo, calidad y personalización. Tras la desaparición del acto de escribir a mano, puede que nos encaminemos a la extinción total del mero acto de escribir, bastará con verter algunas ideas en el ordenador para que la máquina escriba el texto por nosotros.
La lucha a favor de la recuperación de la escritura a mano tiene numerosos aliados en el mundo de la ciencia. Una investigación realizada por la Facultad de Psicología de la Universidad noruega de Trondheim registró la actividad cerebral de 36 estudiantes universitarios mientras realizaban dos ejercicios diferentes: escribir a mano una serie de palabras que se les mostraba en una pantalla y teclear las mismas palabras en un teclado de ordenador. Durante la prueba, a cada voluntario se le monitorizó la actividad cerebral mediante electroencefalograma con 256 sensores. La escritura a mano provocó en todos los casos una actividad neuronal mucho más elaborada, con mayor cantidad de conexiones de ondas theta y alfa y más energía emitida en los nodos cerebrales de las regiones temporal y central. Precisamente, la actividad de esas áreas está reconocida como un indicador positivo en la formación de la memoria. En otras palabras: escribir a mano ejercita la función de recordar. A nadie le es ajena esta idea: no en vano, la mayoría de nosotros suele recordar mejor teléfonos, series de palabras o listas de la compra si las anotamos.
Pero ¿por qué ocurre esto? Tanto la escritura a mano como la mecanografiada requieren una coordinación neuronal entre los movimientos de los dedos y la interpretación visual de lo escrito. Todos los estudios sugieren que esa coordinación es mucho más exigente y activa más neuronas en los sistemas motor y visual cuando usamos lápiz, bolígrafo o pluma. La neurocientífica de la Universidad Aix-Marsella, Marieke Longcamp, ha llegado a describir que «la escritura a mano está entre las habilidades más complejas que puede realizar un cerebro».
Basta con pensar en la cascada de acciones que requiere garabatear unas letras sobre el papel. El cerebro tiene que monitorizar continuamente la presión ejercida por los dedos, localizar el lugar exacto de la punta del bolígrafo, coordinar los movimientos de muñeca y brazo, recuperar de la memoria los símbolos gráficos de las letras, leer en tiempo real lo escrito, calcular espacios… Algunas investigaciones han llegado a monitorizar que cada uno de los dedos de la mano realiza un movimiento diferente cuando escribimos una palabra.
Por sí solo, este sobreesfuerzo no tendría por qué ser bueno. De hecho, la naturaleza tiende a limitar el coste de energía de los procesos físicos y cognitivos al máximo. Pero resulta que, en este caso, la inversión energética tiene unos resultados muy beneficiosos. En 2021 se publicaron varios experimentos que coinciden en que los circuitos de la memoria se ven reforzados por dos actividades básicas: la escritura a mano y el descanso. Podemos decir que anotar algo en un papel frecuentemente y dormir bien son dos vacunas esenciales para protegernos de las pérdidas de memoria.
Es muy significativo el trabajo de la citada Marieke Longcamp en el que se pidió a docenas de voluntarios que aprendieran a escribir caracteres de un idioma completamente ajeno: por ejemplo, a europeos se les enseñaron letras chinas. Un grupo de voluntarios aprendió las letras en pantalla y otro las aprendió autografiándolas. La capacidad de aprendizaje a corto plazo no varió entre ambos grupos. Pero pasados varios meses, los que habían estudiado con pluma y papel seguían recordando mejor las grafías aprendidas.
Según encuestas realizadas entre 25.000 niños y niñas de entre 9 y 16 años en toda la Unión Europea, en la última década, el tiempo que esta población dedica a estar conectado a una pantalla digital se ha duplicado. La media de uso entre los menores en España es de 3,1 y horas diarias dependiendo de las fuentes consultadas. En cualquier caso, está muy por encima de las dos horas de límite que recomienda la Organización Mundial de la Salud. Más del 75 por 100 de los niños europeos superan ese umbral con creces. Cada vez más educadores consideran que introducir tiempos específicos para recuperar la escritura a mano es la mejor herramienta para reforzar procesos cognitivos que pueden estar en peligro.
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