
La opinión de Marina Castaño
El miedo y el genio
El toreo es un diálogo silencioso, tenso y profundo

Hablar del toreo es adentrarse en un territorio donde la emoción se mezcla con el vértigo, donde la genialidad artística se enfrenta cara a cara con el miedo más primitivo. En la plaza, el torero no solo se juega la vida; también pone en juego su alma, su dignidad y su capacidad de transformar el peligro en belleza. Ese instante suspendido en el aire, cuando la muleta dibuja curvas imposibles y el toro parece detener el tiempo, es el corazón del sentimiento taurino. El toreo es un diálogo silencioso, tenso y profundo. No hay palabras, pero sí respiraciones contenidas, pasos medidos, miradas que se cruzan entre hombre y animal. La grandeza del matador reside en su dominio del miedo, en su habilidad para convertirlo en motor creativo.
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El miedo no desaparece; se transforma en temple, en serenidad y en intuición. Cada pase es una caricia al filo de la tragedia, una coreografía nacida de la fragilidad humana que busca rozar la perfección. La genialidad en el toreo surge cuando el arte vence al instinto. Cualquier ser humano, ante el riesgo, querría huir; el torero, sin embargo, permanece firme, erguido y elegante. Su cuerpo se convierte en pincel, y la arena en lienzo donde se escribe una historia irrepetible. Allí, entre el rumor expectante del público y el bramido del toro, nace una especie de milagro estético: el valor se vuelve poesía. El sentimiento del toreo no puede entenderse sin la aceptación del miedo. Es en ese pulso constante entre vida y muerte donde se revela la dimensión humana del arte taurino.
Quien contempla una faena con el corazón abierto, descubre que no se trata solo de fuerza o técnica, sino de emoción pura, de entrega total. El toreo, en su esencia, es una celebración paradójica: el triunfo de la fragilidad sobre la fuerza, de la luz sobre la sombra, y de la sensibilidad sobre el temor. Esa mezcla de terror y belleza, de impulso y control, convierte la tauromaquia en un arte incomprendido para muchos. Quien ha sentido el silencio previo a un pase perfecto sabe que no es violencia sin sentido, sino una búsqueda profunda de autenticidad y trascendencia. (En la muerte de Rafael de Paula)
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