Series
Malas compañías
«Camping» acaba de estrenarse en HBO España y supone el regreso de la actriz, guionista y directora Lena Dunham tras el éxito internacional de «Girls».
«Camping» acaba de estrenarse en HBO España y supone el regreso de la actriz, guionista y directora Lena Dunham tras el éxito internacional de «Girls».
Si «Girls» adquirió un espacio desmedido en la cultura pop es en buena medida a causa de su creadora. Porque Lena Dunham es como los higadillos en salsa: algunos la aman y otros la odian, y entre unos y otros no hay nadie. Y eso es así porque quien más quien menos asumió desde el principio que la actriz y guionista era esencialmente igual que su personaje en la serie, la cretina millennial Hannah Horvath. Y la serie misma llegó a ser percibida como un referéndum sobre Dunham y sobre su cuerpo, sus ideas, su autoconsciencia y su vanidad.
El nuevo proyecto televisivo de la neoyorquina también está protagonizado por una mujer definitivamente antipática, pero en esta ocasión ha tomado varias medidas para que nadie haga el mismo tipo de analogías. De entrada, quien da vida a esa mujer no es alguien a quien el público disfruta odiando sino Jennifer Garner, una actriz que despierta simpatías unánimes, o casi.
Personajes insufribles
Además, está claro que Dunham ya no trata de erigirse en voz de su generación: basada en una teleserie británica, «Camping» retrata a un grupo de personajes de mediana edad que se van durante cuatro días de excursión al campo; y en especial se fija en Kathryn (Garner) una neurótica controladora, narcisista, agresiva y adicta al victimismo. Es, en resumen, una mujer insoportable, y demostrarlo una y otra vez es el único chiste del que dispone la serie, al menos, a juzgar por sus cuatro primeros episodios.
El motivo de la acampada es el cumpleaños de su marido, un calzonazos; los acompañan otras tres parejas, que por supuesto apenas aguantan a Kathryn. Entre ellos está Jandice (Juliette Lewis), una jipi hipersexual y aficionada a las drogas, y que a primera vista es radicalmente opuesta a Kathryn: relajada en lugar de tensa, y encantadora en lugar de irritante. Pero poco a poco va quedando claro que las dos mujeres en realidad no son tan distintas como parecen.
El gran problema de «Camping» es que su personaje principal es alguien con el que nadie en su sano juicio querría compartir ni siquiera un viaje en ascensor y, por tanto, pasar en su compañía cuatro horas de televisión es una tortura. Cierto que los personajes desagradables suelen ser instrumentos eficaces para la comedia, pero Kathryn no es divertida en lo más mínimo. En primer lugar, porque Dunham y Konner parecen estar más interesadas en comprender su conducta que en sacarle punta –su historial incluye una histerectomía prematura y dolores crónicos, males que la propia Dunham ha experimentado–; y en segundo lugar porque Garner, quizá para hacernos olvidar su imagen de chica adorable, sobreactúa hasta el punto de impedir que el personaje parezca ni una persona real ni la exageración de una.
A decir verdad, el resto de personajes son solo ligeramente más tolerables que Kathryn y, de nuevo, construir una serie exclusivamente a partir de gente molesta que dice cosas molestas y se comporta de forma molesta no parece una idea particularmente buena. Habrá quien piense, no sin razón, que esa es ni más ni menos que la estrategia narrativa que convirtió «Girls» en todo un éxito. Pero si entonces Dunham se esforzaba por explorar las flaquezas del cuarteto protagonista, la primera mitad de la primera temporada de «Camping» sugiere que sus insufribles personajes seguirán siendo insufribles todo el tiempo. Y eso, por otra parte, en última instancia logra que vivamos en nuestras carnes la experiencia de estar atrapados en un lugar inhóspito con un grupo de gente despreciable. Es un mérito cuestionable, sin duda, pero al menos nosotros tenemos la posibilidad de cambiar de campamento en cualquier momento.
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