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Jardinería
Dicen que para tener una planta feliz hace falta luz, agua... y un poquito de intuición. Y con el tiempo, también aprendemos que no todo lo que parece desecho lo es. Un buen ejemplo es el agua del arroz. Ese líquido blanco y turbio que queda después de lavar o hervir el cereal tiene propiedades nutritivas que pueden marcar la diferencia en la salud de tus plantas.
Según el creador de contenido y experto en jardinería, Iván Tugarden, cuando lavamos o cocinamos arroz, este libera pequeñas cantidades de almidón, minerales como el potasio o el fósforo, y trazas de nitrógeno, un combo ideal para estimular el crecimiento vegetal. Este tipo de agua actúa como un fertilizante natural que mejora la estructura del suelo, favorece el desarrollo de raíces sanas y estimula la floración.
"El truco está en dejarla reposar durante al menos 24 horas. Al fermentar ligeramente, se generan microorganismos beneficiosos que enriquecen la tierra y actúan como un probiótico natural. Eso sí: no debe estar salada ni contener ajo, cebolla o aceite", asegura.
El experto recomienda diluirla con agua limpia a partes iguales antes de usarla. "De lo contrario, el exceso de almidón podría saturar el sustrato o atraer hongos si la tierra queda muy húmeda", advierte.
¿La frecuencia ideal? Una vez cada 15 o 30 días, sobre la tierra y no directamente sobre las hojas. Especialmente útil en plantas verdes de interior, potus, helechos o incluso frutales en maceta. Un truco de siempre, recuperado por quienes entienden que el secreto está en lo simple.
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