Sin techo
Mendigo 2.0
Juan pide a diario en Gran Vía y diseña webs. Programador de aplicaciones, sus más de 13.000 seguidores en redes sociales le ayudan a ingresar 250 euros al mes con encargos como informático
Juan pide a diario en Gran Vía y diseña webs. Programador de aplicaciones, sus más de 13.000 seguidores en redes sociales le ayudan a ingresar 250 euros al mes con encargos como informático.
Por desgracia, en los últimos tiempos está de moda mentir en el currículum, especialmente entre la clase política. Aunque no caigan en el error de falsear documentos oficiales para lograr titulaciones que les habiliten para el ejercicio de la profesión, muchas personas ocultan información para mejorar la primera impresión. Sólo unos pocos forman el grupo de los que son completamente transparentes, y Juan Mascuñano es parte de este selecto club. La particularidad es que este hombre no tiene un domicilio en el que le puedan mandar correspondencia. En su perfil de Linkedin aparece en primer lugar su principal fuentes de ingresos en la actualidad y desde julio de 2006: once años y once meses en el puesto de «mendigo sin techo». A este «cargo» le siguen los puestos que desempeñó anteriormente en varias empresas como diseñador de páginas web, una formación que no ha descuidado a pesar de contar con recursos muy limitados. Su «lugar de trabajo» está en el número 41 de la Gran Vía madrileña, donde acude casi a diario con su silla de ruedas en busca de ayuda de los transeúntes, porque tiene problemas de movilidad.
En España, la mayoría de las personas sin hogar son hombres, un porcentaje que se eleva hasta el 80% según la última encuesta que llevó a cabo el Instituto Nacional de Estadística (INE). Este mismo estudio concluye que ocho de cada diez está comprendido en la franja de edad entre los 30 y los 64 años. Pero estos datos están cambiando. Cáritas afirma que el aumento de personas sin techo en los últimos años ha diversificado los perfiles, entre los que se encuentran inmigrantes, personas con enfermedades mentales o adicciones, víctimas de violencia o afectados por los desahucios. Además, la fundación Bokatas afirma que el 12% de los mendigos trabajan y el 13% cuenta con estudios universitarios. Tres de cada diez se declaran abstemios.
Andrew Funk es presidente y fundador del proyecto Emprendedores Sin Techo (Homeless Entrepeneur), una organización sin ánimo de lucro afincada en Cataluña que ayuda a las personas sin hogar a sacarle el máximo partido a sus conocimientos y aptitudes para que así se puedan reintegrar en la sociedad y abandonar la calle. En la comisión de Asuntos Sociales del Parlament aseguró que la pobreza «mata», por lo que su erradicación es «muy urgente». En Barcelona, un informe de la Red de Atención a las Personas Sin Hogar subraya que el 11% de sus usuarios tiene empleo pero no un techo bajo el que dormir.
A pesar de ser plenamente consciente de que su edad y su aspecto le suponen un impedimento a la hora de conseguir un contrato laboral, Mascuñano se niega a aceptar que no es una persona válida para trabajar. Además de la peculiaridad de buscar trabajo a través de Linkedin, desde hace cuatro años gestiona cuentas en Twitter y Facebook como una fuente de ingresos. Reconoce que consigue más dinero «por lo que me dan por caridad que por lo que trabajo». En ellas, además de detallar su día a día y dar fe de sus conocimientos informáticos, también deja constancia de su número de cuenta y sus datos de contacto en la plataforma Paypal donde también recoge donativos.
Mascuñano tiene una discapacidad reconocida del 76%, problemas de movilidad y, desde hace unos años, arrastra una ceguera en su ojo izquierdo. Antes de perder su trabajo y verse abocado a la mencindad, este hombre se dedicaba a programar páginas web, un oficio para el que se sigue viendo capacitado. A pesar de que se trata de un campo muy cambiante y en constante evolución, Mascuñano afirma que aún está al día gracias a su voluntad: «Cuando conseguía diez euros en lugar de ir a comprar droga me iba a un locutorio». Ahora tiene un ordenador propio gracias a la caridad de una vecina. «Me dio la CPU, el monitor y el teclado lo cogí de la basura», explica. A día de hoy vive en un piso okupa propiedad de un banco, un tercero sin ascensor al que sólo puede entrar cuando le suben en brazos y en el que, en pocos días, recibirá un aviso de desahucio. Juan cobra una pensión no contributiva con la que tiene que elegir entre «comer o dormir».
Aunque escasos, sí que le sale «algún trabajillo». Se ve especialmente suelto en el manejo de Windows y también de Wordpress, un programa que asegura que –pese a que mucha gente lo ve sencillo– para fases avanzadas necesita de una persona que sepa programar «porque se acaban atascando». Él tiene los conocimientos y las ganas (empezó «robando» el wifi gratuito de un restaurante de comida rápida), pero reconoce que su imagen es un obstáculo insalvable a la hora de convencer a los empresarios. «¿Quién va a contratar a un hombre sin dientes? No me puedo poner implantes, soy el mendigo mejor vestido pero el programador con peor aspecto», lamenta. A pesar de todo, recuerda que por su condición de inválido su contratación puede repercutir en beneficios fiscales para las empresas. En las labores que realiza de manera autónoma y ocasional no ha fijado ninguna tarifa. Confía en la voluntad de los solicitantes y en su criterio a la hora de fijar cuánto vale su trabajo.
Su aventura en las redes sociales empezó hace ya cuatro años, aunque la razón que le llevó a iniciar el periplo no fue la búsqueda de empleo. «Quería que se hiciera justicia por la muerte de mi mujer, que falleció en la calle por frío. El Ayuntamiento nos había quitado las mantas», recuerda. Ella podía haber ido a un albergue, pero Mascuñano no era capaz de caminar. A día de hoy tampoco puede dormir bajo techo porque lamenta que las instalaciones de San Isidro (uno de los albergues de la capital) no están en el lugar más idóneo ya que «hay que atravesar un parque con drogadictos». Así, aunque acumula reproches contra la clase política, también tiene palabras de agradecimiento para los ciudadanos: «Una vez estaba durmiendo en la calle y alguien me dejó 4.700 euros», recuerda. También valora la labor del Padre Ángel, del que reconoce que hace una gran labor par ayudar a los desfavorecidos.
Con todo, Mascuñano sabe que dejar la calle no es una posibilidad. «Por aquí pasan miles de personas al día, y es imposible que logre que esa cantidad de gente vea mi perfil en redes sociales», subraya. Calcula que al mes se puede embolsar entre 200 y 300 euros. Después de tantos años frente a los cines Capitol (Gran Vía 41 es precisamente el nombre que eligió para su página de Facebook) algunos de los viandantes ya lo reconocen, «aunque para ellos solo soy el loco de Gran Vía».
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