Religión

El Papa, en contra del «totalitarismo» educativo

Defiende la potestad de los padres para enseñar a sus hijos

Francisco recibe las credenciales del nuevo embajador de Mozambique ante la Santa Sede
Francisco recibe las credenciales del nuevo embajador de Mozambique ante la Santa SedeVATICAN MEDIA EFE/EPA

El Papa denuncia en el libro «El Pastor» (Ediciones B en Argentina) el proceso del «pensamiento único» en el que el Estado quita a los padres la «capacidad de enseñar a sus hijos» y educa en el «totalitarismo». «El pensamiento único lleva a la globalización del pensamiento. Va imponiendo las pautas culturales, incluso educativas. Es un proceso en el que el Estado les quita a los padres la capacidad de enseñar a sus hijos e indirectamente, a través de esas pautas culturales, va educando las nuevas mentalidades. De una manera más pulida que en el pasado, con ribetes de supuesta modernidad, se va educando en los totalitarismos del siglo XX», señala en un libro de entrevistas escrito por los periodistas Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti.

En él, el Papa también aboga porque haya políticas que protejan a la familia y asegura que no basta «con oponerse al aborto, pero desinteresarse de una mujer con un embarazo no deseado» y «dejar que se arregle como pueda».

El Papa admite que la familia está en crisis y lo atribuye a un «producto de la inmadurez» y de un predominio de ese pensamiento único, «necesariamente débil». «Hay miedo a confrontar las diferencias. Un ejemplo extremo son las guerras», informa EP.

Así, asegura que hay una «carencia muy seria» de formación sobre el sacramento del matrimonio en la Iglesia.

Preguntado sobre la tendencia a casarse en la Iglesia por moda o exhibición, señala que a veces «sería preferible que inicialmente buscaran otro camino, pero que no conviertan el casamiento por iglesia en una exhibición frívola». Sobre los divorciados vueltos a casar, recalca que el divorcio y la nueva unión es un «mal», pero «puede haber atenuantes».

Sobre los pecados sexuales, reconoce que «hubo una obsesión por la pureza en el plano sexual» en la Iglesia y que eso supone «una desviación doctrinal». Para el Pontífice, «antes había un puritanismo excesivo» y «hasta hipócrita». «Si hiciéramos una lista de pecados por los que hay que pagar más para ser perdonados, hacer mayor penitencia, los de la carne, como la lujuria y la gula, no estarían en los primeros lugares. Claro que la trata con fines sexuales es uno de los peores porque es explotar personas», incide.

Sobre la lacra de los abusos sexuales en la Iglesia, Francisco reitera que son «un delito grave cuyo daño es irreparable y que obviamente demanda una severa condena, que además tiene el valor de poner las cosas en su lugar, un efecto si se quiere educativo en la sociedad». Del mismo modo, se muestra convencido de que detrás, sobre todo, de la pornografía infantil «está metido el demonio» y defiende que sus perpetradores son «unos delincuentes» sobre los que debe caer «el peso de la ley».

También admite que en el pasado «no había normas ante estos casos en la Iglesia» y era «costumbre trasladar a los sacerdotes sospechosos o hacerlos salir del ministerio si las evidencias eran sólidas». Con todo, asegura que «el clero no es el conjunto donde hay más pedófilos y abusadores». No obstante, deja claro que la universalidad de esta «grave plaga no disminuye su monstruosidad dentro de la Iglesia».

Por otro lado, el Pontífice es consciente de que muchos «se escandalizan» porque aseguran que está «desacralizando el papado». «Son parte de los sectores, digamos, más aristocráticos. En cambio, en el pueblo sencillo hay una recta veneración del Papa. Lo sacralizan en el sentido que lo veneran como el pastor, como el padre, no como un príncipe. Hay una sacralidad popular», manifiesta.

Sobre la posibilidad de apertura al sacerdocio femenino, asegura que es «un problema teológico» y considera que la falta de acceso a la vida ministerial «no es una privación, porque su lugar es mucho más importante». «Creo que amputamos el ser de la Iglesia si solo consideramos el ministerio sacerdotal, es decir, la vía ministerial», indica. Del mismo modo, manifiesta que «el principio mariano que tiene que ver con la feminidad en la Iglesia» es más importante. Con todo, incide en que a nivel administrativo «hay que darle un mayor lugar a la mujer». «Los lugares en el Vaticano donde hemos puesto mujeres están funcionando mejor», dice.

En suma, el pontífice no cree que la ordenación de mujeres posibilitaría que más gente se acerque a la Iglesia y que el celibato optativo permitiría paliar la escasez de sacerdotes.

«No comparto esos razonamientos. Los luteranos ordenan mujeres, pero igual tienen una baja concurrencia al templo. Y sus sacerdotes pueden ser casados, pero aún así, no consiguen aumentar el número de ministros. El problema es cultural», incide.