Contenidos para adultos

"Telegram y Twitter son espacios sin control, hay contenidos que no encuentras ni en webs porno»

El escritor Jorge Dioni López aborda en «Pornocracia» como, en la actualidad, «el discurso dominante en la sexualidad lo marca la pornografía»

Jorge Dioni, autor de Pornocracia@Gonzalo Pérez Mata
Jorge Dioni López, autor de «Pornocracia» (Arpa), durante la entrevista con LA RAZÓNGonzalo Pérez Mata Fotógrafos

Tres de cada diez adolescentes consumen pornografía todas las semanas, el 12% lo hace todos los días y el 18%, al menos, una vez a la semana. Es más, el 50% de esta población, que engloba a jóvenes entre los 16 y los 29 años, confiesa que accede a contenidos para adultos con más frecuencia de la que debería. Estos datos de Fad Juventud confirman, además, que el 45% de adolescentes y jóvenes tiene contacto por primera vez con contenidos porno alrededor de los 13 años, y ocho de cada diez asegura que les fue fácil acceder a ellos por primera vez.

Esta realidad, sumada a que solo el 40% apunta que su familia le ha proporcionado una educación necesaria o funcional en este ámbito y el 46% lo recibe de su centro educativo, conforman un cóctel explosivo para la formación de las conductas sexo-afectivas entre los más jóvenes. Y es que, esta tendencia en la que el porno marca el paso de las relaciones lleva a conductas problemáticas como un aumento de la agresividad, el aumento de las infecciones de transmisión sexual (ITS) al no usar preservativo y relaciones de poder insanas.

Pues bien, este es el escenario sobre el que el escritor Jorge Dioni López reflexiona en su nuevo libro Pornocracia (Arpa), donde desgrana cómo, a lo largo de la historia, el sexo ha sido el eje del poder y cómo este sigue marcando los tempos en la actualidad. Unas relaciones íntimas exportadas a través de diferentes idearios pornográficos que nos definen en la sociedad, en sus grandezas y sus miserias.

«La sociedad siempre estructura la sexualidad de acuerdo con el poder dominante. Roma, por ejemplo, establecía una jerarquía basada en la actividad y la pasividad sexual. También había una sexualidad de la nobleza que era contrarrestada con la ‘‘sexualidad de la iglesia’’, que quería controlar lo que se hace y cómo se hace. En esta sexualidad del siglo X y XII, la masturbación no era un problema, pero en el siglo XVIII se convirtió en una obsesión social, con médicos y científicos asegurando que causaba ceguera o epilepsia. Hoy, el discurso dominante en la sexualidad lo marca la pornografía. Es un espacio donde los hombres heterosexuales siguen estando en el centro sin etiquetas, mientras que el resto de identidades sí las tienen», apunta el autor.

El fracaso del veto

Con la aparición de internet, las redes sociales y el fenómeno OnlyFans, el acceso a contenidos porno en los que el dominio prima ante el placer compartido, ha surgido numerosos movimientos sociales para tratar de restringir el acceso a los menores a estos contenidos. Las páginas web de contenidos para adultos exigen la mayoría de edad para entrar en ellas (sin embargo, saltarse el veto es tan sencillo como dar al botón que indica que se es mayor de edad), y desde el Gobierno, por ejemplo, la ministra de Juventud e Infancia, Sira Rego, insiste en la necesidad de implantar medidas de control desde hace tiempo, aunque sin resultados palpables.

«Se habla mucho de la mayoría de edad y de filtros, pero es todo ficticio. A todos los contenidos se puede acceder fácilmente; según qué botones pulses, ya tienes acceso. Los intentos de restricción para menores no funcionan. Si no puedes acceder a un sitio, buscarás alternativas en otras plataformas o redes sociales. Telegram o Twitter, por ejemplo, son espacios sin control, pozos sin fondo. Hay contenidos que no se encuentran ni siquiera en plataformas específicas porque son demasiado fuertes», puntualiza López.

Ha analizado con detalle las diferentes medidas que han tratado de implementarse en estos años, como los sistemas de verificación mediante DNI o reconocimiento facial, «y en todos ellos entra en juego algo muy peligroso: el cuestionamiento de la seguridad y el derecho a la privacidad. La tecnología de reconocimiento facial puede ser utilizada con intereses autoritarios».

Para él, entonces, «la clave está en un discurso alternativo sobre educación sexo-afectiva que diga que esto no es así, porque la prohibición no es la solución y el control, sin caer en el autoritarismo, es imposible».

Consumo extremo

Es más, nos cuenta que él ha tenido esta conversación con su hijo, explicándole que «esto no es normal» o que tal cosa «es una simplificación del sexo».

Para dar forma a este libro (y porque es un tema que le resulta especialmente interesante a nivel sociológico), este escritor y periodista ha realizado una revisión histórica de la influencia del sexo en las diferentes sociedades y, por ejemplo, sobre el aumento actual de las agresiones sexuales, que según los expertos, tienen su origen en un consumo extremo del porno que plasma la ficción en la realidad.

López defiende que «el porno es un reflejo de la sociedad. Hay una autoalimentación, pero sobre todo refleja ciertos deseos de jerarquía y dominio del hombre sobre la mujer». Y matiza: «Muchos espacios tradicionalmente masculinos se han vuelto mixtos, pero la pornografía sigue siendo un espacio predominantemente masculino, de los pocos, por no decir el único, que está completamente masculinizado».

Lo que sí ha observado en su análisis es que «antes, por ejemplo, el porno estadounidense era aspiracional: se filmaba en lugares lujosos con personas inalcanzables. Ahora, con la ‘‘democratización’’ del porno, cualquiera puede grabarse y publicarlo. Esto cambia la percepción porque los espectadores pueden verse reflejados en los actores y la manera en que el público consume y se relaciona con este contenido».

Jorge Dioni, autor de Pornocracia @Gonzalo Pérez Mata
Jorge Dioni, autor de Pornocracia @Gonzalo Pérez MataGonzalo Pérez Mata Fotógrafos

Eso sí, no niega que el porno influya en el aumento de la agresividad (sin caer en fatalismos ni acusar a estos contenidos de todos los males sexo-afectivos). «La sexualidad siempre ha tenido esa cuestión del dominio. Estudios muestran que en un 80% de los vídeos hay algún gesto de agresividad. Antes, la pornografía más violenta quedaba fuera del ‘‘mainstream’’. Ahora, con el flujo constante de contenido, el porno extremo se ha vuelto más visible porque llama la atención», asevera el autor de "Pornocracia".

Sobre el papel que debe jugar el feminismo en la lucha contra el porno, que siempre sitúa a la mujer en un rol sumiso ante un hombre dominante, López afirma que sobre esta cuestión prefiere no manifestarse y remite a los ensayos de Mónica Alario, Rosa Cobo y Clara Serra, que han abordado esta cuestión. Eso sí, argumenta que, aunque cada vez se ven más mujeres directoras y productoras de porno, «el producto sigue siendo, en su mayoría, hecho por hombres y para hombres».

Con la mirada puesta en el futuro, el escritor pronostica una evolución de la pornografía hacia los contenidos a la carta: «El contacto directo con el espectador será clave. Plataformas como OnlyFans permiten contenido personalizado, lo que da un sentido de poder al usuario. Además, hay un auge del formato tipo “youtuber” en el porno: hablar sobre sexo antes de llegar a la parte explícita».

Y es que, pese al impacto negativo de estos contenidos, la realidad es que la industria de la pornografía continuará moldeando a su antojo las relaciones sexo-afectivas si no se fomenta una educación en igualdad que permita seguir consumiéndolo, pero entendiendo que una cosa es la ficción y otra, la realidad.