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Mascotas

«Mi ex me dijo: ‘‘Tienes un minuto: es la última vez que verás a Sasha’’»

Las mascotas también pueden ser un arma arrojadiza tras una ruptura de pareja. Es el caso de Roberto, que lleva sin ver a su perra desde septiembre.

Roberto González junto a su perra Sasha, en una de las fotos que conserva junto a ella. No la ve desde el pasado mes de septiembre larazon

Las mascotas también pueden ser un arma arrojadiza tras una ruptura de pareja. Es el caso de Roberto, que lleva sin ver a su perra desde septiembre.

Roberto González no sabía que, tras conocer a Sasha, su mundo iba a dar un vuelco. Nunca antes había tenido un animal de compañía. Hoy, en cambio, daría lo que fuera por volver a ver a su perra.

Roberto tuvo una relación de tres años con la que era su pareja. Ella tenía perro, pero falleció. «Cuando empezamos la relación y tras irnos a vivir juntos ella me dijo que quería adoptar un perro. Yo al principio era un poco reacio, porque nunca había tenido uno. Al final me convenció y fuimos a la protectora Alba a adoptar. Le dije a mi entonces pareja que, ya que adoptábamos, que la perra estuviera a nombre de los dos. Pero en la protectora nos explicaron que sólo podía estar registrada a nombre de uno de los dos, pero que no pasaba nada. Nadie piensa que lo va a dejar con su pareja». Pusieron a Sasha a nombre de ella. Pero tras tres años juntos, la relación «por diversos motivos no cuajó y decidí poner punto y final», relata.

Roberto no se podía ni imaginar lo que iba a sufrir. Cuando la relación se rompió, ella se fue a vivir con su madre y se llevó a la perra. Él se fue a vivir solo. «Desde el principio siempre le dije que tenía mucho cariño a Sasha y que me dejara verla». Roberto explica cómo adoptar a su perra callejera la cambió: «Descubrí un mundo distinto, me he hecho súper animalista. La verdad es que un animal te cambia la vida, no sabía que te podía cambiar tanto. Fíjate, estoy hablando contigo y me estoy emocionando».

Una empatía que muestra durante toda la entrevista. Roberto y su ex llegaron a un acuerdo: ella no le quería ver, así que él iba a ver a Sasha a casa de su ex suegra cuando ella no estaba. «Me dejaban llevarlo a la calle», jugar con el perro, etc. A pesar de que sólo podía ver a Sasha por unos breves instantes, Roberto seguía pagando las facturas por los gastos de comida y veterinarios de su perra, pensando siempre en el bienestar de Sasha.

En una ocasión, la madre de su ex le llamó y le dijo que su hija se iba una semana de vacaciones y que ella no se quería quedar con el perro, así que, sin dudarlo, Roberto le dijo que se lo quedaba él. Pasa el tiempo y «mi ex se entera de que había empezado una nueva relación». A partir de ese instante, su vida cambió. «La madre de mi ex me bloqueó, intenté localizarla, escribí a mi ex, pero me dijo que no quería saber nada de mí y que la única manera que tenía y tiene para hacerme daño es con el animal». Roberto jamás pensó que su ex utilizaría «al animal para hacerme daño». «Ella no quiere que esté con mi perra y con mi pareja. Tengo WhatsApps en los que me reconoce esto. Tengo claro que la única manera que tiene para hacerme daño es con Sasha».

En este momento de la entrevista, a Roberto se le entrecorta la voz. «Tengo 40 años y la última vez que vi a mi perro le pedí por favor llorando que no me alejara de Sasha». «No pensé que fuera a sufrir tanto por un animal...». Ese día fue la última vez que vio a su perra. «Fue el 3 de septiembre de 2017, no se me olvidará jamás esa fecha». «Fui a su casa, estaba también su madre. Mi ex bajó a la perra y me dijo: ‘‘Tienes un minuto, es la última vez que ves a la perra”. El tiempo se congeló por un instante. «Terminé con 40 años que tengo tirado en el suelo llorando, abrazado a mi perra y diciéndole que por favor no me hiciera eso». La respuesta de ella nunca podrá olvidarla. «La tengo grababa a fuego: ‘‘No te quiero ver así, te quiero ver peor de lo que estás’’».

Su ex cumplió su amenaza. Roberto lleva desde ese día sin ver a su perra. La misma que adoptaron juntos pero que, por papeleo burocrático, sólo pudieron poner a nombre de ella. «Llevo tres meses sin ver a mi perra. Escribí a mi ex por WhatsApp y me dijo que la dejara o que me iba a denunciar por acoso. Mi madre, que la quería como a una hija, intentó hablar con ella y con su madre. Ella se encierra, dice que no quiere saber nada de mí». Roberto entiende eso, lo que no puede comprender es por qué no puede ver ya a su perra.

Tal es así que pidió ayuda a un abogado. Pero hacerse cargo de los costes, en caso de perder la denuncia, no es un asunto baladí y pone en serios aprietos a Roberto. «Mi abogado me dijo que antes de llegar a juicio le mandásemos una carta, un burofax». La abogada de ella le respondió que, dado que la perra «está a su nombre y que es un bien inmueble (hasta 2018 seguirá siéndolo por mucho que toda la sociedad sepa que son seres sintientes) era de su propiedad porque estaba a su nombre. Y que como lo había dejado con ella, que estaba en tratamiento psicológico y que la dejara de molestar. Ha utilizado cualquier medio para que yo me sienta encima culpable. Sé que no tiene nada que ver con esto, pero qué culpa tengo yo si no quiero estar con una pareja. Ella por WhatsApp reconoce que lo que no quiere es que yo esté con otra persona y por eso no me deja a la perra».

Su último intento es ver si hay alguna vía legal. Máxime ahora con la reforma del Código Civil que entrará en vigor entre marzo y abril de 2018, tal y como avanzó este periódico. El pasado 12 de diciembre, el Congreso de los Diputados mostró su respaldo unánime a la propuesta del PP por la que se cambia el estatus de los animales de compañía. Con la modificación del Código Civil, concretamente de su artículo 333, las mascotas dejarán de ser cosas y ya nadie podrá poner en duda que son seres sintientes. Así, en caso de divorcio, «se mirará por el bienestar del animal para elegir quién de los cónyuges se queda con la mascota, y no quién la adquirió».

Roberto, que en ningún momento de la entrevista parece exagerar, no dice ni que hacía más por Sasha que su ex pareja ni que la quería más, ni dirige malas palabras hacia su ex. Asegura conservar los WhatsApp guardados por si le pudieran servir en un futuro para recuperar a Sasha. «Yo tengo la conciencia muy tranquila. Lo mal que me lo está haciendo pasar esta chica... Espero que contar lo que me está pasando sirva al menos para ayudar a otras personas». «¿Puedo añadir otra cosa?», pregunta: «Los animales no son cosas, no los compres, adóptalos».

Los chips, a nombre de los dos adoptantes

Las asociaciones animalistas están muy concienciadas sobre este tipo de conflictos. Justicia Animal acaba de solicitar a la Comunidad de Madrid que en los chips de las mascotas puedan figurar el nombre de los dos adoptantes. «La idea es pedirlo a todas las comunidades autónomas porque en la actualidad sólo se puede poner a nombre de una persona, sin tener en cuenta que un animal de compañía no es una cosa, sino un miembro más de la familia», avanza a este periódico Matilde Cubillo, de Justicia Animal.

De este modo se evitarían casos en los que se busca hacer daño a una persona a través de un ser querido. Cubillo explica también que, aunque lo llevaban tiempo valorando, la gota que colmó el vaso fue un caso reciente que les llegó de violencia de género. Con el nombre de hacerla daño, el hombre que la maltrataba, acabó con la vida del perro. No es el primer caso, ni será el último desgraciadamente.

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