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Banco Santander

La tecnología mató al efectivo

En breve los avances tecnológicos harán que el dinero contante y sonante desaparezca, y uno de los primeros beneficiados será la economía.

La tecnología mató al efectivo larazon

En breve los avances tecnológicos harán que el dinero contante y sonante desaparezca, y uno de los primeros beneficiados será la economía.

os nuevos movimientos siempre se levantan sobre los principios opuestos de sus predecesores. Los románticos nacieron oponiéndose al racionalismo y de la esperanza del «flower power» surgió el «No hay futuro» de los punks. El problema es que actualmente los movimientos ya no son culturales, sino tecnológicos y hoy el dinero virtual y los avances están asegurándose que el efectivo desaparezca.

Internet modificó el modo en el que se compra y actualmente el 60% de los españoles utilizamos este medio para realizar transacciones de modo habitual. Samsung Pay, Apple Pay y Pay Pal también están cambiando las reglas no sólo para pagar, sino para enviar dinero de un móvil a otro. Y a ello se han sumado los bancos (con sistema de apertura de cuentas mediante el envío de fotos y técnicas biométricas para autentificar firmas a distancia) y el Estado, que quiere saber exactamente el dinero que viene y va para controlar de modo más efectivo los impuestos.

En este sentido, los países nórdicos son los primeros que están tomando medidas. Dos años atrás, el gobierno danés obligó a todas sus tiendas a aceptar pagos electrónicos. En Suecia, 900 de los 1.600 bancos no tienen dinero en efectivo, lo que ha hecho que la circulación de papel caiga casi un 25% en el país, según informa el Instituto Europeo. Y Noruega también está siguiendo este camino: apenas un 6% de sus ciudadanos (la mayoría mayores de 60 años) utiliza efectivo, según Trond Bentestuen, directivo de uno de los mayores bancos del país, el DNB. Fue el propio Bentestuen quien aseguró que «actualmente hay aproximadamente 50.000 millones de coronas noruegas en circulación, pero el Banco Central Noruego sólo puede responder por el uso del 40%, lo que significa que existe un 60% de ese dinero que está fuera de nuestro control».

A principio de año, el ministro de finanzas alemán propuso limitar los pagos en efectivo a 5.000 euros mientras que Italia y España hablan de un límite mucho más bajos, apenas mil euros. El objetivo es impedir el lavado de dinero y la financiación de grupos terroristas.

A eso se une otro elemento más: el precio del dinero. Un estudio realizado por la Universidad Tufts de EE UU señala que a este país le cuesta unos 200.000 millones de dólares por año el uso de dinero contante y sonante. La impresión (tintas, papel, metales, medidas de seguridad y traslados), hacen que los costes sean cada vez más altos.

En nuestro país las cifras tampoco son bajas. Solo en monedas España produjo, desde 2002, 7.085 millones, a unos 6 céntimos promedio por cada una, el resultado es de 425 millones según el Banco Central Europeo. Mientras que los 710 millones de billetes de 50 euros que España produjo el año pasado costaron uno 42,6 millones.

La idea de hacer desaparecer el dinero en efectivo, impulsada por los avances tecnológicos disponible y basada en la necesidad de controlar sus idas y vueltas ha hecho que otra tecnología se una para aprovechar la muerte del efectivo: las monedas digitales y el fraude cibernético.

En Suecia se ha duplicado en 10 años, en España ha aumentado un 16% entre 2015 y 2016 y en toda la UE ha llegado a un total de 1.300 millones de euros.

Así, del movimiento tecnológico que quiere matar al efectivo, nace el que quiere que viva en un entorno digital. Los casos de personas que se han hecho millonarias por comprar «algunas monedas de Bitcoin» son numerosos. Ben Antenore, del Instituto Tecnológico, señala el caso de un noruego que compró bitcoins por valor de 22 euros en 2013 y este año descubrió que tenía 850.000 euros.

Faltaba poco para que este mercado (dinero que cambia de mano en mano, casi sin control, cuya estabilidad es fiable, al menos por ahora y que da grandes rendimientos sin que los gobiernos logren meter mano). Así nació Ethereum.

Hablando en plata, esta nueva plataforma trabaja con contratos inteligentes, cada vez que dos personas u organizaciones quieren llevar a cabo un acuerdo, los contratos inteligentes regulan qué ocurre a cada paso impidiendo la manipulación. Y generalmente se utilizan para transacciones financieras. Esto ha hecho que los creadores de Etherum busquen una cibermoneda y qué mejor idea que crearla ellos mismos. Y Ether vio la luz. En la primera ronda de financiación consiguió 270 millones de dólares en apenas tres horas.

Ether es muy parecida a Bitcoin en lo que a minería respecta: hay que «inscribirse en un sorteo» y ver si toca, trabaja con algoritmos y se supone que aumenta en valor. Pero Ether tiene una ventaja, mientras Bitcoin ha anunciado desde sus inicios que existirá un número limitado de esta moneda y luego ya no se «imprimirán» más (lo que hace que eventualmente su valor caiga), Ether no trabaja del mismo modo: en cierto sentido será infinita, algo que garantiza su permanencia y uso. De hecho, «The New York Times» ha asegurado que BitCoin debería dejar paso a Ether en lo que a monedas digitales se refiere y es que en lo que va de año, el valor de Ether ha aumentado un 4.500%.

Es una constante de la sociedad: los nuevos movimientos siempre se levantan sobre los principios opuestos a sus predecesores. Ayer sólo confiábamos en un mundo tangible, un universo físico. Hoy éste se está desmoronando mientras se erige uno digital, en el que nadie ve el dinero, los valores aumentan porque el programa así lo dice y la confianza la genera un algoritmo, no un ser humano. Casi parece que hemos vuelto al racionalismo.

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