Contaminación

¿Y si contamina más el detergente que los coches?

Pesticidas, perfumes, pinturas contribuyen a la contaminación del aire casi tanto como el sector del transporte. Son pequeñas partículas que pueden producir enfermedades respiratorias y algunas incluso cáncer.

¿Y si contamina más el detergente que los coches?
¿Y si contamina más el detergente que los coches?larazon

Pesticidas, perfumes, pinturas contribuyen a la contaminación del aire casi tanto como el sector del transporte. Son pequeñas partículas que pueden producir enfermedades respiratorias y algunas incluso cáncer.

Parece una verdad inamovible que nuestro mayor enemigo a la hora de combatir la contaminación de las grandes ciudades es el coche. El tráfico rodado se ha convertido en el objeto de las más ambiciosas medidas para mejorar la calidad del aire: restricciones de la circulación, impuestos a coches contaminantes, peatonalización de las calles... Los habitantes de las urbes más pobladas estamos acostumbrados a este tipo de iniciativas gubernamentales y al debate que suelen producir. Lo mejor para respirar un aire puro es dejar el coche fuera de la ciudad. Pero un provocador estudio publicado en la revista «Science» podría hacer tambalear esta idea tan asentada. ¿Y si hubiera otro enemigo a batir al que estamos dejando de prestar atención? ¿Y si el coche no fuera el malo (o al menos el único malo) de la película?

Un trabajo liderado por la NOAA (National Oceanic and Atmosferic Administration) de Estados Unidos, algo así como la NASA del medio ambiente afirma que, el uso de pinturas, pesticidas, detergentes y perfumes contribuyen a la contaminación del aire casi tanto como el sector del transporte. En el caso de un tipo concreto de contaminación (la de pequeñas partículas que pueden dañar los pulmones) la formación de contaminantes provocada por estas sustancias es el doble de grave que la que generan los automóviles. La razón es obvia, pero parece que nadie hasta ahora se ha atrevido a evidenciarla. A medida que las normativas de tráfico son más severas y la industria fabrica coches cada vez menos contaminantes, el motor pierde peso como agente emisor y ganan terreno el resto de las fuentes.

El trabajo se centra en el estudio de los compuestos orgánicos volátiles que pueden escapar a la atmósfera y reaccionar con los componentes del aire para formar ozono o partículas tóxicas. Tanto el exceso de ozono como la presencia de micropartículas son señales de alarma que pueden provocar la toma de medidas restrictivas del tráfico. De hecho, los niveles de estos elementos están fuertemente regulados en Estados Unidos y en Europa. La razón es que se ha demostrado que el ozono provoca alteraciones respiratorias y las micropartículas penetran en los alveolos pulmonares y son fuente de graves daños tras su acumulación.

Lo cierto es que durante décadas, los principales emisores de este tipo de partículas han sido los tubos de escape de los coches. Pero las nuevas tecnologías de combustión han reducido considerablemente el impacto de la automoción en este problema ¿Hasta qué punto?

Los autores del trabajo han querido conocer la respuesta analizando el aire de una gran ciudad contaminada: Los Ángeles. Y lo han hecho midiendo las cantidades de partículas halladas en el aire exterior y en el de las casas.

Tras analizar la calidad de las muestras se ha detectado que al menos en ciudades como las de Estados Unidos la cantidad de volátiles contaminantes emitidos por los productos de consumo es dos o tres veces mayor que la que hasta ahora se había estimado. Además, los inventarios de contaminación actuales sobreestiman el impacto de los vehículos. La Agencia de Protección del Medio Ambiente en Estados Unidos, por ejemplo, asume que el 75 por ciento de los compuestos volátiles orgánicos de la atmósfera están producidos por el tráfico. El nuevo estudio cree que realmente los coches producen el 50 por ciento. La otra mitad corresponde al uso de productos de limpieza, detergentes, perfumes, pesticidas, insecticidas, pinturas, colorantes y otros productos químicos de consumo. En realidad, la capacidad contaminante de estos productos es elevada. Por definición están concebidos para evaporarse (como un perfume) y de ese modo emitir al entorno pequeñas cantidades de su composición. Los técnicos de la NOAA se han dado cuenta de que es imposible justificar las grandes concentraciones de estas partículas en el aire de algunas ciudades solo por la presencia de emisiones de tubos de escape. También se ha comprobado que las concentraciones relativas de algunas de estas partículas son mayores en el interior de los edificios que en el ambiente exterior. Es evidente que dentro de las casas no circulan coches, de manera que el origen de estos contaminantes debe buscarse en otras fuentes.

La mayoría de estos productos pueden ser derivados del petróleo, es decir, ejercen al volatilizarse efectos que se asemejan a los de los combustibles fósiles.

El trabajo es demoledor. Cuando todas las fuentes de información sanitaria reconocen que la exposición a la contaminación del aire es ya el quinto factor de riesgo de enfermedad global (detrás de la desnutrición, la obesidad, el tabaquismo y la tensión arterial alta) se hace necesario un control más riguroso de las fuentes que producen este mal. Según el artículo de «Science», en las sociedades más ricas se está produciendo un cambio de paradigma: el coche empieza a dejar de ser el principal contaminante.

Pero éste no es el único estudio que nos debe preocupar sobre el uso de productos de limpieza. La Universidad de Bergen (Noruega) ha realizado una investigación en el que sugiere que utilizar productos de limpieza es casi tan malo para los pulmones como fumar. Revela que puede producir tanto daño como 20 cigarrillos al día. «Las mujeres que limpiaban en casa o trabajaban como limpiadoras sufrieron una disminución de la función pulmonar, lo que sugiere que las exposiciones relacionadas con las actividades de limpieza pueden constituir un riesgo para la salud a largo plazo», dicen sus autores.

¿Qué son los COV?

Los compuestos orgánicos volátiles son todos los hidrocarburos que se presentan en estado gaseoso a la temperatura ambiente o que son muy volátiles. Están presentes en el pinturas, barnices, en la industria cosmética, en la farmacéutica, siderúrgica y madera. No todos son igual de peligrosos. Los hay extremadamente peligrosos para la salud, como el benceno, el cloruro de vinilo o el dicloroetano, que pueden producir problemas respiratorios, irritación de ojos y garganta, mareos, y a largo plazo daños renales, al sistema nervioso o también tienen efectos cancerígenos, como el caso del benceno. Los hay que pueden causar daños al medio ambiente, como dañar la capa de ozono. Y por último, están los compuestos clase «b» que tienen un menor impacto, como la acetona y el etanol.