Sociedad
La fiebre del hacha
Algunos lo consideran una actividad para gestionar el estrés; otros , simplemente ocio, pero el auge de este «deporte» entre las «celebrities» lo han convertido en un absoluto fenómeno.
Elena mira con respeto el despliegue de hachas dispuestas sobre el mostrador. «¿Esto rojo es sangre?», pregunta mientras apunta al filo de la herramienta. Pronto sonríe y se percata de que la diana en la que debe clavar el arma es del mismo color y se tranquiliza. Ahora solo tiene ciertos nervios y ansía que comience la partida. Es una de las miles de personas que se han sumado a la fiebre del hacha, una práctica entre el ocio y el deporte que consiste en afinar la puntería para lanzar al más puro estilo Diane Lockhart (protagonista de «The good fight») una sobre el blanco indicado. Elena ha venido con un grupo de amigos que realmente, confiesan, no saben muy bien cómo han acabado aquí. «Esto es un poco surrealista, freaky, pero como hemos escuchado que está de moda, vinimos a probar», explica Nazaret.
Unos se acercan hasta «El Hachazo», un lugar pionero en Madrid donde se practica este tipo de lanzamiento, dispuestos a descargar adrenalina; otros, porque quieren imitar a sus ídolos televisivos como Khal Drogo («Juego de tronos») o «Vikingos», maestros en el dominio de esta práctica, y también hay quien lo hace simplemente por la curiosidad que despiertan las nuevas tendencias. «En el fondo es como una modalidad avanzada del juego de la diana, aunque sí es cierto que impresiona un poco, sobre todo por el tema de la seguridad. Estamos manejando un arma y puede ser peligroso. Además, en los tiempos que corren puede que estemos dando ideas a los locos...», reflexiona Elena, que pronto empieza a empuñar el hacha dispuesta a afinar su puntería. «Hombre, si en el centro de la diana estuviera la cara de nuestro jefe, seguro que no fallábamos ninguno», bromea.
El tiro perfecto
¿Qué tiene de adictivo este juego que se ha convertido en la última sensación de los amantes del riesgo? En países como Francia, Reino Unido, Canadá y Estados Unidos lleva varios años implantado con éxito, pero a Madrid no llegó hasta que dos amigos de Toulouse decidieron montar el primer negocio en nuestro país. Nos recibe Adrián Cabrol, uno de los dos socios (el otro es Vincent, que está en Valencia buscando nuevos locales para expandir el negocio) y nos explica de dónde procede tan excéntrica actividad.
«Nosotros venimos del mundo del márketing, pero siempre fuimos scouts y nos gusta la naturaleza, los trabajos manuales... Un día vimos vídeos en Youtube de esta actividad en Canadá y EE UU y empezamos a investigar. En París y Londres ya estaba implantado, fuimos a probarlo y nos pareció muy divertido, así que decidimos montarlo en Madrid. Era una inversión importante porque hemos gastado uno 100.000 euros en levantar el primer centro de lanzamiento de hacha en Madrid», cuenta Adrián, que añade que son necesarios permisos especiales y cumplir requisitos como la insonorización completa del local para no molestar a los vecinos. «No hemos tenido ni una queja», matiza.
Así, en junio nació «El Hachazo» y desde entonces han recibido más de 7.000 visitantes ansiosos de descargar adrenalina. Adrián entiende que lo que más recelos suscita es el tema de la seguridad, por ello nos cuenta todas las medidas que implementan para que no haya ningún disgusto y para que nadie «salga con el hacha en la cabeza, porque no es lo mismo que te den con un plato que con un hacha». Así, un instructor acompaña a los usuarios durante toda la actividad, previa firma de un documento en el que eximen a la empresa de toda responsabilidad ante un mal uso de la herramienta.
¿Respeto o gustillo?
«Luego les indicamos cómo cogerla, la distancia adecuada y la posición del cuerpo, porque esto no es una cuestión de fuerza sino de concentración y precisión. Es como en el fútbol, Ronaldo tiene su estrategia para meter goles, siempre pone la misma postura, da los mismos pasos, etc.», indica el propietario del negocio mientras a sus espaldas un grupo de chicas lo da todo. «Vamos, Fátima, mala leche ahí, dale con ganas. Más al centro, más», gritan sus amigos, un grupo de profesionales de la sanidad pública madrileña que ha decidido celebrar el cumpleaños de su amiga Elena lanzando hachas. «Da respeto, pero luego se pilla el gustillo. Yo no había cogido una cosa de estas en mi vida, aunque quería probar, es algo novedoso. Además, también es útil como terapia antiestrés», subraya la cumpleañera. Según Adrián, para conseguir el tiro perfecto la clave está en coger el arma al final de la empuñadura, enfocarla con la mirada al centro de la diana, adelantar el pie contrario con el que se lanza y balancear el cuerpo.
Tiritas en los dedos
«Tenemos ejemplares adaptados a cada persona. Hachas que pesan desde los 200 gramos a los 2 kg», comenta. Tienen la que ellos denominan «la gringa», la pequeña, la grande, la de doble filo, de doble empuñadura y la «Tomahawk». La de doble filo rara vez la dejan a la clientela porque es la más peligrosa, «al echarse para atrás hay que tener mucho cuidado porque se puede clavar en la cabeza o cortarte una oreja», apunta el dueño.
Las medidas de seguridad también son fundamentales alrededor de la mesa de tiro: nadie puede sobrepasar la línea roja, por si hay efecto rebote y el hacha vuelve hacia el usuario con fuerza, y nadie debe estar cerca del que está lanzando. Raquel, una de las instructoras, acompaña a otro grupo que acaba de entrar. «Lo primero que me pregunta la gente cuando llega aquí es: ’'¿Cuál es el accidente más grave que ha habido?’'. Yo me río y les digo que poner tiritas en los dedos. Nada más. Y eso porque hay gente que se pone a tocar el filo del hacha como si fuera de plástico y, claro, se cortan», explica.
Ella llegó como cliente y le gustó tanto que cuando se enteró de que buscaban personal no dudó en enviar su C.V. «Imagínate cómo es hacer un currículo para conseguir un trabajo así. Pero es una actividad que engancha. Al principio hay quien llega acojonado, aunque cuando ve que no es tan peligroso y que se descarga energía, les encanta. Nadie se ha ido con miedo, todo lo contrario. Es más, hay algunos que vienen muy modositos, que parece que todo les da reparo y en cuanto empiezan a lanzar no te imaginas con la fuerza y la ira que lo hacen. La mayoría nos pide si se pueden poner fotos de sus jefes en el centro de la diana y luego, antes de irse, preguntan dónde se pueden comprar hachas», dice Raquel, que se dispone para dar las instrucciones a los recién llegados.
La sala tiene seis dianas y cuando está completa pueden congregarse hasta 24 personas. «Normalmente vienen en grupos, pero también hay quienes vienen solos para luego subirlo a sus redes, pero yo creo que es más aburrido», explica el gerente. De camino al sótano-taller, donde reparan a diario las dianas, Adrián reconoce que la aceptación ha sido tan buena que pronto abrirán otro centro en Madrid, uno en Valencia y también en Palma. Es más, están diseñando una diana móvil para poder realizar el lanzamiento donde lo soliciten los clientes, incluso, en cruceros. «Aquí abajo tenemos un montón de dianas de pino, que es el mejor material para esta actividad. La forman cinco tablas, y las tres del medio hay que cambiarlas todos los días», relata. Allí también afilan a diario las hachas y nos muestra el diseño futurista de la diana de crucero.
Efectos secundarios
El hecho de que personajes famosos e «influencers» muestren sus dotes lanzando esta pesada herramienta no ha hecho más que elevar exponencialmente las solicitudes. De hecho, en este mismo local se formó Pilar Rubio para uno de los retos de «El Hormiguero». «Estuvo viniendo durante dos semanas una hora y media cada día», confiesa Adrián. Cuando regresamos a la sala principal, el grupo de Elena ya está terminando, una de las amigas se toca las lumbares. «Madre mía, mañana voy a tener la espalda...», dice Fátima después de haber probado el tiro con doble hacha. «Claro, es que esto es como cualquier deporte, no viene mal calentar un poco hombros y espalda para evitar tirones», añade el propietario. Salen eufóricos, con la adrenalina recorriendo cada centímetro de la piel y preguntando cuándo será el cumpleaños del siguiente para volver. ¿Realmente es tan adictivo?
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