Testimonios

«No sólo los ancianos se sienten solos, también los que emigramos»

La soledad no deseada es un problema social con un alto coste en España: el 1,7% del PIB de 2021

María Eugenia, madre venezolana. Nextdoor. David Jar
María Eugenia, madre venezolana. Nextdoor. David JarDavid JarFotógrafos

María Eugenia es venezolana, tiene 43 años, y, hace dos, decidió que quería un futuro mejor para ella y para su hijo de 4 años. En cuanto obtuvo el permiso del padre del pequeño, del que se acababa de divorciar, para poder dejar el país, decidió que era el momento para venir a vivir a Madrid. «Allí tenía una carrera como ingeniera, una casa, tres coches y apoyo familiar, pero la vida se estaba poniendo cada vez más complicada y quería marcharme. Sabía que iba a ser duro empezar de cero, pero no me imaginé que tanto», relata a LA RAZÓN.

Había juntado unos ahorros y, aunque tenía amigos en Madrid, cuando pudo por fin venir nadie podía alojarla en su casa los primeros días, por lo que tuvo que coger una habitación de hotel para ella y para su hijo. «Puede parecer una banalidad, pero el hecho de llegar al aeropuerto y que no hubiera nadie esperándonos fue algo que, aun hoy en día, me hace llorar. Fue el primer momento en el que me di cuenta de que estaba realmente sola en esto, sola con un niño de 4 años al que tenía que proteger y ante el que tenía que mostrarme fuerte y positiva, porque él también estaba asustado». "No solo los ancianos se sienten así, también los que emigramos y dejamos atrás nuestras raíces y todo lo que conocemos".

Solos rodeados de gente

Su experiencia sirve para ilustrar un problema de la sociedad actual que, aunque no es nuevo, se puso de manifiesto especialmente a partir de la pandemia de covid: el de la soledad no deseada.

María Eugenia se encuentra dentro del 13,2% de personas –mayormente mujeres– entre 35 y 44 años que declaran sentirse solas –entendiendo esta soledad no como algo objetivo, sino como un vacío emocional de relaciones de proximidad, de una red de apoyo–. Así lo recoge un estudio presentado esta semana e impulsado por SoledadES, el observatorio creado por Fundación ONCE en colaboración con otras entidades para abordar el problema que supone el aislamiento involuntario en la sociedad actual. De él se desprenden datos como que los jóvenes de entre 16 y 26 años son las personas que más solas se sienten en España (21,9%), seguidos de la población de entre 25 y 34 años (16,5%) y la de 35 a 44 años (13,2%).

En los siguientes tramos de edad, la soledad no deseada va descendiendo, hasta situarse alrededor del 12%. La franja de entre 65 a 74 años es la que menor soledad sufre, pero, entre las personas de 75 años y más, vuelve a subir, hasta el 12,2%. Además, las mujeres sufren más la soledad que los hombres, con un 14,8% frente al 12,1%. Otro dato llamativo es el coste de la soledad no deseada, que supera los 14.000 millones euros anuales en España- una cifra que se obtiene de la suma de los gastos sanitarios (consultas médicas y consumo de fármacos) y las pérdidas de productividad- lo que equivale al 1,17% del Producto Interior Bruto (PIB) de 2021.

El análisis ha sido realizado por expertos de las Universidades de La Coruña y Vigo en colaboración con Nextdoor, una «app» cuyo objetivo poner en contacto a las personas con su red de vecinos para poder crear relaciones de confianza e intercambiar información útil, bienes y servicio. Los autores parten de los resultados de una encuesta específica sobre soledad a la que respondieron 4.004 mayores de 15 años, representativos de la sociedad española por sexo, edad y tamaño de hábitat.

Gracias a esta plataforma, María Eugenia consiguió empezar a cambiar su suerte en España. Después de meses muy complicados buscando un piso donde vivir –“tenía dinero ahorrado, pero nadie me había dicho que para alquilar una casa me iban a pedir nóminas y contrato de trabajo»–empezó a formarse como fisioterapeuta para poder trabajar dando masajes a domicilio.

«Necesitaba una fuente de ingresos y, una vez que conseguí un colegio para mi hijo, me pareció que ese podía ser un buen modo de empezar a recuperar dinero, porque me estaba gastando todos mis ahorros. Como soy ingeniera informática, me resultaba más fácil hacerlo a través de internet, y así es como descubrí Nextdoor, y puse mi anuncio para dar masajes”.

Una de las primeras personas que le contacto fue Juan Miguel Villena – el que ahora es, junto a su pareja, Ana María, como su “padre adoptivo”- pero María Eugenia había tenido muy malas experiencias previas en otros foros cuando le habían contactado hombres para solicitarle masajes, así que, en un principio, no le contestó.

“Me llamaba gente para decirme que si solo era un masaje, que si no ofrecía nada más. Me decían groserías… fue horrible. Eso si no me lo esperaba, no lo entendía. Imagínate lo que es estar aquí en Madrid sola con tu hijo, sin apoyo de nadie, y que además sientas que el modo de vida que has elegido para poder salir adelante te puede poner en peligro”, apunta.

Familia emocional

Nada de eso le pasó en esta app y, con el paso del tiempo, fue cogiendo confianza y aceptando todas las solicitudes que le llegaban. Se acordó de la de José Antonio y le escribió. “Fui a su casa para atenderles a él y a su pareja. Me tuve que llevar a mi hijo porque no lo podía dejar con nadie y, aunque se suele portar muy bien, ese día me montó una pataleta. Me sentía tan apurada – y llevaba tanto dentro- que me puse a llorar desesperada. José Antonio y Ana María me cobijaron, me entendieron, me apoyaron y nos trataron a mí y a mi hijo como si fuéramos de la familia. Yo no sabía que eso era justo lo que necesitaba, pero fue como un soplo de vida”.

Desde entonces, los cuatro han formado una “familia emocional”. María Eugenia los acompaña al médico, les ayuda a hacer la compra; ellos cuidan a Joselieser como si fuera su nieto, se ven todas las semanas para comer juntos, celebran cumpleaños y fechas señaladas. En definitiva, están ahí los unos para los otros. Como se suele decir, los seres humanos somos más fuertes que nuestro destino.

Juan Antonio tenía claro que él lo era. Con 42 años se hizo cargo de su hijo de 11, el solo, con custodia completa. Su sensación de soledad empezó durante los meses de confinamiento de la pandemia, encerrado con su hijo en una planta 15 de un piso de tamaño medio, sin terraza ni balcón.

Sabía que había mucha gente como el, pared con pared, en el mismo edificio, así que decidió hacer lo que mejor se le daba: ayudar a los demás.

Con esa intención creo un grupo en Nextdoor para compartir «soledad, emociones, sentimientos y todo lo que estaba sacando a la luz el encierro», nos explica. Así, creo el grupo «Covid-19 no estás solo, habla», en el que todos los días subía un texto de aliento para todo el que lo necesitara. «Había mucha gente que me llamaba por teléfono, solo para desahogarse o para contarme su día. Enfermeros, celadores, y hasta psicólogos». Se convirtió en una especie de «super héroe» anti-soledad y así, también dejó de sentir la suya propia.