Tecnología
La casa de Penélope Cruz en Dolor y gloria es, literalmente, una cueva encalada. Parece fría y un poco oscura, pero la realidad es que reúne todos los elementos necesarios para hacer del espacio un hogar confortable y acogedor. Se encuentra en Paterna (Valencia) y, hoy en día, hace las delicias de algún que otro curioso atraído por el morbo chovinista de Almodóvar. Es bonita, atractiva e, incluso, ensoñadora. Ahora bien, si la comparamos con otras tantas residencias cinematográficas, la victoria se vuelve un tanto complicada. Ahí están, por ejemplo, la mansión high tech de Robert Downey Jr. en Iron Man o el claustrofóbico búnker de Oscar Isaac en Ex Machina. Dos casos de cómo la tecnología ha conseguido cambiar nuestras vidas, no sólo a nivel personal sino también a nivel estructural. Porque sí, cada vez es más habitual encontrarse edificios inteligentes que interactúan con el medio para facilitar nuestras rutinas y, por qué no, para salvar a la humanidad.
Al menos, esa es la intención que tienen la mayoría de las construcciones que, cada año, recoge la revista Evolo en su tradicional competición. Se trata de propuestas futuristas con materiales y técnicas que, aunque parezcan inminentes, resultan difíciles de concretar en la actualidad. ¿Se imaginan un rascacielos de árboles que respira en pleno Manhattan? ¿O una residencia-paraguas que recoge lluvia en mitad de México? Pues eso. Lo más probable es que estas ideas no lleguen nunca a materializarse en la práctica, pero juegan un papel importantísimo a la hora de dibujar las líneas de la arquitectura tecnosostenible del futuro.
Lo primero que hay que tener presente es que, a nivel estético, son singulares. Y lo segundo es que, a escala científica, resultan imbatibles. La gran medusa china de Lu Wang, Shuangjiang He, Ning He, Youjia Lv y Limin Wang es buen reflejo de ello. Sabemos que la superficie del Ártico ha disminuido un 95% en las últimas cuatro décadas como consecuencia del cambio climático y que este deterioro constante puede tener consecuencias desastrosas en el planeta de aquí en adelante. Por ello, estos profesionales han querido ponerle freno con un armatoste capaz de generar nuevas capas de hielo por sí solo: a través de una serie de tubos submarinos que recuerdan a los tentáculos de las aguavivas, conseguirán reducir la cantidad de sal del mar, lo que facilitaría su congelación más rápidamente. “Utilizamos la diferencia de presión para que el agua entre de forma natural, por lo que todo el proceso de fabricación de hielo casi no consume energía”, explican en la citada publicación.
Con esa misma intención eco, se cuela una especie de torre Agbar con paraguas invertido. En días de tormenta, estas particulares obras desplegarán unas membranas capaces de recoger las precipitaciones e incorporarlas en los sistemas de suministro de la ciudad. ¿El objetivo? Forjar urbes autosuficientes. Sus creadores, los israelíes Amit Deutch, Roni Dominitz y Tamar Kerber, lo idearon para todos aquellos puntos geográficos que sufrieran problemas de escasez con cierta frecuencia. Para ello, contarán con una altura de 400 metros y con capa externa que albergará 10 alas anexas de hasta 600 metros de diámetro.
Algo más complejo es lo que plantean Xiangshu Kong, Xiaoyong Zhang y Mingsong Sun. Los Hmong son una etnia que vive en Yunnan (China), una provincia que parece sacada del mapa asiático dadas sus particularidades lingüísticas, arquitectónicas y culturales. Sin embargo, estas tradiciones han ido perdiendo fuelle como consecuencia de la irrupción de los nuevos estilos de vida y del continuo bombardeo tecnológico al que se han visto sometidas. Con el objetivo de apaciguar un poquito esta metamorfosis, se ha desarrollado este proyecto: una comunidad que aglutine historia y modernidad en el mismo espacio. “Tomaremos el armazón de una vivienda local de estilo zancudo y, luego, utilizaremos una grúa para trasladar la casa de madera original a la misma”, aseguran sus responsables. De esta forma, poco a poco, se irán añadiendo más y más fincas al mencionado esqueleto, dando lugar a un edificio de edificios.
Una esponja gigante
A lo largo de los capítulos de ‘El Barco’, la mítica serie de Antena 3, pudo verse en varias ocasiones cómo la ausencia de líquidos ponía en jaque a los últimos supervivientes de La Tierra. En especial, a aquellos que aguardaban en un rascacielos localizado en mitad de la nada. Sin sistemas de depuración ni de desalinización, la única opción estaba en el cielo. De ahí que se las idearan para capturar la mayor cantidad de lluvia posible a través de distintos diseños que bien recuerdan al siguiente destacado en Evolo: una suerte de esponja gigante que se infla y se desinfla cuando la chaparrada aprieta.
Detrás de ella se encuentran los inventores surcoreanos Lee Jae Uk y Kim Ji Hoo, que la concibieron con el mismo objetivo que Maria Casas y Blanca Suarez: recoger agua para el consumo humano y la siembra. Aunque, en esta ocasión, para zonas rutas de África. ¿Cómo funcionará? El bloque acogerá en su techo un mecanismo que se abrirá durante las temporadas de precipitaciones y se cerrará con posterioridad para evitar que se evapore. Lo hará automáticamente, gracias a una serie de paneles solares que generarán la electricidad necesaria para hacerlo funcionar y para que los sujetos que lo habitan puedan convivir sin ningún problema. Éste es, sin duda, otro de los fines fundamentales de cualquiera de estas construcciones. También la de los ucranianos Andrii Lesiuk, Mykhaylo Kohut, Sofiia Shkoliar, Kateryna Ivashchuk, Nazarii Duda, Mariia Shkolnyk, Oksana-Daryna Kytsiuk, Andrii Honcharenko: un inmueble donde el cemento, las baldosas y el cristal brillan por su ausencia.
“Las ramas de los árboles híbridos del futuro formarán la estructura de un rascacielos viviente, harán instalaciones biomórficas uniformes y se alimentarán de los recursos del suelo y del sol, dando lugar a un ecosistema esencial para las grandes aglomeraciones”, sostienen. En definitiva, un parque vertical plantado sobre árboles y sistemas de regadío que se entrelazarán para crear distintas zonas residenciales. Algo así como la casa que le quedó a José Coronado y a Quim Gutiérrrez en Los últimos días, después de que un misterioso síndrome impidiese a las personas salir a la calle.