Cambio de sexo

El hospital donde las consultas de transexuales han crecido un 1.050%

La unidad de género del Doctor Peset, en Valencia, atiende más de 300 solicitudes de disforia al año. La mayoría son jóvenes entre 15 y 22 años, con buen nivel formativo y sin psicopatologías que piden acciones «poco agresivas»

Los cirujanos plásticos Elena Vilariño y Enrique Salmerón durante una operación de cambio de sexo en el Hospital Doctor Peset de Valencia
Los cirujanos plásticos Elena Vilariño y Enrique Salmerón durante una operación de cambio de sexo en el Hospital Doctor Peset de ValenciaHOSPITAL DOCTOR PESET

El psicólogo Felipe Hurtado, el endocrinólogo Marcelino Gómez y los cirujanos plásticos Elena Vilariño y Enrique Salmerón conforman el núcleo de la unidad de género del Hospital Universitario Doctor Peset de Valencia, uno de los centros de referencia en España que desde hace 23 años atiende y acompaña a más de 300 transexuales que quieren comenzar su proceso cada año.

Todos ellos, más allá de su especialidad médica están formados en identidad de género para así poder ofrecer una atención holística, individualizada y captar las necesidades de cada una de las personas que solicitan sus servicios. El objetivo directo de su trabajo no es proceder a una hormonación o una cirugía de cambio de sexo sino escuchar a los usuarios que les plantean su disforia y buscar las soluciones que mejor se adapten a cada caso.

Es más, según cuenta el endocrinólogo Gómez «el porcentaje de mujeres trans que solicitan cirugías genitales ha disminuido un 40% desde el año 2007, que es cuando comenzamos a realizar las estadísticas en nuestro hospital. Lo que sí se mantiene más o menos igual es la mastectomía en los hombres trans. También hemos registrado es que desde esa fecha hasta el año 2021, las peticiones de primeras solicitudes se han incrementado un 1050%».

El primero de estos profesionales que entra en contacto con los transexuales que piden cita en este hospital es el psicólogo Hurtado. Tanto él como Gómez aseguran que el perfil de solicitantes ha cambiado «muchísimo» en las últimas décadas: «Antes atendíamos sobre todo a mujeres trans maduras, con mucha psicopatología y una mochila muy pesada en cuanto a haber sufrido leyes represivas y vivir en ambientes muy marginales. En la actualidad llega principalmente a consulta gente joven, adolescentes o adultos jóvenes con muy buen nivel de formación, muy informado y sin ningún tipo de psicopatología. Ya no demandan un ‘‘cispassing’’ completo, es decir, adquirir las características somáticas externas idénticas a las de la persona con la que se identifican, sino que encajan bien su disforia y piden escasas modificaciones corporales». Además, apuntan que hoy en día predomina en su consulta el perfil de chico trans de unos 20 años, «algo que antes era rarísimo».

Efectos secundarios

Hurtado confiesa que «aunque la demanda de personas que quieren hacer tratamiento hormonal se ha multiplicado por diez en la última década», su trabajo comienza por explicar a los demandantes las diferentes formas de vivir en su identidad sentida «porque a lo mejor no se han planteado la posibilidad de hacerlo sin modificar su cuerpo desde su identidad. Cuanto menos se medicalicen menos probabilidades hay de padecer los efectos secundarios no buscados que luego puedan complicar su calidad de vida y derivar en posibles arrepentimientos por verse alterada, por ejemplo, su fertilidad».

Y es que la edad en la que la mayoría de las personas con disforia acuden a una primera consulta en esta unidad suelen tener entre los 15 y los 22 años, por supuesto acompañados de sus familiares. «La edad de la primera consulta es cada vez más baja, incluso hay personas de 11 años. Por eso, mi labor pasa por identificar sus necesidades que, a veces, no son las que ellos mismos creen. En caso de iniciar un proceso médico comenzamos por aquello que sea lo menos irreversible posible: anticonceptivos que frenan la regla o terapias para cambiar la voz».

Hurtado asevera que, por desgracia, el 60% de las chicas y chicos trans padecen aún un fuerte «estrés de minoría», sufren maltrato social «lo que les hace tener sufrimientos que luego pueden traducirse en problemas de ansiedad, miedos sociales… Casi el 50% de personas que inician procesos de transición médica o que se lo plantean están teniendo diagnósticos de salud mental debido a estas situaciones. Mi función es que inicien los procesos en la mejor condición posible para que para que no afecte su salud. El objetivo es siempre mejorar su calidad de vida».

Detransiciones

Una vez que Hurtado, después de varias sesiones, identifica las necesidades de la persona en cuestión y en caso de que la hormonación sea el proceso acordado, realiza un informe que le llega al endocrino Gómez. «La hormonación no se pauta, así como así, hay mucho proceso previo. Es más, nuestro objetivo no es actuar sobre la ‘‘carcasa’’ sino llenar de contenido esas modificaciones corporales. Hay más vías para gestionar esa expresión de incongruencia de género», dice el especialista.

Si finalmente desean seguir adelante con la transición, y después de, aproximadamente dos años, llegaría la cirugía y es aquí donde aparecen Enrique Salmerón y Elena Vilariño: «En el caso de la masculinización hay dos técnicas. La primera es la faloplastia, con la que se crea un falo a través de un colgajo libre, es decir, cogemos tejido de otra parte del cuerpo con su correspondiente arteria, vena y nervio y se conectan a una arteria, una vena y un nervio en la zona genital. La otra opción es la metaidoplastia que se realiza es una denudación de clítoris y con los labios menores se genera un prepucio y un alargamiento de la uretra para crear un micropene que pueda permitir la diuresis», dicen. Sin embargo, explican que la faloplastia no se está practicando ya que genera una serie de complicaciones bastante elevadas. Es más, esta cirugía se encuentra en fase de revisión por parte del Ministerio de Sanidad.

Por otra parte, la vaginoplastia en mujeres trans «da muy buenos resultados», dicen. Las otras dos operaciones más solicitadas son la mastectomía en caso de hombres trans y los implantes mamarios en las mujeres trans.

«Nosotros, antes de la cirugía les explicamos todos los riesgos existentes y además les insistimos en que la llegada a buen término también depende de los cuidados de postoperatorio. Eso sí, el resultado tanto estético como funcional de la vaginoplastia es espectacular. Cerca del 100% de las mujeres trans operadas mantienen la capacidad de tener orgasmos con estimulación clitoriana y a veces incluso con penetración», dice Salmerón, que realiza unas cuatro operaciones de este tipo al mes en este hospital público.

Eso sí, para pasar por el quirófano hay protocolos estrictos: la persona debe haber estado en tratamiento hormonal al menos un año, tener seguimiento psicológico, haberse realizado la depilación láser, no fumar y poseer suficiente apoyo socioeconómico para sobrellevar el postoperatorio. «Quienes llegan a cirugía es porque sienten un fuerte odio hacia sus genitales y nosotros queremos que ganen calidad de vida. Eso sí, la cirugía no es una opción para todos. Cada caso es diferente. Esto es irreversible, no hay detransición», dicen.

Y es que, precisamente por eso, este equipo realiza un proceso tan completo y seguro para evitar arrepentimientos: «Las detransiciones no llega al 3% de los casos, aun así, hay que ir con pies de plomo y explicar con claridad las consecuencias de cada decisión», sentencia el psicólogo Hurtado.