Entrevista

Javier Giner: "Buscando mi identidad, mi voz, y quién soy, tomé un desvío muy peligroso"

Acaba de adaptar su libro de memorias sobre su desintoxicación, «Yo, adicto», a serie de televisión que acaba de estrenar Disney+

Javier Giner durante el rodaje de la serie
Javier Giner durante el rodaje de la serieDisney+

Lo primero que hago cuando me coge el teléfono Javier Giner (Baracaldo, 1977) es asegurar cómo llamarlo, ya que en la serie prefiere Javi.

Menudo viaje es «Yo, Adicto».

Realmente la serie va justamente de un viaje. Para mí la desintoxicación, las drogas y todo esto es la excusa. Evidentemente, está identificado en primera persona con el viaje que hice yo. Buscando mi identidad y buscando cómo suena mi voz y quién soy, tomé un desvío muy peligroso. Pero en el fondo, que es una cosa que me satisface mucho y me produce mucho orgullo, es que los que veis la serie realmente conectáis con la humanidad de la propia serie. Y que se llame «Yo, adicto» y el personaje se llame como yo, no deja de ser una excusa para hablar de un viaje absolutamente común que hacemos todos los seres humanos. No es una serie sobre enfermos, es una serie sobre seres humanos que sufren y que se están intentando encontrarse a sí mismos. Cualquier persona sabe lo que es luchar consigo mismo.

Va dejando miguitas de que la serie es sobre saber vivir.

Hay algo en la estructura de la serie que es muy consciente y que es también muy arriesgado: el primer y segundo capítulo te obligan de alguna manera a identificarte como espectador con un personaje que está escrito para que te produzca el mayor rechazo posible: es un gilipollas, narcisista, egocéntrico, manipulador, mentiroso y provoca daños por donde pasa. Entonces lo que tiene la serie es que al comienzo estás viendo la historia de una persona muy alejada de ti mismo, con una realidad absolutamente ajena a ti, con unos comportamientos absolutamente ajenos a ti. Y poquito a poco, cuando más va profundizando y entrando en la humanidad de ese personaje, de repente, la serie de repente tiene pequeñas miguitas donde a ti las cosas que se dicen te empiezan a resonar y ya no son tan ajenas y la propia serie es como un espejo que se vuelve hacia ti mismo y te devuelve no un reflejo de una adicto, sino el reflejo de ti como espectador. Me gusta decir que en la serie hay una profunda reivindicación de la empatía de la humanidad y de los errores que todos cometemos y de cómo nos perdemos. Habla del poder de la identificación entre todos nosotros, que hay algo que nos une más allá de nuestros contextos, y es que todos somos seres humanos. Y esa es una lección que, por ejemplo, yo aprendí estando ingresado,: cómo era capaz de identificarme con personas que no tenían absolutamente nada que ver conmigo.

Es una serie con escenas duras, ¿cómo fue trabajar en la coordinación de intimidad en ellas?

En general, todo en la serie se ha hecho con un extremo cuidado, sobre todo, poniendo a los seres humanos por encima de la serie. En el caso de las secuencias, digamos sexuales hemos tenido dos coordinadores de intimidad en la serie y se han seguido absolutamente todos los protocolos para que los actores y actrices se sintieran en todo momento seguros y respetados. Pero incluso iría más allá: en las secuencias que no tienen absolutamente nada que ver con la coordinación de intimidad y con el sexo, las secuencias emocionales, que en muchos momentos los temas y las cosas tan frágiles que toca la serie, incluso podrían ser más peligrosas, lo hemos hecho todo desde el cariño; una sensación de familia, de cuidado, de amor, de respeto.

Oriol Pla escogió su propio camino para interpretarle. ¿Cómo fue trabajar con él?

Lo primero es que Oriol y yo estuvimos trabajando mano a mano un año en este personaje, algo absolutamente impensable en el audiovisual a día de hoy. Desde el principio los dos supimos que teníamos que hacer esto a tumba abierta. Una de las primeras cosas que le digo a Oriol es no soy un personaje público, con lo cual, intenté liberarle de esa necesidad de imitarme. Yo le hablaba todo el rato de encarnar y de habitar el personaje. Y con eso lo que le intentaba decir era que el Javier Giner de la pantalla no tiene por qué ser el real. Lo que yo estaba intentando buscar o a donde quería llegar era a que el Javier Giner de la pantalla fuese el hijo que él y yo nunca tendremos. Lo que le transmitía era para que ese personaje funcione y tenga la visceralidad que necesita la serie, porque al final la serie se sostiene sobre los hombros de Oriol, son necesarias mis tripas, pero también las suyas. Ha sido una especie de construcción, de hermanamiento, hasta el punto en el que Oriol y yo, a día de hoy, somos como hermanas telequinésicas. Yo le miro y sé lo que está pensando, y él sabe lo que yo estoy pensando.