Toros

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Aguado fuerza su Goyesca

Corta tres orejas y una Morante en el mano a mano de la primera Goyesca de Ronda fuera de sus fiestas

Pablo Aguado tras la tradicional corrida Goyesca
Pablo Aguado tras la tradicional corrida Goyescalarazon

Corta tres orejas y una Morante en el mano a mano de la primera Goyesca de Ronda fuera de sus fiestas

El “No hay billetes” sentenciaba las voces de la polémica. Por sacar la feria de feria y por la dificultad por sustituir a Roca Rey en fecha tan emblemática. Fue el otro torero del momento el que vino a rematar el cartel y enfrentar así a los dos toreros de Sevilla. Un espejo que reflejaba muchas lecturas. La de aquella corrida en Sevilla, la que catapultó a Aguado en la Maestranza más allá de deambular de boca en boca del aficionado, el día en el que Roca Rey fue precisamente a Sevilla a comerse el mundo después de haber deslumbrado en su compromiso anterior. A portagayola se fue y se diluyó esa ambición después como si también cayera rendido al embrujo. Morante no se amontonó y lo defendió y en verdad, era su casa y su cetro ¿tal vez? lo que estaba en juego. Ronda les dejaba a solas. Con otro toro, claro, pero con los egos en juego. Morante, además de dejarnos absortos con el vestido, amarillo (chaqueta) y rojo (taleguilla) para abreviar, un albero y grana igual para intentar ponerlo más bonito, poco hizo con el primero, noble pero de poco fondo.

Los olés esperaban a Aguado a la verónica. Las tres primeras sólo sé de ellas por los olés, a la cuarta, que ya vi, compuso bonito y templado. Volaba la capa con facilidad en la chicuelinas al paso con las que llevó al toro al caballo, por donde pasó con mimo. Y ni con esas, el toro no quiso después. Se afligió, para dentro, desrazado y sin fuerza, cuando Aguado le puso la muleta era un billete para viajar a la contra. Imposible el toreo. Dos pinchazos fueron su fin. Sin más. Muerte triste. De toro triste. Con gente contenta. Y a la espera.

“Luminario” nos devolvió la ilusión de la tarde, la de la claridad del viaje y el temple. Y Morante la de su toreo clásico, que brindó a Abascal. Macizo a veces, templado casi siempre, denso por momentos, pero menos inspirado, menos roto, menos hondo. A derechas, noble el toro, y bueno, y al natural. No se salió el de La Puebla del patrón del clasicismo y en esa línea viajó de principio a fin, en una faena coreada con olés. Un pinchazo precedió a una buena estocada y así el trofeo.

Una larga cambiada en el tercio fue el saludo de capa de Aguado al cuarto. Luego vino el toreo a la verónica: mecido, lento e imperfecto. Tuvo que salirse de su estructura para forzar la del toro y el triunfo, para arrancarle una cuarta más de embestida que la que quería el toro, que iba y venía pero sin uniformidad. Fue a más la labor del diestro sevillano y también con un tejido más liviano que las profundidades que nos enamoraron.

Nos despejó las ideas en el quinto Morante cuando antes de banderillear invitó a Raúl Ramírez a hacer un salto a la garrocha. Y hasta ahí pudimos leer. Se contaron con los dedos de las dos manos, a lo sumo, los muletazos que pegó después. Y no porque el toro tuviera aviesas intenciones, quizá por la fuga de las musas, tal vez... Tal vez tampoco encontró la rectitud en ninguna de las ocasiones que entró en matar. Qué sabe nadie.

Muy despacito lo hizo Aguado con el capote a la verónica hasta los mismos medios en el sexto. Y el toro no humillaba. Y acudía al paso, pero en esos tiempos, en ese ritmo, con la cara del Juampedro a la altura de la esclavina encontró el sevillano el acorde perfecto para acabar su saludo capotero de once verónicas y una media con palmas por bulerías. En la primera tanda de muleta el toro se echó. Tremenda imagen. Pidió un sombrero, de Domingo Hernández, que tampoco fue un dechado de bravura, iba justo de poder, y así la faena de Aguado, con más empaque que profundidades. Con algún muletazo descomunal, porque lo lleva dentro, pero como si se conformara con uno y no con cinco. Fueron más fogonazos de toreo grande que robarle un trozo a su propia historia. La espada luego entró, a la primera, lo que no había ocurrido, y la gente entró también de lleno. Dos trofeos. Dos soles de esta Ronda bella, pero el corazón menos lleno que aquella tarde primaveral en la que estaba tan lejos el invierno.

Ronda (Málaga). Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq, terciados, desiguales de presentación y a modo. 1º, noble y bajo de raza; 2º, desrazado y sin fuerza, afligido; 3º, de buen juego; 4º, va y viene con nobleza; 5º, noble; 6º, se echa durante la lidia; 7º, sobrero de Domingo Hernández, justo de poder y noble. Lleno de “No hay billetes”

Morante de la Puebla, pinchazo, media (silencio); pinchazo, buena estocada (oreja); tres pinchazos, estocada que hace guardia (silencio).

Pablo Aguado, dos pinchazos (saludos); estocada corta y trasera (oreja); pinchazo, estocada corta (silencio); en el sobrero de regalo, estocada (dos orejas).