Viajes
Siguiendo los pasos de Pablo Escobar en Medellín
Es posible realizar un tour por la ciudad colombiana que permite descubrir nuevas facetas del famoso capo
Existen numerosos tipos de viajes. Viajes en familia o en pareja. O en solitario. Viajes en busca de uno mismo, en busca de emociones, nuevas experiencias o recovecos de Historia. Viajes peligrosos. Viajes apacibles, viajes de veraneo y viajes muy fríos en invierno. Pero hay un tipo de viaje que cada vez llama más la atención a lo largo y ancho de Occidente, en especial en los Estados Unidos, y es posible que ni siquiera sabías que existía. Son los viajes al mundo del narcotráfico. De sus esquinas oscuras y las leyendas que la prensa y el cine han mitificado.
En este caso, si queremos señalar el objetivo más codiciado por este tipo de viajeros, habría que buscar al narcotraficante más mítico posible, y en tal caso todos susurramos el mismo nombre: Pablo Escobar Gaviria. Veintisiete años después de su muerte, todavía es objeto de interés para todo el mundo. Y buscando seguir sus pasos de la forma más fiel posible, habrá que acudir al que fue su territorio desde 1976 hasta 1993, conocido por muchos como La Ciudad de la Eterna Primavera. Medellín.
El barrio Pablo Escobar
Hablamos de 1983. El Patrón todavía no es conocido por todo el globo debido a sus actividades terroristas, su conexión con el narcotráfico y su irresistible capacidad de mando sobre todo un país. Todavía quedan diez años exactos hasta que fuerzas policiales de Colombia y Estados Unidos lo abatan a tiros sobre uno de los tejados de esta misma ciudad, el mundo todavía puede caber en la mano de Escobar. Y parece dispuesto a atraparlo. Utilizando todas las técnicas del manual de la extorsión, cuando todavía no se hacía más que sospechar sus negocios criminales, consiguió fraguarse una figura de hombre respetable, hecho para los negocios, con numerosas amistades en el mundo de la política, las finanzas y las leyes, el mundo de los poderosos que puede decirse.
Todavía no se había extendido su famosa ley de “plata o plomo”. Camuflado bajo esta máscara de honradez, consiguió financiar la construcción de hasta 60 campos de fútbol en la ciudad de Medellín y también construyó todo un barrio bajo el lema de “Medellín sin tugurios”. Lo cual suscitó opiniones encontradas entre todas las capas sociales de la ciudad; sus detractores afirmaban que se trataba de una estrategia para tapar sus negocios ilícitos y sus simpatizantes aseguraban que este barrio no era sino una muestra de su bondad.
Sea cual fuere la verdad, el resultado fueron un total de 250 viviendas iniciales dirigidas a las familias más necesitadas de Medellín. Y no piense el lector que se trataban de sencillas casas de chapa. Hablamos de ladrillos, duros, resistentes a las inclemencias del tiempo y la pobreza. Un barrio entero, hoy conocido como el barrio Pablo Escobar, donde todavía viven cerca de 16.000 personas y cuenta con un total de 4.000 viviendas.
El Gobierno colombiano no legalizó el barrio hasta agosto del 2012 - por sorprendente que parezca - pero el truco del almendruco en esta jugada magistral del capo Escobar consistía en que, entregando casas gratis a ciudadanos con necesidad, se garantizó la lealtad de miles de personas. Se sabe que muchos de sus sicarios salieron del barrio Pablo Escobar, y todavía hoy no es completamente seguro visitarlo. Pero es posible. Existen guías turísticos en Medellín especializados en Pablo Escobar que llevarán al visitante por las callejas del barrio, explicándole pequeños detalles sobre la historia de El Patrón que ocurrieron junto a esos mismos muros, esas mismas aceras.
La Catedral
Galopemos un puñado de años, aterricemos en 1991. El Pablo Escobar de apariencia inocente, amigo de personas supuestamente honradas, ha desaparecido a base de plata y plomo. Ya no engaña a nadie y Colombia se divide entre quienes le apoyan y quienes no, sin importar que la verdad fuera aterradora. No ocurre como con los políticos de ahora que gobiernan mediante engaños porque Pablo Escobar gobernaba (a su manera, sin necesidad de urnas) a partir de la verdad. Una verdad sangrienta pero verdad, al fin y al cabo. Y este poder basado en la verdad le otorgó una serie de privilegios que ningún otro capo de la droga ha tenido jamás. Pudo construirse su propia cárcel cuando fue detenido en 1991 y residir en ella con todos los lujos que se le antojasen.
Esta cárcel, conocida como La Catedral, sigue hoy en pie, y es posible visitarla. Nunca pudo el interesado por Pablo Escobar pisar con tanta exactitud las mismas trazas de cemento que pisó capo, ni compartir los olores que rodearon algunos días de su vida con semejante intensidad.
Rodeada por la salvaje selva colombiana a una hora de Medellín, construida con la intención de evitar su extradición a los Estados Unidos, ahora no son más que ruinas, pero son unas ruinas embargadas por todo tipo de historias increíbles. Hace falta ir hasta aquí con un tour organizado pero merece la pena, ya que los guías se saben al dedillo los tejemanejes que ocurrieron entre sus muros. Casi nos falta ver al verdadero Pablo Escobar sentado en el sofá, pegado al teléfono. Espera la llamada que le confirme que ya llegaron los 100 kilos de nieve a Florida.
Casa Museo de Pablo Escobar
La joya de oro en este estrambótico viaje al descubierto de las balas, casi casi embrujados por la vida apasionante de este personaje, no puede terminar en otro lugar que no fuera una de las casas de Pablo Escobar. Hoy se trata de algo así como un enorme cofre del tesoro donde encontrar cualquier curiosidad imaginable sobre él.
Hablamos de poder ver algunas de las avionetas que utilizó para el transporte de la cocaína. Sus coches, uno de ellos todavía guarda las balas que impactaron contra el cristal blindado. Incluso una moto acuática que mandó fabricar después de enamorarse del mismo modelo, viendo una de las películas de James Bond que protagonizó Roger Moore. En el recorrido por este museo conocemos la faceta más personal del capo, sus caprichos, los intereses que venían ligados con su profesión e incluso sus aficiones deportivas. Si estás pensando en escribir una novela sobre él, visita este museo. Procura meterte en sus carnes y descubrir cuánto de héroe y cuánto de villano tenía en realidad, sin dejarte influenciar por los comentarios de apoyo en el Barrio de Pablo Escobar ni su fama de criminal.
Fotografías de sus familiares y colaboradores más próximos motean las paredes y, si tienes suerte, quizá te encuentres con Roberto Escobar, hermano de Pablo, que en ocasiones acude al museo para contar sus historias. El Osito Samuel, así le llamaban entonces, perteneció al Cartel de Medellín hasta el asesinato del capo, siendo el encargado de las finanzas y cualquier tarea administrativa. Podrías escuchar de su boca toda la información que necesites, sin necesidad de que un tercero haga de intermediario. Pero no tengas miedo. En la actualidad se dedica a vivir de las rentas que le reporta su novela, The Accountant´s Story, a diseñar teléfonos y a demandar a importantes personalidades, tales como Elon Musk o Donald Trump.
Son los genes Escobar, qué remedio. Parece resultarles inevitable dar por saco a los estadounidenses.
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