Identificación de cadáveres
Forenses en la zona cero de la DANA: "La mayoría de las víctimas han muerto por asfixia de agua mezclada con barro y materia orgánica"
Un equipo de forenses que trabaja en la zona cero de la DANA relata a LA RAZÓN cómo está siendo el trabajo sobre el terreno en las zonas más afectadas
La labor de los forenses que, desde hace diez días, trabajan en las zonas más afectadas por la DANA en Valencia es titánica. No solo por el volumen de fallecidos, sino por la propia casuística de la situación y las condiciones en las que están trabajando. Cadáveres desplazados por la corriente a kilómetros de los núcleos poblacionales, accesos enrevesados y cadáveres en un estado complejo para su identificación. Aun así, el equipo de profesionales, tanto valencianos como desplazados desde otras comunidades autónomas, ha identificado ya 167 cadáveres y ha practicado 200 autopsias a las hasta ahora 207 víctimas de Valencia.
Su objetivo es poner nombre a los cuerpos que van identificando para que sus familias puedan darles su último adiós. Una labor dura que, al mismo tiempo, aporta cierta paz a quienes han perdido a sus seres queridos. Hablamos con los miembros de un dispositivo de médicos forenses y psicólogos de la Comunidad de Madrid que ha viajado a las zonas afectadas para colaborar con el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Valencia.
«Trabajamos principalmente en Paiporta y Catarroja, las zonas más duras, donde realizamos el examen externo de los cuerpos y la identificación inicial que se hace en el mismo lugar del levantamiento. Luego, en el servicio de patología, donde también estamos algunos de los cinco forenses que hemos venido desde Madrid, es donde se toman huellas dactilares y, si es necesario, se realiza la autopsia», explica a este diario Emilio Donat, médico forense y subdirector del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de la Comunidad de Madrid.
Cruzar los datos
Con voz cansada y el ánimo tocado por la magnitud de la tragedia, este experto nos atiende al final de una dura jornada de trabajo mientras da un paseo para calmar la mente. «Fundamentalmente, hemos encontrado cadáveres en calles, garajes, carreteras, campos, fincas... La ubicación es muy variable. A veces no sabemos si el cadáver ha sido arrastrado o movido, es muy difícil saberlo. Nos hemos encontrado con cuerpos en lugares donde no correspondían. Es probable que hayan sido arrastrados por la corriente o desplazados por otro motivo. La localización no siempre corresponde con el lugar original donde falleció la persona».
Sobre el estado en el que han encontrado los cuerpos sin vida, Donat asevera que «cada vez es más complicado conforme pasa el tiempo. Los fenómenos de descomposición complican la identificación y se debe recurrir más a técnicas de identificación como la odontológica o el ADN, entre otras. Pero lo que sigue siendo importante son los datos que se obtienen en el levantamiento y de las denuncias. Al final, todo es una cadena de eslabones que deben cuadrar para llegar a la identificación».
Frente a lo que más impacta a los que somos ajenos a las tareas forenses, que es el contacto directo con los cadáveres y su inspección, el médico subraya la importancia de la integración de datos, que en casos como el de Valencia resulta fundamental. «Consiste en analizar los datos que se obtienen a través, por ejemplo, de las denuncias, con el levantamiento del cadáver, los resultados de la autopsia y otras pruebas como la queiloscopia o el análisis de ADN, para llegar así a la identidad de la persona. Y a partir de ahí, se comunica esa identidad al juzgado competente y este a los familiares».
En relación al motivo de la muerte, relata el experto, la gran mayoría presenta «asfixia por aspiración de lodo. No es ahogamiento porque no estamos hablando de agua limpia, sino de agua turbia, mezclada con barro y materia orgánica. La principal causa de muerte en este caso es la asfixia, por la aspiración de todo ese material. Es un deceso por sumersión», apunta Donat, que ha trabajado en labores de identificación en catástrofes como el accidente de Spanair o el 11-M.
«El médico forense, cuando se enfrenta a situaciones como esta, lo hace siempre desde un punto de vista técnico. Pero, por supuesto, no deja de tener sensibilidad ante lo que está ocurriendo. A mí lo que más me impacta de esta situación no son los cadáveres, sino ver a las personas vivas trabajando en la calle, cubiertas de barro, barriendo. Esa imagen es muy impactante para mí», concluye con pesar.
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