Tecnología
Aparecieron de la nada y, en cuestión de segundos, iluminaron el cielo ruso de tonos azules y rojos. No, no era un ataque aéreo, sino más bien la condena de todos aquellos que tuvieron lugar durante la Segunda Guerra Mundial. El pasado 7 de mayo, un ejército de drones fue lanzado en Rzhev, al noroeste de Moscú, para conmemorar el final de uno de los mayores conflictos bélicos de la Historia. Se movieron con precisión y escrúpulo, como si de una coreografía se tratase. El objetivo era dibujar una paloma de la paz en señal de respeto y memoria, pero este simple gesto puso sobre la mesa un dato importante: la capacidad de reacción y control que ofrece esta tecnología. Es cierto que estas pequeñas aeronaves existen desde hace tiempo, pero no ha sido hasta ahora cuando su uso ha empezado a democratizarse y extenderse a sectores tan distanciados como el comercio, el medioambiente o el transporte. ¿El siguiente paso? Que Amazon le entregue sus compras a ras de ventana.
En realidad, esto último también existe ya, pero aún no ha proliferado más allá de Estados Unidos. Cuando lo haga, otra nueva partida habrá ganado el gigante tecnológico: a través de ellos, busca ahorrar costes y reducir los tiempos de espera al usuario. ¿A cuánto? Sólo 30 minutos. Así lo señaló David Carbón, vicepresidente de Amazon, en una entrevista en TechXplore. ¿Se imaginan comprar un libro, una manzana o una televisión a través del móvil y recibirlas en aproximadamente media hora? Ahora bien, para ello, la multinacional deberá contar con el certificado de las autoridades de aviación correspondientes a los distintos territorios, tal y como ya ha conseguido en el país americano.
Esta iniciativa, que parece pionera, no la pusieron en marcha Jeff Bezos y compañía. Otras empresas ya lo intentaron antes con más o menos éxito: UPS, por ejemplo, obtuvo a finales de 2020 la misma autorización para expandir sus servicios de mensajería aérea al ámbito de la salud. Igual que Alphabet Wing, de Google. En nuestro país, aún resulta imposible ver algo similar. Aunque sí es verdad que existen start ups que tienen muy presente este futuro inmediato. Ese es el caso de FuVeX, que ha apostado todo por los dispositivos aéreos no tripulados frente a los helicópteros. De hecho, la jugada no le ha salido nada mal: en verano de 2019, cerró un acuerdo con Naturgy para vigilar las redes de su filial UFD. Es decir, más de 3.000 kilómetros de tendido eléctrico, a vista de pájaro. Esta labor incluso puede extrapolarse al campo medioambiental, donde estos artilugios ya están jugando un papel clave.
Son los llamados fumigadrones, un novedoso concepto que está a punto de despegar. La meta es reducir hasta un 70% de los gastos que conlleva esta actividad en su forma tradicional. Así, una vez determinado el tipo de fertilizante, tan sólo hay que introducirlo en el equipo y fijar los parámetros en los que se quiere emplear. Este proyecto zaragozano, además, plantea dos importantes ventajas: reduce la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera y transfiere menos nitrógeno a la tierra. En cualquier caso, su potencialidad no acaba aquí, pues la mirada de sus dueños ya está puesta en otras misiones. Éstas llegarán cuando la normativa lo permita, pues no hay que olvidar que, a día de hoy, estas creaciones se localizan bajo el mismo paraguas legal que los mastodónticos Boeing 747.
Un contrato de 90 millones
No hay duda de que el cambio climático está causando estragos en buena parte del planeta. A los constantes aumentos de temperatura, hay que sumar el progresivo incremento del nivel del mar. Para hacerles frente, la empresa californiana Salidrone ha diseñado unas naves acuáticas que se desplazan por el océano Pacífico e intentan combatir este problema mundial. Gracias a un conjunto de radares y cámaras de alta resolución, estos aparatos recogen datos meteorológicos y cuentan la vida silvestre que se encuentran a su paso para, después, tomar decisiones al respecto. Asimismo, permiten controlar la sobrepesca, ya que emplean una tecnología de sonar capaz de supervisar las variaciones de ejemplares. Algo similar al dispositivo forjado por el Instituto de Ciencias Ambientales y de la Tierra de La Pampa y el Centro de Estudios para la Conservación de Aves Rapaces de Argentina, destinado a estudiar poblaciones amenazadas y en peligro de extinción, como el águila coronada.
Otra práctica que, dada la situación provocada por el COVID-19, está al borde de la desaparición son los botellones públicos. Las aglomeraciones y el bicho no se llevan demasiado bien, de ahí que se esté haciendo todo lo posible por evitarlos. Una buena forma es a través de tecnopatrullas voladoras. En Getafe y Tres Cantos (Madrid), por ejemplo, ya se están haciendo. Por medio de ellas, se pueden realizar vigilancias silenciosas, ampliar el campo de visión aéreo, grabar vídeo en tiempo real, tomar fotografías de alta calidad… pero también monitorizar enemigos y reconocer zonas de combate.
Desde el punto de vista militar, los drones van a constituir una herramienta esencial de trabajo y defensa. Así lo considera, al menos, el Gobierno Español, que ya ha celebrado con Estados Unidos un contrato armamentístico de 90 millones de euros para mejorar la capacidad de reacción del país frente a las amenazas actuales y futuras. Mientras tanto, a escala civil, aún queda por ver cómo estos desarrollos intervendrán en las futuras construcciones de edificios, en la creación de oficinas, en el control del 5G o el transporte de personas. Porque sí, también existen ya los taxis aéreos no tripulados. En Abu Dhabi, están a punto de ponerlos en marcha y, claro, es imposible no prestarles atención ante tanta pomposidad. ¿Que una máquina va a ser capaz de llevarnos de casa a un restaurante como si de Uber o Cabify se tratase? Sin duda. Tan sólo hay que esperar a que la idea emiratí se vuelva viral y todos queramos copiarla de alguna u otra forma. Siempre pasa igual.