Australia

La contaminación lumínica, un riesgo para aves marinas que empiezan a volar

La contaminación lumínica es un factor de riesgo para las aves marinas que empiezan a volar, concluye un estudio que publica la revista Plos One.

En este trabajo se ha analizado el número de pollos de pardela de Tasmania que caen al suelo durante su primer vuelo tras ser deslumbrados por las luces artificiales.

El mismo se ha desarrollado durante 15 años en el Parque Natural de la Isla Phillip (Australia), donde reside una colonia de medio millón de pardelas, informa en una nota de prensa el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que participa en esta investigación.

Al dejar el nido, durante los primeros vuelos hacia el océano, miles de aves marinas jóvenes de todo el mundo se ven atraídas por las luces de las carreteras y las poblaciones, explica el CSIC.

«Esto las desorienta y les hace perder su trayectoria, por lo que muchas acaban en el suelo, donde son atropelladas».

Con el objetivo de desentrañar las causas, «hemos contabilizado el número de crías de pardelas de Tasmania (Ardenna pacifica) recogidas tras caer al suelo por las patrullas de rescate del Parque Natural de la Isla Phillip», detalla el investigador del CSIC Airam Rodríguez, de la Estación Biológica de Doñana.

Además de la iluminación artificial, los científicos midieron otros factores para ver su influencia en la mortalidad de los pollos: fecha de emancipación, velocidad y dirección del viento, número de visitantes al parque y períodos vacacionales, añade Rodríguez.

A lo largo de 15 años, las patrullas encontraron en el suelo 8.800 pollos, de los cuales el 40 % estaba muerto o moribundo.

En las noches sin Luna y con fuerte viento se encontraron más polluelos; y se vio que la mortalidad era mayor en las épocas de cría coincidentes con vacaciones, por las mañanas y con mayor tráfico en la isla.

En esas circunstancias los investigadores vieron que al apagar la luz en una de las secciones de carretera el número de aves afectadas se redujo.

«No podemos controlar la Luna o el viento, pero creemos que reducir la contaminación lumínica y una mejor gestión del tráfico podría ayudar a reducir la mortalidad por esta causa en las crías de pardela de Tasmania», concluye Rodríguez.