Expulsión

El día que "MasterChef" expulsó a su aspirante más fiel

La concursante que más veces había intentado entrar en el talent de cocina se despide tras un fallo que ni el jurado pudo probar. El adiós más sentido de la edición en TVE

El día que "MasterChef" expulsó a su aspirante más fiel
El día que "MasterChef" expulsó a su aspirante más fielRTVE

En cada edición de "MasterChef" hay una historia que se cuela sin hacer ruido y, cuando explota, revela el tipo de televisión que más conecta: la que es capaz de mezclar obsesión, vulnerabilidad y una caída inevitable. Esta semana le tocó a Elena, una de esas concursantes que no pasan por el plató: lo habitan. Llegó tras seis intentos de casting, con la ilusión intacta y un historial de insistencia que conmovía incluso antes de encender los fogones. Pero fue precisamente el fuego el que la traicionó.

La cuarta semana de "MasterChef 13" acabó con su expulsión tras una de las pruebas más simbólicas del formato: una Caja Misteriosa con treinta variedades de ajo. El ingrediente, tan esencial como traicionero, le jugó la peor pasada posible. Su plato, según el jurado, estaba tan dominado por el ajo que ni siquiera pudieron seguir probándolo. Fue entonces cuando Elena reveló una circunstancia personal desconocida: tras una operación de pólipos, había perdido tanto el gusto como el olfato. Un dato que explicó su desequilibrio, pero que no evitó el veredicto.

El programa había comenzado con un clásico: las batallas por el pin de inmunidad. Crepes dulces, saladas y una crepe Suzette marcaron el terreno. Bea e Ismael se impusieron y disputaron la final ante Ángela Gimeno, ganadora de la edición anterior. Aunque hubo cata ciega, el resultado fue previsible. La experiencia de Ángela se impuso, y el pin volvió a quedarse sin dueño. Sin inmunidad asegurada, todos los aspirantes sabían que el peligro estaba al acecho.

En Plasencia, la prueba de exteriores introdujo otra capa: la de la presión emocional. En un cocinado solidario para el comedor social de Cáritas, los aspirantes debieron rotar equipos en mitad del servicio. Clara, que capitaneaba al equipo rojo, acabó desplazada y ninguneada por sus nuevos compañeros. La escena resultó incómoda incluso para los jueces, que lamentaron la falta de cohesión y liderazgo. Pese a ello, su nuevo equipo ganó, y ella se libró por unas horas del delantal negro.

Elena no tuvo esa suerte. Su equipo fue el derrotado, y regresó a plató con una presión extra: demostrar en la eliminación lo que no había podido en exteriores. Allí, la Caja Misteriosa marcó el inicio de su despedida. Los jueces, sin contemplaciones, fueron desgranando los errores uno a uno. El plato de Elena fue el más cuestionado, y su salida, aunque lógica, se vivió con una carga emocional superior a la habitual. No solo por sus lágrimas, sino por las de sus compañeros.

Hay una parte del programa que no tiene que ver con técnica ni paladar. Tiene que ver con aguante, con deseo, con lo que representa estar en esas cocinas tras años de insistencia. Elena no fue la mejor cocinera de la noche, pero sí la historia más redonda de la velada. Su paso por "MasterChef" no será recordado por un plato concreto, sino por esa combinación entre tesón, honestidad y derrota sin excusas

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"MasterChef 13" entra en esa fase del concurso en la que el espectáculo comienza a definirse más por las trayectorias que por los ingredientes. Y ahí, incluso desde fuera, Elena ya es parte de lo que define esta edición. Lo fue antes de entrar y lo seguirá siendo después de marcharse. Aunque su plato no se pudo comer, su historia sí se quedará en la memoria del programa.