Cambios climáticos
Para(r) los restos
¿Te gustaría cambiar el mundo? ¿Te aterra el cambio climático? Puedes empezar por no dejar nada en el plato. La ONU alerta de que los desperdicios también son responsables del efecto invernadero
¿Te gustaría cambiar el mundo? ¿Te aterra el cambio climático? Puedes empezar por no dejar nada en el plato. La ONU alerta de que los desperdicios también son responsables del efecto invernadero
Cuando un niño no quería comer lo que tenía en el plato, se le solía amenazar con el coco o tratar de despertar su compasión con la visión de niños famélicos en Biafra. Ahora bastaría con mentar a Greta Thunberg, la niña sueca que ha abanderado la lucha contra el cambio climático, porque tirar comida también es culpable del calentamiento global. Así lo ha advertido la ONU, cuyo panel de 107 expertos concluyó la semana pasada que el derroche de comida está directamente relacionado con la crisis climática.
El dato concreto y espeluznante es que al menos el 10% de todos los gases invernadero procede de la enorme cantidad de comida que tiramos. Y es que entre el 25% y el 30% del total de alimentos producidos en el mundo se pierde o se desperdicia, según el citado informe de la ONU.
Si ponemos la mirada en España, la perspectiva no mejora. Según el informe anual sobre desperdicio alimentario que elabora cada año el Ministerio de Agricultura, en ocho de cada diez hogares se tira comida. En 2018 se desperdiciaron 1.339 millones de toneladas, un 8,9% más que el año anterior. Lo que es aún peor, un 16% los hogares reconoce que lo que acaba en la basura muchas veces ni siquiera se encuentra en mal estado.
Pero, ¿cuál es el motivo de este derroche sin sentido? Mucha culpa la tiene el ritmo de vida que llevamos, un tempo frenético que hace muy difícil planificar menús y listas de la compra que sean compatibles con la toma de conciencia de que lo que hacemos en casa afecta al medioambiente. Para atajar este descontrol, algunos países imponen multas a las grandes superficies que no donan sus excedentes. Otros, como Italia, premian a los buenos samaritanos con exenciones fiscales.
Sin embargo, las grandes corporaciones son solo una pequeña parte del problema. Es mucho más productivo (y rentable) concienciar a cada ciudadano a nivel individual. Mientras llega ese ansiada madurez colectiva ya hay quienes han tomado la delantera y han creado plataformas como «Too good to go» (Demasiado bueno para irse), una app que pone en contacto a restaurantes que van a tirar alimentos con usuarios que desean «salvarlos» a bajo precio. Un gran ejemplo de economía colaborativa, al menos para la supervivencia del planeta.
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