Asuntos sociales
«Gastar me daba placer, iba de compras cada día»
Berta estuvo dos años de rehabilitación tras enfrentarse a su adicción a las compras.
A Berta ya no la gusta comprar lencería. Sólo que se la regalen. Es una de las «secuelas» que le ha dejado su adicción a las compras. Lleva dos años rehabilitada, pero aún hoy prefiere ir acompañada cada vez que tiene que desembolsar algo de dinero. «No soy una adicta al uso, nunca he tomado sustancias, pero tenía necesidad de comprar. Llegó un momento en que lo hacía cada día», explica esta mujer de 40 años a LA RAZÓN. Su adicción empezó sigilosamente, como lo hacen muchas de estas alteraciones de la conducta. «Siempre he sido una persona a la que le gustaba gastar, con el bolsillo agujereado, pero no le daba importancia... hasta hace seis años, cuando los números empezaron a dispararse». No tenía medida. Si necesitaba ir a Mercadona a por una caja de leche, terminaba comprando comida por valor de 600 euros. «Me hacía sentirme bien, cualquier excusa me servía, que si estaba deprimida, que si tenía un día malo... Buscaba un bienestar que duraba muy poco, hasta la próxima compra. Sólo me daba placer comprar. Entraba en Zara y podía llegar a gastarme 1.200 euros en un rato», recuerda. También tenía remordimientos y «algunas veces iba con mis hijos para comprarles algo y así no sentirme tan mal porque me lo gastaba en ellos, no en mí y eso me ayudaba».
El problema empezó a evidenciarse cuando los bancos comenzaron a acosarla. Estaba gastando por encima de sus posibilidades. «Al principio, cuando pedía préstamos me sentía orgullosa, hasta que no pude devolverlos y se enteró mi marido». Llegó a tener una deuda de 20.000 euros. En ese momento empezó el declive. «Te vuelves agresiva, te da cierta depresión y tu adicción crea desconfianza en tu entorno», añade. Fue esa falta de fe en ella la que terminó con su matrimonio. «A él le decepcioné mucho y no volvió a confiar en mí». Sin embargo, sí que contó con el apoyo de sus padres que la apoyaron en la búsqueda de un tratamiento que encontró en el Centro Can Roselló, una clínica especializada en adicciones y patología dual. «Lo primero que haces, como cualquier adicto, es negar la realidad, al final ves que has llegado al mismo punto que si tomaras alguna sustancia. Luego, gracias a los especialistas, te vas dando cuenta de lo que vales», afirma. Como explica Jordi Granados, psicólogo del centro, «nuestra terapia tiene dos partes, la individual y la grupal». Durante una primera etapa, la persona permanece tres meses ingresada. En un segundo paso van a una residencia, un convento donde hacen temas de voluntariado y cursos. «Los terapeutas que trabajan con ellos han sido adictos antes y por eso se crea una empatía entre ellos», afirma Granados, que asevera que esta adicción «está mucho más presente en la sociedad de lo que parece. Es difícil que tomen conciencia del problema».
«Aún no me han dado el alta y sigo yendo a comprar acompañada. Las primeras veces tenía que llevar el ticket, lo pasaba mal», reconoce Berta. ¿Cómo se enfrenta una ex adicta a las compras al «Black Friday»? «No pienso en estas cosas, intento llenarme de mi propio bienestar. Salgo a pasear o me siento a leer un libro. Busco llenarme de cosas que me hacen sentir bien ». La terapia no sólo es hablada, también es importante la medicación. «Ayuda a crear una química en tu cerebro que evita el placer de las compras». Y es que ellos también pasan por una fase de abstinencia. «Se vuelven más reactivos y malhumorados. Tienen malestar y hasta sudoraciones», afirma el psicólogo. Por todo ello Berta también perdió su trabajo. Para recordar el problema que tuvo, acude a terapia una o dos veces al año. Ahora está centrada en sus hijos y en sus padres, quienes siempre han estado a su lado, pero sabe que el problema va en aumento. «Hoy todo se mueve alrededor de la compra y de las redes sociales. Hasta Wallapop genera adicción», añade Granados.
✕
Accede a tu cuenta para comentar