San Sebastián

A Perera le ponen a prueba el valor y a El Juli la casta

Una oreja cortan cada uno y otra más Hermoso de Mendoza en una tarde tibia en el coso de Illumbe de San Sebastián

Chicuelina de Julián López «El Juli» en el coso de Illumbe, en la segunda de la Semana Grande
Chicuelina de Julián López «El Juli» en el coso de Illumbe, en la segunda de la Semana Grandelarazon

Una oreja cortan cada uno y otra más Hermoso de Mendoza en una tarde tibia en el coso de Illumbe de San Sebastián

- San Sebastián.Segunda de la Semana Grande. Se lidiaron toros para rejones, reglamentariamente despuntados de pitones, de Fermín Bohórquez y cuatro de Garcigrande, bajos de presentación en líneas generales. El 1º, noble y flojito; el 2º, movilidad, codicia, puntea el engaño, pero humilla por el derecho; menos claro por el otro y se acaba rajando, pero muy encastado; el 3º, protestón, desigual de ritmo y con la fuerza justa; el 4º, con las fuerzas justas y paradote; el 5º, gazapón, derrotón y sin ritmo; y el 6º, complicado. Tres cuartos muy largos de entrada.

- Hermoso de Mendoza, rejón (silencio); y rejón (oreja).

- El Juli, de berenjena y oro, estocada trasera, descabello (oreja); y estocada caída (silencio).

- Miguel Ángel Perera, de verde hoja y oro, estocada desprendida (saludos); y buena estocada, aviso (oreja).

Espléndida estaba Illumbe al llegar, a pesar del infernal atasco que hizo a más de uno perder la puntualidad de las seis de la tarde o las súplicas lanzadas al aire para que un taxi llegara a tiempo de depositarme cerca de la puerta de entrada, esta vez sin jugarme la vida en la travesía anti. El taxista iba por su cuarta carrera en una sola dirección: la plaza de toros. Para allá y vuelta. «De seis a ocho coge usted los taxi que quieras», dice. Tomo nota, aunque no me sirva de mucho. Al llegar a la plaza, lo entiendes, más gente que el día anterior. Engalanados y felices. Sorprende la acústica de esta plaza, aunque la cubierta tiene una sonoridad especial, también unos silencios penetrantes e incluso demoledores. Después del trajín del paseíllo con sobresaliente para el mano a mano El Juli y Perera y el rejoneador navarro Pablo Hermoso, cuando llega la hora de la verdad el mutismo tiene un golpe de efecto, como si te metiera de lleno en lo que va a venir. Y vino un toro de Bohórquez para el rejoneador, despuntado de pitones como permite el reglamento, y con las fuerzas justas perdidas entre tanta nobleza. No dio grandes alegrías las arrancadas del toro ni la labor del rejoneador, que cubrió con aseo el expediente. La oreja se la llevó de un cuarto, flojo y parado, que parecía en estado de vagancia absoluta. ¡Qué recuerdos!, los de la vaguería, digo. Hermoso puso la maquinaria en orden, se ajustó en los encuentros, esmerado e invadiendo el terreno del toro y encontró la muerte rápida y limpia.

Un trofeo paseó también El Juli de un toro con muchos matices, pero por encima de todos ellos la casta. Entre lo bueno tuvo codicia para perseguir el engaño y hacerlo sin descanso, sin perder el aliento y muy por abajo; en esa huracanada embestida intentaba puntear la muleta cuando el pase llegaba a su fin y en el horizonte marcó al final la intención de rajarse. La faena de El Juli tuvo momentos muy distintos. Los comienzos fueron muy ligados, en esa asfixiante arrancada, también por fuera y escondiendo mucho la pierna de salida. Cuando quiso el natural, el natural no fue. El toro no tenía esa claridad para viajar en el engaño. Después de una cosa y la otra, vino lo mejor, una serie de derechazos de verdad maciza y con solidez poco antes de coger la espada. El quinto, gazapón, gustoso del derrote y con mala clase, no dio para alargarse. El tercero de Miguel Ángel Perera era uno de esos toros con los pitones oscuros, casi negros. Como andaba con lo justo, la suerte de varas fue puro simulacro, aunque al presidente se le antojó que pasara una tercera vez. ¡Como iba sobrado! Comenzó de rodillas el extremeño y al poco se paró casi en seco el toro, estaba cantado, muy a menos y desigual en el ritmo. Perera salvó el momento con los terrenos que tan bien maneja a pesar de vivirlos muy cerca del toro. Iba y venía el sexto sin demasiado ímpetu por el derecho y mucha incertidumbre por el izquierdo, que acabó contagiándose en un viaje muy lento y no metido en la contundente muleta de Perera, que mostró solvencia y seguridad. Como quien intenta luchar contra los elementos salió del trance con una merecida oreja. Le puso a prueba el valor, y no volvió la cara. De frente iban los donostiarras, que se merecen ya una tarde rotunda, corridas bien presentadas, y ese halo mágico por el que volver a volver.

El cartel de hoy

Toros de Juan Pedro Domecq para Morante de la Puebla, Sebastián Castella y Alejandro Talavante.