Feria de San Isidro

Para empezar, una mansada

«Trasquito», bravo oasis que supo a poco en un descastado encierro de Valdefresno con el que Miguel Abellán saludó en el cuarto la única ovación en la primera de la Feria de San Isidro.

Relajado derechazo de Miguel Abellán al cuarto en la apertura del ciclo de San Isidro
Relajado derechazo de Miguel Abellán al cuarto en la apertura del ciclo de San Isidrolarazon

«Trasquito», bravo oasis que supo a poco en un descastado encierro de Valdefresno con el que Miguel Abellán saludó en el cuarto la única ovación en la primera de la Feria de San Isidro.

Las Ventas (Madrid). Primera de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Valdefresno y Hermanos Fraile Mazas (3º), una escalera, muy desiguales de presentación. El 1º, con nobleza por el derecho, a menos; el 2º, huidizo y manso; el 3º y 6º, aquerenciados; el 4º, gran toro, con buen son, humilló y tuvo transmisión; el 5º, manso, movilidad sin entrega. Tres cuartos de entrada.

Miguel Abellán, de rioja y plata, estocada trasera y contraria (silencio); buena estocada, descabello (saludos).

Daniel Luque, de marino y oro, estocada atravesada (silencio); estocada desprendida (palmas).

Fortes, de tabaco y oro, pinchazo, aviso, media atravesada y trasera, dos descabellos (silencio); dos pinchazos, estocada, aviso (silencio).

Rebasaba el reloj las siete apenas un puñado de segundos. Cielo gris, muy encapotado, más de Otoño que de mayo. La primera de tantas. De 31. Un mes completo de toros. Bendito maratón de ilusiones en busca de la gloria. Sueños para el desvelo. El bullicio habitual del paseíllo, roto por las palmas. Ovación de ley. Infalible justicia. Madrid y su memoria. Sacó a Fortes al tercio a saludar. Un año casi entero desde aquel fatídico día que se nos cortó la respiración con un pavorosa cornada en el cuello. Su reencuentro ayer con Madrid, cariño inicial a un lado, no pudo ser más frustrante. Se aquerenció desde las banderillas el tercero y sacarlo de ahí fue una quimera. Fortes puso todo el empeño de su parte, le dio todas las ventajas en esos terrenos que cortan el aliento, pero no hubo manera. Idéntico guión –hasta el diluvio que sólo asomó en sus dos toros– en el sexto, gazapón, al que consiguió sujetar en el tercio hasta que decidió pararse. El malagueño, por encima del peor lote de la tarde.

«Buscavisperas» fue el toro del Alfa. Vida y media hasta el Omega, allá por el 5 de junio. Serio y guapo el salpicado de Valdefresno. También tuvo nobleza. Poco más. No le sobró motor y nunca descolgó en las telas. Abellán porfió y le buscó las vueltas en una faena en la que predominó el toreo en redondo. Ése era el pitón bueno. Por la izquierda, protestó más. El madrileño, encajado, robó una tanda más rotunda, pero en esa estrecha línea que hace prender la mecha no brotó la chispa adecuada. Silencio. «Trasquito» fue el oasis de la tarde. El ansiado maná de la bravura. Un mastodonte cinqueño con mucha romana que tuvo nobleza, buen son y transmisión. Enclasadas embestidas que Abellán acompasó con dulzura en la primera mitad del trasteo. Relajado, por momentos. Supo dejarle siempre muy puesta la muleta para evitar que se aburriera. Hubo ligazón y ritmo. El tendido se metió en la faena, pero entonces sus cimientos se resquebrajaron. No hubo el acople inicial y la faena se diluyó. Buena estocada para despenarlo y ovación para toro y torero. Con la miel en los labios.

Se protestó al primero de Daniel Luque. Blandeó lo suyo en los primero tercios. Pero se vino arriba y sacó genio en la muleta. Mansito y reservón, embistió a traicioneros arreones y buscó el cobijo cerca de chiqueros en cuanto pudo. Luque trató de sujetarlo más allá del tercio, pero no hubo manera. Imposible. Las protestas en su primero se convirtieron en clamor en el quinto. Escurrido. Muy escurrido. Una raspa a pesar de los 551 kilos, que volvió a coger el mismo destino de sus hermanos: la querencia. Otro manso con movilidad que terminó acunado en tablas. Allí, Luque mandó y le arañó las tandas sin apenas perder pasos, pero también sin brillo por la escasa raza de su adversario que nunca se empleó. Nos relamimos con «Trasquito», pero, para empezar, una mansada.