Entrevista
Giovanni Maria Vian: «Quienes desean ser Papa son unos necios, algunos hacen campaña»
El intelectual italiano que dirigió «L’Osservatore Romano» analiza el liderazgo eclesial desde el antiguo régimen hasta hoy en su libro «El último Papa»
La cabeza de Giovanni Maria Vian (Roma, 1952) tiene incorporado un GPS papal de serie. No solo cuenta con los datos de los pontificados tatuados en el hipocampo, sino que también sabe orientarse y orientar al que tiene enfrente con coordenadas milimétricas de cada uno de los hombres que han sido sucesores de Pedro y su relevancia (o no) en la historia de la Iglesia. Lo corrobora en «El último papa» (Deusto), donde conjuga la sabiduría del historiador con la maña del
comunicador que ha sido durante cerca de una década director de «L’Osservatore Romano, el diario oficial de la Santa Sede.
El título del libro remite a la profecía de san Malaquías, que, retorciéndola, vendría a decir que Francisco sería el último Papa. ¿Qué credibilidad le otorga este arzobispo irlandés del siglo XII?
Es una medio profecía que, según se mire y se retuerza, ha ido acertando o desacertando. A Benedicto XVI ya le preguntaron sobre esta cuestión y después de decir un «todo puede ser» con ironía al refererirse al final del papado, explicó que el vaticinio de Malaquías con ese listado extenso que presentó, nació para responder a los protestantes, que afirmaban que el papado ya había terminado. Ratzinger acaba bromeando su reflexión y despejando cualquier duda: «¡Aquella lista no era lo suficientemente larga!». En cualquier caso, esta anécdota es un pretexto para adentrarme en la evolución del papado desde el final del antiguo régimen hasta hoy.
¿Es obligatorio que los Papas crean en Dios?
¡Claro que sí! Aunque, quién sabe si ha habido alguno que no. A Bonifacio VIII se le acusaba de no creer en Dios. Sin embargo, creyó mucho en sí mismo y en la fuerza del papado. Fue un hombre con luces y sombras, pero definitivamente, un gran Papa. Hay otros que no han sido coherentes con lo que predicaban, como Alejandro VI, impecable como Papa, pero con una vida personal que dejaba bastante que desear.
¿Todos los Papas son santos?
La santidad inherente al papado a través de una canonización es una novedad que nace con la pérdida del poder temporal. El papado antiguo se mitificó hasta Constantino, considerándolos, no solo santos, sino también mártires prácticamente hasta el siglo V, cuando solo se podría verificar que lo fueron diez. Después, la Iglesia romana ha sido muy prudente y en el segundo milenio reconoce a muy pocos santos, hasta que nos acercamos al momento en el que el Papa pierde ese poder temporal. Pío IX y León XIII recuperan causas de pontífices medievales para reaccionar a esa pérdida del poder real. El paso clave lo da Pío XII al querer canonizar a Pío X, que verdaderamente era un santo varón. Lo puedo decir en primera persona, porque yo casi muero a los dos años por una difteritis. Mi familia le tenían devoción, porque mis abuelos fueron la última pareja que casó antes de celebrarse el cónclave donde fue elegido. Mi padre, desesperado, fue a la basílica de san Pedro a encomendarme en una misa a Pío X y me curé. Para nosotros, es un milagro de Pío X. Aun así, mi propio padre reconocía que su proceso de canonización fue forzado, porque su lucha contra el modernismo es más que cuestionable. Eso mismo se puede aplicar a otros pontífices. Hacer santos a los papas, desde mi punto de vista, no conviene. Y, menos aún, acelerar procesos, sin que haya una verdadera perspectiva histórica.
¿El papado es un martirio?
Ser Papa no es fácil para nada y son necios los que anhelan ser Papa. Algunos han construido su candidatura y han hecho campaña para convertirse en el Sucesor de Pedro. En el libro doy alguna pista entre líneas sobre cómo se construye un Obispo de Roma. Por otro lado, sería hipócrita por parte de algunos cardenales que saben que tienen capacidades y cierto liderazgo no pensar en llevar el timón en la Iglesia. Francisco ha dicho alguna vez que aquel que quiera ser Papa está verdaderamente loco, especialmente en el contexto social, político y eclesial que vivimos. De hecho, estoy convencido de que su sucesión va a ser complicada.
¿Por qué?
Porque la Iglesia está muy dividida y polarizada. Hay que reconocer que el Papa Francisco ha hecho mucho y bueno, pero se perciben una resistencias que reflejan falta de unidad. Por otro lado, ha creado cardenales de lugares tan dispares y dispersos que resulta difícil hablar de un candidato favorito. Ellos mismos admiten que no se conocen y que no sabrían hoy por hoy a quien votar. A esto hay que añadir la lacra de los abusos, que puede condicionar cualquier nombre que se vaya poniendo sobre la mesa, porque es una cuestión que no todos los purpurados han sido capaces de encauzar y resolver en sus diócesis. Es excesivamente aventurado lanzarse con una quiniela. Los electores lo tienen muy difícil. No me querría poner en su piel.
Pero la enfermedad de Francisco ha propiciado esos aires de precónclave…
Sin duda. Y es normal. Hace treinta años se empezó a hablar del cónclave, cuando se presentaron los primeros problemas de salud de Juan Pablo II y él mismo acabó enterrando a muchos candidatos, porque vivió una década más. No es extraño que se empiecen a valorar candidatos y es hasta legítimo que ellos se tanteen. No se puede improvisar un cónclave. Es un ejercicio de responsabilidad entrar en la Capilla Sixtina habiendo calibrado el perfil de los demás.
¿El Papa manda o le mandan?
La tesis del libro radica en que es urgente una reforma del papado, de la manera de ejercer el primado, para evitar el autoritarismo y el ambiente clerical.
¿Da por terminado el pontificado de Francisco o estamos ante una nueva etapa?
Racionalmente, si nos circunscribimos a su edad y a la enfermedad, se podía decir que prácticamente lo ha culminado. Sin embargo, Francisco ha demostrado una gran vitalidad y siempre nos puede deparar sorpresas, como hasta ahora. Quizá podríamos encontrarnos ante una nueva etapa de gobierno, puesto que, como él ha dicho, no va a renunciar. Su pontificado vivió una etapa muy activa hasta el polémico viaje a Chile, en 2018, cuando arreció la crisis de los abusos. Fue ahí donde el ritmo cambió hasta hoy. En cualquier caso, durante la enfermedad de un Papa la maquinaria vaticana funciona, como lo vemos en estos días.