
Opinión
La pantera rosa
El robo en el Louvre revela más que una simple escena de película: expone fallos graves en la seguridad del museo

El inesperado asalto en pleno día al icónico Musée du Louvre parisino inevitablemente evoca el ingenioso absurdo y la elegancia inadvertida de la comedia clásica "La Pantera Rosa". Como en la película protagonizada por Peter Sellers, donde el inspector Clouseau tropieza con genialidad y acaba desatando un caos encantador, los ladrones disfrazados de trabajadores de mantenimiento irrumpieron en la galería de la Apolo usando una plataforma elevadora, un escenario que bien podría haber sido montado por la Pantera Rosa misma. Llegaron, abrieron una ventana con una herramienta de corte, vaciaron vitrinas y salieron en motocicletas en menos de siete minutos. En la comedia, las situaciones son manejadas con torpeza elegante; en el robo real, la audacia y la puntualidad sobrepasaron lo esperado, pero la estética del desorden teatral está ahí: chalecos fluorescentes, gritos apagados de los vigilantes, un museo desbordado de turistas que apenas se dan cuenta del número que se está montando a su lado. Pero, al igual que la película mezcla las risas con un sentido de que “algo ha salido mal pero funciona”, este robo revela más que una simple escena de película: expone fallos graves en la seguridad del Louvre, como cámaras mal orientadas o inexistentes, y abre preguntas sobre cómo se protege el patrimonio colectivo. En "La Pantera Rosa", el caos tiende a resolverse con una mueca y un “seguimos adelante”, mientras que en la vida real es el Estado, la historia y la identidad cultural lo que está en juego. Los joyas robadas son testimonios tangibles del imperio napoleónico, de la monarquía francesa y del arte de coleccionar poder. Que alguien las saque en siete minutos -como en un gag de película-, resulta tan fascinante como inquietante. Este robo al Louvre tiene la dosis de comedia absurda de "La Pantera Rosa", pero con un trasfondo mucho más serio: no risas, sino preguntas; no desorden simpático, sino vulnerabilidad patrimonial. Y mientras esperamos que la policía recupere las piezas y cierre el guion, queda la sensación de que, al fin y al cabo, la realidad a veces tiene mejor guion que la ficción.
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