Opinión
Recomendaciones de expertos
Hoy en día surgen con frecuencia insospechada múltiples ofertas gastronómicas en ciudades y pueblos, en muchas ocasiones, con más pena que gloria
A muchos nos gusta indagar, descubrir, olfatear por las múltiples ofertas gastronómicas que surgen con una frecuencia insospechada en las ciudades y pueblos de hoy y, en muchas ocasiones, con más pena que gloria. Tanto en los medios como en las redes surgen “expertos” que, a través de su pretendido fino paladar, recomiendan éste o aquél comedero, que es en lo que se han convertido los restaurantes de ayer, garantizando exquisiteces novedosas que nadie se puede perder. Y una, bajo su halo de ingenuidad, pica y prueba las recomendaciones que normalmente acaban en bluff, en una decepción tras otra, acordándose en cada bocado del progenitor del experto. Siempre han existido tabernas honestísimas donde la autenticidad de cada alimento la refrendaba el propio paladar del cliente. Hoy explican cada bocado para que el cliente sepa qué está comiendo, lo cual empezamos a dudar de si esta farsa nos convence. Luego está la puesta en escena, y tenemos el tránsito desde mantel de hilo primorosamente planchado con su servilleta de 60x60 y el personal que te saluda con cortesía y educación, al local con mesas de madera o el material que fuere y el trozo de papel de celulosa, con el tuteo/compadreo por delante, donde los precios no difieren demasiado porque “trabajan con producto, producto”, eso sí, a coste exorbitante y sin tener en cuenta que la atención es escasa porque solo hay dos personas para servir todas las mesas del local. Pero igualmente lo ponen de moda esos gastrónomos de cabecera, esos paladares finos que nos dan lecciones cada día y nos indican dónde debemos ir y qué menú elegir. Entiendo que comer es uno de los grandes placeres de la vida y es un privilegio de la naturaleza tener capacidad para distinguir lo bueno de lo buenísimo, y apreciarlo, y disfrutarlo. Pero teniendo en cuenta las desilusiones experimentadas últimamente dan ganas de concluir aquello de que “los experimentos con gaseosa”, comamos lo bueno de verdad en casa en la medida de nuestras posibilidades, y de vez en cuando démonos el lujo de ir a un clásico donde sabemos que sus sofisticaciones nos van a defraudar.
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