
Sueño
Informe FAROS: un 84% de los adolescentes tiene dificultades para despertarse por no dormir las horas necesarias
El nuevo informe FAROS de la Escuela de Salud del Hospital Sant Joan de Déu Barcelona alerta del impacto profundo que tiene la falta de sueño en la infancia y adolescencia

Mientras dormimos, el cuerpo se recupera de las experiencias del día. Por eso, las horas de sueño no son solo un momento de descanso, sino una fase activa de reparación física y mental esencial para el correcto desarrollo. Sin embargo, uno de cada tres niños y adolescentes no duerme las horas necesarias, lo que afecta directamente a su salud física, su bienestar emocional y su rendimiento académico. Un 17% de los niños españoles acude con sueño al colegio, y un 4% llega a dormirse en clase. El panorama es aún más alarmante entre los adolescentes: el 52% confiesa dormir menos de ocho horas entre semana, y el 84% tiene dificultades para despertarse.
Así lo revela el nuevo informe FAROS de la Escuela de Salud del Hospital Sant Joan de Déu Barcelona, presentado recientemente, que alerta del impacto profundo que tiene la falta de sueño en la infancia y adolescencia. La evidencia es contundente: dormir mal o poco compromete el crecimiento, debilita el sistema inmune, desequilibra el metabolismo, altera la conducta y favorece problemas emocionales y enfermedades mentales.
Uno de los fenómenos más frecuentes en esta franja de edad es el llamado jet lag social, es decir, la alteración del horario de sueño entre los fines de semana y los días lectivos. En un 24% de los adolescentes, este desfase horario repercute negativamente en su rendimiento académico.
Según explica Óscar Sans, coordinador del informe, el sueño no es un tiempo muerto del cerebro, sino todo lo contrario: “Durante la noche, el cerebro reorganiza la información, elimina lo que no necesita y repara daños acumulados durante el día”. Por eso, una mala calidad del sueño puede derivar en problemas emocionales, como irritabilidad, tristeza, impulsividad y dificultad para gestionar las emociones. Además, aumenta los niveles matutinos de cortisol y colesterol, haciendo que el niño se muestre más nervioso, inquieto o descontrolado.
También se altera el comportamiento. La falta de sueño afecta a las áreas del cerebro implicadas en la evaluación de recompensas y la toma de decisiones, lo que puede favorecer la asunción de riesgos, la impulsividad y la desatención, e incluso aumentar la probabilidad de accidentes.
El sueño, clave para crecer, aprender y proteger la salud.
El sueño, clave para crecer, aprender y proteger la salud
Durante el sueño profundo, el cuerpo segrega la hormona del crecimiento, lo que convierte las horas de descanso en un requisito biológico para el desarrollo físico. Pero dormir bien también refuerza el sistema inmunitario, regula los niveles de glucosa, y previene trastornos metabólicos como la obesidad o la diabetes. La falta de descanso disminuye la producción de leptina (hormona de la saciedad) y aumenta la de grelina (la del hambre), lo que fomenta hábitos alimentarios poco saludables.
El sueño también es vital para el desarrollo del cerebro. Según el informe, durante la noche se segregan proteínas y hormonas fundamentales para la maduración del sistema nervioso, que consolidan las conexiones neuronales y favorecen la memoria, la atención y el aprendizaje. De hecho, algunos estudios citados indican que dormir menos de diez horas hasta los tres años y medio triplica el riesgo de bajo rendimiento cognitivo a los seis años.
Buenas prácticas para dormir mejor
El informe FAROS no solo expone el problema, también propone soluciones. Entre las recomendaciones clave para mejorar el sueño infantil están:
- Establecer rutinas regulares de sueño, respetando horarios incluso los fines de semana.
- Evitar el uso de pantallas antes de acostarse, ya que la luz azul interfiere en la producción de melatonina.
- Cuidar el ambiente del dormitorio, controlando luz, ruido y temperatura.
- Fomentar la actividad física regular, pero evitando el ejercicio intenso en las horas previas al descanso.
- Mantener una alimentación saludable, sin cenas copiosas ni excitantes.
Sans insiste en que el descanso y el rendimiento escolar están estrechamente relacionados: “Establecer hábitos de sueño saludables es una inversión directa en el aprendizaje y el bienestar emocional del niño”.
El descanso de los padres también influye
El informe también aborda un factor poco mencionado: el descanso de los padres influye directamente en el de sus hijos, incluso desde el embarazo. Desde el sexto mes de gestación, el feto presenta fases de sueño reconocibles, por lo que los hábitos de la madre pueden tener impacto en el desarrollo del sistema circadiano del bebé.
Más adelante, durante la crianza, los padres que sufren déficit de sueño tienden a adoptar estilos parentales más duros y menos empáticos, lo que puede deteriorar el vínculo afectivo y generar más dificultades en el descanso del niño. “Para mejorar el sueño de los hijos, también es necesario mejorar el de sus padres”, subraya Sans.
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