
Opinión
Listas de espera, el mayor generador de morbilidad de los pacientes
Son a la vez un síntoma de un sistema al borde al borde del colapso

Las listas de espera son a la vez un síntoma de un sistema al borde del colapso y el mecanismo que evita que ese colapso ocurra de manera inmediata y visible. La capacidad del sistema (médicos, quirófanos, camas) es finita. La demanda, sin embargo, es potencialmente infinita. Las listas de espera priorizan y ordenan esa demanda, asignando los recursos disponibles a los casos más urgentes. Sin ellas, el acceso sería un «sálvese quien pueda» caótico, donde los primeros en llegar (no necesariamente los más graves) acapararían todos los recursos. Si mañana se eliminaran todas las listas de espera y se diera cita inmediata a todos los pacientes, el sistema se derrumbaría en cuestión de horas. Los quirófanos, las consultas y los hospitales se verían desbordados por una avalancha de demanda acumulada. La lista de espera actúa como un amortiguador que dosifica el flujo de pacientes a un ritmo que el sistema puede digerir, por lento que sea.
La escasez de médicos afecta profundamente a las listas de espera tanto en la sanidad pública como en la privada, pero de maneras distintas e interconectadas. En el sistema público, la falta de profesionales, especialmente en atención primaria, crea un cuello de botella desde el primer momento, retrasando los diagnósticos y las derivaciones a los especialistas. Al haber menos médicos especialistas y cirujanos, la capacidad de atender pacientes y realizar intervenciones disminuye drásticamente, lo que alarga las listas de espera de forma estructural y masiva. Esto, a su vez, satura otros servicios como las urgencias y provoca desgaste profesional entre los médicos que quedan, creando un círculo vicioso que agrava el problema.
Las listas de espera son el mecanismo de racionamiento que evita el colapso agudo del sistema. Pero son una solución profundamente imperfecta y costosa. Son la prueba de que el sistema está enfermo y opera por encima de su capacidad sostenible. No se debería aprender a vivir con ellas, sino entenderlas como el síntoma de una enfermedad subyacente –la falta crónica de recursos– que necesita un tratamiento urgente.
Las listas de espera actúan como un catalizador silencioso que empeora la salud de los pacientes y dispara el coste final de su tratamiento. Las listas de espera no son un simple retraso administrativo. Son un factor patógeno en sí mismas. Crean un círculo vicioso: un sistema lento enferma más a los pacientes, y pacientes más enfermos requieren tratamientos más complejos y caros, lo que termina colapsando aún más el sistema y alargando las listas.
Una patología que es simple de tratar en sus fases iniciales (como un tumor, una lesión articular o un problema cardíaco) se agrava mientras el paciente espera. Un cáncer localizado puede volverse metastásico, una artrosis limitante puede volverse incapacitante y una cardiopatía leve puede derivar en una insuficiencia cardiaca. Muchos tratamientos son más efectivos en un momento temporal concreto. Pasado ese tiempo, el daño puede volverse irreversible. Un paciente que espera demasiado para una cirugía de cadera puede sufrir atrofia muscular severa y complicaciones que ya no tendrán una recuperación completa, incluso después de la operación.
También se produce un deterioro de la calidad de vida: el dolor, la incapacidad para trabajar, la ansiedad y la dependencia de terceros durante el periodo de espera generan un sufrimiento y problemas de salud mental, como depresión o ansiedad, que son formas de morbilidad en sí mismas. Los pacientes con enfermedades crónicas como diabetes o EPOC, que no son controlados adecuadamente en Primaria, debido a las largas esperas para ser vistos, sufren agudizaciones que terminan en ingresos hospitalarios urgentes y evitables.
Lo que se hubiera solucionado con una intervención sencilla y ambulatoria, tras una larga espera, puede requerir una cirugía de mayor envergadura, una estancia hospitalaria prolongada, y un proceso de rehabilitación mucho más intensivo y costoso. Operar una hernia pequeña no es lo mismo que operar una hernia estrangulada con complicaciones. Convertir un problema agudo en uno crónico es el mayor generador de gasto sanitario a largo plazo. Un paciente crónico consume recursos (consultas, medicación, ayudas sociales) de forma permanente.
Los médicos de familia son la columna vertebral del sistema, pero están sobresaturados de trabajo, con una burocracia asfixiante, precariedad y salarios que no han crecido acorde a su responsabilidad. Fortalecer la Atención Primaria es fundamental. La saturación de la Atención Primaria deriva en una mayor afluencia a urgencias. Atender un problema en urgencias es exponencialmente más caro que hacerlo en una consulta programada.
Venimos recalcando todos, que la mejor ayuda a la sostenibilidad del sistema sanitario es el de la promoción y cuidado de la salud y el diagnóstico precoz. Coger a tiempo la enfermedad es lo más eficaz para combatirla y con costes más eficientes.
Por ello, invertir en Atención Primaria, invertir en reducir las listas de espera, no es solo una cuestión de comodidad o confort para el paciente; es una de las estrategias más inteligentes de prevención y eficiencia para la sostenibilidad financiera y la salud poblacional. Reducir las listas de espera no es un problema de imagen pública, ni de mejorar las estadísticas; es entrar en un círculo virtuoso y la mejor manera de reducir costes y conseguir mejores resultados en salud.
✕
Accede a tu cuenta para comentar


