Ferias taurinas
Tibio final de Otoño con los grises
Destacan El Cid y Rafaelillo con la corrida de la ganadería de Adolfo Martín.
Destacan El Cid y Rafaelillo con la corrida de la ganadería de Adolfo Martín.
Las Ventas (Madrid). Última de la Feria de Otoño. Se lidiaron toros de Adolfo Martín. 1, noble, de buen ritmo aunque va acortando los viajes; 2, noble y desentendido; 3, flojo y deslucido; 4, complicado, mirón y deslucido; 5, parado, con cierta nobleza y sosote; 6, deslucido. Tres cuartos de entrada.
Rafaelillo, de azul pavo y oro, estocada tendida y desprendida, descabello (saludos con división); pinchazo, gran estocada en lo alto (saludos).
El Cid, de verde y oro, estocada tendida y trasera (saludos); pinchazo, estocada corta, descabello (saludos)
La Feria de Otoño llegaba a su última parada con la corrida de Adolfo Martín. Corridón según en qué toro nos detengamos a pensar. Corridón a todas luces por delante: descomunales cabezas. A El Cid le vimos hasta una sonrisa al ver aparecer por toriles la inmensidad de cuernos del quinto. Era cosa de pesadilla. Un parapeto sin salida. ¿Cómo se lo habría explicado por la mañana la cuadrilla? No me imagino al banderillero en cuestión cerrar las manos para escenificarlo. Imposible. Abierto en cruz los pitones iban hasta el infinito y más allá. Por ahí se tapaba el toro. Toraco hablemos. Aunque si hubo un momento en la tarde. En todas las hay aunque luego nos cunda el tedio. Bueno el momento, llamado así a secas a partir de ahora fue en el cuarto. Un pinchazo precedió al momentico. Momentazo. Cuando Rafaelillo, que no es precisamente alto, se perfiló de nuevo en la suerte suprema, tenía el toro también trago y medio por delante, pero echó la mano abajo y la otra arriba. Bendita cruz que dicen. Una estocada en lo alto, hasta la yema, poned un tópico detrás de otro, y se cumplían. Una verdad sobresalía por encima de todas: la belleza de la muerte cuando es tan de verdad, tan leal, tan íntegra. Y así fue el final. Emocionante. Con un farol de rodillas recibió al toro antes de que se desubicara la suerte suprema, mal hecha, sin planteamiento. Se puso con entrega luego Rafael con la muleta. Tenía miga el toro, se hacía el tonto, y al menor descuido se metía por dentro el adolfo. Al primero iba por la inercia luego era otra historia. Rafaelillo se llevó el mejor toro de la tarde. Fue al caballo el de Adolfo de lejos en tres ocasiones y ahí ya acercó posiciones con el público, y luego en la muleta, visto con perspectiva, se dejó hacer, con cierta nobleza pero se iba guardando las balas según avanzaba la historieta. División hubo después a la entrega del murciano.
> Centrado vimos a El Cid con un quinto portentoso de pitones, recuerdan. Se dejaba hacer, pasaba por ahí, pero a la caza del descuido. Iba y venía el segundo de la tarde sin emplearse en el engaño, del que salía distraído. Como si la cosa no fuera con él. Y no fue mucho. El Cid se justificó y nos fuimos a un tercero que era imposible. No por malo, sí por flojo y deslucido. Así a Morenito de Aranda no le quedó otra que pasar de largo de la faena. No había manera. El sexto no le dio mayores glorias, sin humillar ni entregarse jamás. Habíamos encaminado la cuenta atrás de la temporada y ya éramos todos presa. No era la tarde. Un Otoño que nos dejó tibios con la de los grises.
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