Ocio

Hollywood

Visita guiada al fondo de la mente

«Maniac», la nueva ficción de la plataforma Netflix, escenifica una serie de fantasías inducidas por los estupefacientes para meditar sobre la importancia de la amistad.

Emma Stone encarna a Annie, su primer protagonista principal en una serie de televisión
Emma Stone encarna a Annie, su primer protagonista principal en una serie de televisiónlarazon

«Maniac», la nueva ficción de la plataforma Netflix, escenifica una serie de fantasías inducidas por los estupefacientes para meditar sobre la importancia de la amistad.

En una escena de «Maniac», Jonah Hill se transforma en un águila y se cuela volando en un sueño de Emma Stone inspirado en «El Señor de los anillos». En otro, una psicóloga interpretada por Sally Field se fuma una droga antes de meterse en un cajón para hacer terapia a un superordenador deprimido. En uno de sus episodios, Stone y Hill dan vida a una pareja de «rednecks» que intentan recuperar un lémur robado llamado Wendy. Dicho de otro modo: es una serie rara. Y orgullosa de serlo.

Después de todo, buena parte de su metraje transcurre dentro de una serie de mundos creados mentalmente por sus protagonistas gracias al efecto de los estupefacientes. Y durante el resto lo hace en un mundo contemporáneo pero alternativo en el que siguen usándose computadoras ochenteras y pequeñas máquinas circulan por las calles recogiendo cacas de perro, y en el que todo, incluidas las relaciones afectivas, está sujeto a la compraventa.

Almas extraviadas

Por este entorno tan pintoresco como tristón se arrastran dos almas perdidas: Annie, una drogadicta afligida (Stone), y Owen, que es un esquizofrénico introvertido y la oveja negra de una odiosa familia rica (Hill). Ambos se convierten en cobayas en el ensayo de un medicamento psiquiátrico cuyos excéntricos responsables –liderados por un doctor con peluquín adicto al onanismo– pretenden erradicar la tristeza, la enfermedad mental o cualquier defecto en la mente humana. El tratamiento que proponen para ello se compone del citado superordenador, tecnología de microondas y tres pastillas que, al ser ingeridas, transportan a cada paciente al interior de ilusiones creadas por su propia mente. Por algún motivo, Annie y Owen acaban colándose el uno en la fantasía de la otra, y viceversa.

Esas excursiones al fondo de la mente adoptan sucesivamente la forma de una comedia de atracos de los 80, la de una cinta de gánsteres y la de una epopeya tolkieniana, entre otras. «Maniac», pues, aloja en su interior varios fragmentos de películas, y por tanto es una serie hecha a la medida tanto de sus dos protagonistas, ambos estrellas de Hollywood, como del director Cary Fukunaga, capaz de brillar tanto en la pantalla grande como en la pequeña.

A medida que Annie y Owen se abren camino juntos a través de sus delirios, y en el proceso no solo se conocen el uno al otro y a sí mismos, sino que también ponen en jaque el experimento, «Maniac» ofrece un retrato de la enfermedad mental que podría ser considerado simplista e insensible de no ser porque, a decir verdad, la serie no va de eso: su auténtico asunto es el sufrimiento que causa la soledad en un mundo cada vez menos empático. A través de la fantasía, sugiere que no hay píldora ni ordenador que sean capaces de reemplazar el tipo de efecto terapéutico que provoca la amistad. Si suena cursi, es porque lo es.

No puede ser casual que «Maniac» haya sido creada y escrita por Patrick Somerville, en su día guionista de «The leftovers» y, por tanto, ya acostumbrado a mezclar tramas enrevesadas con ideas sobre la importancia de la conexión emocional. Sobre el papel está inspirada en una serie escandinava del mismo nombre, aunque en la práctica se parece tanto a ella como una lavadora a un pepito de lomo. Su única relación con los países nórdicos es un episodio en el que Owen se convierte en un hombre sueco que mata accidentalmente a un alienígena.

Quizá la mayor pega que puede ponérsele al trabajo de Somerville y Fukunaga es que, si por un lado «Maniac» nos invita a preguntarnos constantemente cuánto de lo que estamos viendo pertenece a la realidad de los personajes y cuánto es ilusorio, por el otro se toma excesivas molestias para explicarnos en todo momento qué sucede y qué significa. Asimismo, la excentricidad de su universo tiene algo de calculada; los viajes de Annie y Owen parecen más una colección de referencias a otras película y series que el resultado de una verdadera exploración psicológica.

Aunque, por otra parte, ¿no es cierto que los paisajes mentales del hombre y la mujer modernos en buena medida están ocupados por historias que la ficción audiovisual les ha contado? Y, en última instancia, ¿qué más darán esas pegas si en cualquier caso el resultado es una ficción tan divertida y adictiva?