Anne Igartiburu
Olvido Macías: «Ser adoptado ya no es un asunto secreto»
Olvido Macías / Periodista. En «Vidas unidas» recoge las vivencias de 22 familias adoptivas en un relato conmovedor y realista a partes iguales. Políticos como Jordi Sevilla y periodistas como Anne Igartiburu o Pilar Cernuda explican cómo les cambió la vida
En «Vidas unidas» recoge las vivencias de 22 familias adoptivas en un relato conmovedor y realista a partes iguales. Políticos como Jordi Sevilla y periodistas como Anne Igartiburu o Pilar Cernuda explican cómo les cambió la vida
Olvido Macías reúne en «Vidas unidas» (LID Editorial) la historia de 22 familias que un día decidieron adoptar a un nuevo miembro. Prologado por la presentadora Anne Igartiburu, el libro recoge el testimonio en primera persona de gente anónima, periodistas y algún político que pusieron su vida del revés para lanzarse a una aventura emocionante y dura a partes iguales.
–¿Cómo fue su propia experiencia con la adopción?
–Soy madre biológica y adoptiva por partida doble: tengo tres hijas y un hijo. Dos de ellos son de China y mi experiencia es muy buena. Es verdad que, como en cualquier familia, los hijos adoptivos o biológicos pueden tener problemas, que, en la mayoría de los casos, se van resolviendo con mucho cariño y a veces con la ayuda de especialistas. Mi hija vino de China con once meses y su evolución ha sido buena. Ahora es adolescente y su desarrollo no difiere en nada del de una joven de su edad. En cambio, mi niño vino con cinco y medio y el «luto por China» le ha costado varios años. El miedo al abandono le hacía ir a su aire, ser un poco más independiente de nosotros que sus hermanas. Sin embargo, con la ayuda de una psicóloga se ha resuelto ese problema.
–¿Qué historia le ha conmovido especialmente?
–Permíteme dos: un caso bueno y otro complicado. El primero es el de Daniel Hexiong, «el héroe del basurero». Este chico, que ahora tiene 17 años, fue adoptado con 12 por una familia navarra y pese a las dificultades de su vida en un orfanato muy pobre ha logrado sobreponerse y aceptar su pasado. El segundo es complicado y está protagonizado por tres hermanas rusas adoptadas en Madrid. Tras muchos problemas y la separación de sus padres, cuando fueron mayores rompieron los lazos familiares. Algo terrible, pero poco común.
–En el libro no evita los casos sin final feliz. ¿Por qué se fracasa?
–Hay diversas causas; puede ser por falta de preparación o capacidad de los padres adoptivos o porque sus expectativas no eran realistas. También porque el pasado del niño pesa mucho, sobre todo si surgen discapacidades o traumas graves... Los expertos aconsejan acudir a especialistas si a los seis meses los progenitores notan que el pequeño no se siente de la familia. No conozco ningún caso de devolución de un niño a la Administración. ¿Lo harían si fuera un hijo biológico?
–¿Cuándo hay que contarle al niño que es adoptado?
– El término adopción debe estar siempre presente aunque el prohijado sea bebé. Tiene que acostumbrarse a oír esa palabra. En el caso de la adopción internacional, y si es de una raza diferente a la de sus padres, está claro su origen. Pero aunque sea de la misma raza, debe saberlo desde muy pequeño. Esa certeza y la confianza de sus padres evitará mayores problemas emocionales. Ser adoptado ya no es un asunto secreto como antiguamente, cuando se escondían los orígenes para «evitarles sufrir».
–¿Sigue resultando más fácil y rápido adoptar en el extranjero?
–No es más fácil ni se tarda menos. Los tiempos de espera han aumentado mucho para ser padres de bebés, aunque son menos si se prohíja un niño más mayor o con necesidades especiales. A medida que los países se desarrollan y aumenta la adopción nacional, hay menos niños. Es el caso de China. He visto fotos de habitaciones con cunas apiladas, algo impensable hace diez años. Conozco a una pareja que en breve irá a ese país a por su hijo después de ¡once años de espera!
–¿Qué lleva a unos padres con hijos biológicos a adoptar?
–Simplemente el deseo de ser padres, de sentir que aún hay sitio en tu vida para un hijo más. No estoy hablando de solidaridad sino de querer prohijar.
–¿Cómo es el encaje familiar de hijos biológicos y adoptados?
–En general, es mejor cuando los hijos adoptivos son bebés porque, a veces, es muy fuerte emocionalmente recibir a un hermano que tiene, por ejemplo, un año menos y ahí aparecen los celos de forma más acentuada. Sin embargo, toda la adopción, toda la preparación debe ser una puesta en común de la familia, todos sus miembros deben participar en ese largo embarazo «burocrático».
–¿Desmonta algunos mitos?
–Sí, que adoptar no es «una obra de caridad», que la adolescencia no tiene que ser más conflictiva en los hijos adoptados y que los niños quieren a sus padres porque son los que los crían.
–¿Hay «padres arrepentidos»?
–No hay muchos casos de devolución de hijos a la Administración. No hay datos recientes, pero en 2008 estaba en torno al 3 o 5%.
–¿A quién ha dedicado el libro?
–A dos niñas que vinieron de China, Lian y Asunta. Lian era una pequeña que murió tras una delicada operación de corazón y que llegó sin adopción sólo para intentar salvarse. Asunta es, por desgracia, por todos conocida. No sé en qué cabeza cabe que unos padres que prohíjan puedan acabar con la vida de su pequeña.
– ¿Qué consejo le daría a alguien que se lo esté pensando?
–Primero, que piensen muy bien el paso tan grande y extraordinario que van a dar, prepararse para ello, formarse y tener una paciencia infinita. Y sobre todo, que presenten todos los documentos sin demora porque la adopción es una carrera de fondo.
–¿Cuál es la principal aportación de «Vidas unidas»?
–Dar a conocer la postadopción en 22 familias con sus luces y sus sombras. También queda expresado que el amor ayuda mucho a superar los vacíos emocionales del niño, pero que no sólo basta y hay que acudir a especialistas para solventar los problemas.
El lector
«Como periodista me gusta leer diferentes periódicos generalistas. En LA RAZÓN sigo con atención la sección internacional, de opinión y las cartas al director. Me encanta ese baño de realidad de los lectores. Hace unos años fui portavoz del oyente en un programa de radio y aprendí mucho de ellos».
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