Toros
Palma quiso toros
Éxito de público y artístico con la Puerta Grande de El Fandi en la vuelta de los toros tras la ley «balear», anteayer en Mallorca
Después de la hazaña de llegar hasta aquí, tras las presiones del griterío anti de “asesinos”, la lectura del dogma que te anticipa que vas a presenciar un espectáculo que puede “dañar tu sensibilidad” o que te registren el bolso, inaudito en la fiesta de los toros, antes de entrar y asegurarte que quedaba prohibida la entrada a los menores de 18, El Fandi nos reconcilió con el mundo de las emociones y levantó a la gente de sus asientos, sobre todo para pedir con el corazón, el indulto del tercer toro de la noche, que fue una locura de bueno. El presidente se cruzó, se opuso, negado con el sentir colectivo, con el fin último de la bravura del animal, en las antípodas de la emoción que se vivía en el ruedo y desoyendo las leyes del campo bravo. Fue respuesta de oficinista a la llamada del corazón, el que había conquistado el toro de Juan Pedro por méritos propios en el Coliseo Balear. Veníamos de la locura. Colectiva. La de ver el toro embestir, que en eso consiste este espectáculo, y detenerse El Fandi en sí mismo para torear al toro de rodillas. Se reducían ambos, se paraba el tiempo. El resto fue un devenir. De emociones. Hizo todo Fandi por la conquista y la conquista estaba, pero la gente quería dejar a ese toro vivo, devolverlo al campo, a la vida padre. La mala luz de presidencia no dejaba ver si había indulto o no. La confusión reinó en la plaza, hasta el punto de que hubo un momento que Fandi iba a entrar a matar y todos convencidos de que el toro había sido indultado. Ilusos. El presidente no quiso. La espada entró y la vuelta al ruedo para el toro tuvo todos los honores. Tributo íntegro. Y era verdad, qué cosas, que se habían herido sensibilidades. Las vi en las caras. De muchos. A gritos. De pie. Sentados. Alzando la voz con pañuelos. De todas formas pidieron el indulto al toro. Se entregó con el séptimo, que repitió en las telas con un punto de aspereza. Una oreja cortó Manzanares del encastado cuarto, tras una estocada notable y fulminante. Y a punto estuvo de hacerlo El Juli con el segundo, de buena nota pero falto de fuerza. La espada le separó de hacerlo. Lo hizo todo con el noble, derrotón y terciadísimo sexto. Con el octavo Manzanares derrochó suavidad y empaque con otro buen toro.
Morante dio la peor cara con el bravito primero. No hubo mucho lucimiento y sí fallo a espadas. Acabo siendo cogido (sin consecuencias al parecer) por el quinto, que tenía movilidad pero no tanta entrega. Ocho toros y un espontáneo, por cierto, anti, claro, y sin toro. Por supuesto. ¿Se referiría a esto lo de las sensibilidades? ¡Qué perversión!
Palma de Mallorca. Regreso de los toros después del invento de la Ley Balear tumbada por el Constitucional. Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq, terciadísimos de presentación. 1º, bravo; 2º, de buena condición pero flojo de remos; 3º, extraordinario y premiado con la vuelta al ruedo tras petición de indulto; 4º, encastado; 5º, movilidad sin entrega; 6º, noble y derrotón; 7º, movilidad y repetición con punto de aspereza; 8º, bueno. Casi lleno.
Morante de la Puebla, de verde botella y oro, tres pinchazos, dos estocadas cortas (silencio); pinchazo, estocada tendida (saludos).
El Juli, de azul noche y azabache, pinchazo, estocada que hace guardia, descabello (saludos tras petición); estocada (oreja).
El Fandi, de verde manzana y oro, estocada (dos orejas); pinchazo, estocada, descabello, aviso (oreja).
José María Manzanares, de grana y azabache, buena estocada (oreja); pinchazo, estocada (saludos).
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