Inversión tecnológica
Los inversores lo tienen claro: hay más retorno en las empresas de servicios tradicionales y su automatización con IA que en las 'startups' tecnológicas
La nueva gran apuesta del capital riesgo son empresas consolidadas que buscan transformar con IA. Una estrategia millonaria que choca con un nuevo y paradójico problema: el trabajo basura generado por la propia tecnología
La inteligencia artificial ha traído consigo una paradoja inesperada en el mundo laboral. Lejos de ser la solución definitiva para la productividad, su uso masivo está generando un fenómeno bautizado en Estados Unidos comoworkslop: trabajo de baja calidad que, irónicamente, acaba sobrecargando a los empleados humanos con tareas de corrección y supervisión.
Las cifras ya son elocuentes, con un 40% de los trabajadores afectados que aseguran dedicar más tiempo a subsanar los errores de la tecnología, lo que supone un coste estimado de 186 dólares mensuales por persona en productividad perdida. Cifras que refrendan lo expuesto por estudios como el de McKinsey & Company, que apunta a que una amplia mayoría de empresas que invierten en inteligencia artificial no obtienen retorno de dicha inversión.
Habida cuenta de esta situación, ahora la tendencia de las firmas de capital riesgo parece virar de rumbo, dejando de lado las empresas emergentes tecnológicas para emplear los avances de la inteligencia artificial en empresas consolidadas de servicios profesionales por el mayor volumen de negocio que puede suponer su actividad tras una automatización exitosa. Una estrategia que podría volar por los aires en caso de que quienes apuntan a una burbuja tecnológica estuvieran en lo cierto.
Una estrategia para duplicar la rentabilidad
De este modo, los grandes fondos de inversión han cambiado su tradicional obsesión por el software hacia un objetivo de mayor tamaño en cuanto a conversión económica potencial. La nueva meta es el sector servicios, un pastel global de 16 billones de dólares que empequeñece al billón que representa la industria del software. La ambición es clara: adquirir empresas consolidadas y transformarlas desde dentro para alcanzar los márgenes de beneficio propios de las grandes tecnológicas.
Al frente de esta nueva corriente se sitúa la firma General Catalyst, que ya ha comprometido 1.500 millones de dólares para su estrategia de «creación». No está sola en esta carrera por la eficiencia algorítmica y de las cuentas. Otros inversores de peso en el panorama internacional, como Mayfield o el influyente Elad Gil, están siguiendo caminos muy similares, convencidos de que la verdadera revolución de la IA no está en crear nuevas empresas desde cero, sino en optimizar las que ya existen.
Para ello, la hoja de ruta es tan audaz como metódica. El plan consiste en comprar compañías de servicios tradicionales para después automatizar entre el 30% y el 50% de sus tareas, un porcentaje que se dispara hasta el 70% en áreas como los centros de atención al cliente. La meta financiera es, como mínimo, duplicar el margen EBITDA de cada sociedad adquirida, un proceso complejo cuya implementación, tal y como han publicado en Techcrunch, no está exenta de dificultades.
En este sentido, desde General Catalyst no ven el problema del workslop como un obstáculo, sino como la validación de su tesis. Sostienen que la dificultad de integrar correctamente la IA es precisamente lo que hace valiosa su intervención, que se basa en crear equipos mixtos de sus propios tecnólogos con los expertos de cada sector. A diferencia de las startups, estas empresas ya son rentables, lo que proporciona una base sólida para experimentar con una tecnología tan prometedora como desafiante, utilizando su propio flujo de caja para financiar nuevas adquisiciones y expandir el modelo.