Tienen pareja, amigos y familia, pero les gusta conocer mundo sin compañía

Yo viajo solo: tienen pareja, amigos y familia, pero les gusta conocer mundo sin compañía

¿El motivo? Les permite independencia, adentrarse en culturas diferentes y hacer nuevos contactos. Los llaneros sanitarios están de moda

Para el padre de Carlos el mundo es peligroso. Solo ha salido una vez de su pueblo para celebrar su luna de miel. Fue a Gran Canaria y, desde entonces, han pasado 25 años, tres hijos más o menos rebeldes y algún que otro desencanto. No conoce más países, ni quiere conocerlos. Ni la gentileza ni la hospitalidad con las que el viajero es recibido en cada cultura. Ni el cariño ni la dulzura del que sonríe y tiende la mano. Y, en cierto modo, Carlos lo entiende. Su padre no ha tenido su suerte y por eso tiene miedo de que le pase algo. “Si alguna cosa tiene que aprender es que las personas son buenas por naturaleza en cualquier parte del planeta”, asegura. “Sé que tiene pavor a que viaje solo, pero es la mejor forma comprender todo lo que nos rodea”.

Así que la primera vez que se fue, le prometió tres cosas: una, dejar su contacto en el hostal donde durmiese; dos, mandar una postal de vez en cuando; y tres, llenar su maleta de recuerdos con los que luego darle envidia. “Durante tres veranos, trabajé como camarero para ahorrar la mayor cantidad de dinero posible. Siempre había querido ir a los Balcanes”, explica a LA RAZÓN este joven gaditano, cuyo primer destino fue Montenegro. “Me apasiona su historia, ese halo de misterio que envuelve su pasado. Quería conocer cada uno de sus rincones y la mejor forma de hacerlo es a través de su gente”. Durante 97 días recorrió Bosnia-Herzegovina, Serbia, Croacia, Eslovenia y Macedonia. Bailó kolo (baile tradicional serbio) por las calles de Nis, lloró en el cementerio de Srebrenica y pintó varios cuadernos con Lagos de Plitvice de fondo.

“Cuantas más personas conocía, más me daba cuenta de las cosas que compartimos. La amabilidad no es algo que dependa de un territorio. No es mejor uno que vive en Madrid que uno que lo hace en Skopie”, añade Carlos. “Cuando me veían solo, se acercaban, se interesaban. Aprendí muchísimo de sus historias personales, de cómo encaraban la vida. Esto solo es posible cuando viajas de una forma más sosegada, disfrutando de los pequeños detalles. Esos que no están en las grandes plazas ni en históricos parques, sino en los corazones de sus habitantes”. Entre ellos, se encontraba Faris, un chico bosnio que decidió compartir con él el resto del camino. Le enseñó algo de serbocroata, le fotografió frente a las marcas de la guerra y, sobre todo, le hizo sentir como en casa a pesar de la distancia.

Viajar solo se está convirtiendo en una tendencia al alza en España, el segundo país de Europa con más adeptos. Aunque normalmente se ha asociado a solteros, esta tendencia está ya desligada del estado civil. De hecho, las parejas que buscan una escapada individual para poder salir de la monotonía han aumentado un 500% en los últimos años. Cuando Santiago Rey, fundador de la agencia para viajeros solitarios Yporquénosolo, se dio cuenta en 2003 de que las preferencias de viajes estaban cambiando, pocos negocios turísticos estaban dirigidos a este colectivo. “Las vacaciones ya no son como eran antes. Lo normal es que ahora sean más escalonadas y no siempre coincidiendo dentro del matrimonio”. Aunque estos no son los únicos perfiles.

Una mochila y un billete de ida

Marina es una de estas raras avis, cada vez más comunes. Hace justo un año, quiso ponerse a prueba, conocer hasta donde podía llegar y saber si su sueño de ser corresponsal es tan utópico como dice su padre. Así que cogió un bus desde Salamanca hasta Madrid, llenó su mochila con lo esencial y compró un billete de ida a Bangkok. “Soy una persona muy independiente y no me quiero limitar nunca a hacer cosas en compañía o a no hacerlas porque estén ocupados”. Esta joven, que actualmente reside en Dublín, siempre ha admirado y leído a periodistas como Martha Gellhorn, mujeres que se han enrolado en viajes solas o sin la compañía de un hombre. “Porque ser mujer y viajar sola o en compañía de otras mujeres, siempre ha llevado implícita la etiqueta de solo travel. Y, en ese sentido, pues sí, voy sola pero no por el hecho de no ir acompañada de un hombre”.

Resulta curioso que la anécdota que más le molestó tuviese lugar a su regreso a España: era más de media noche y se bajó del metro en la parada equivocada, por lo que tuvo que coger un taxi para llegar a casa de una amiga. El taxista la observó durante un buen rato y se percató de sus chanclas en pleno febrero y su cansancio acumulado tras 20 horas de viaje. Rápidamente, le preguntó de dónde venía: “Le dije que de Asia y me contestó: Tú sola, qué valiente. ¿No te dio miedo?. Yo le aseguré que no. La conversación siguió con un tono bastante machista y siempre remarcando el hecho de que yo, mujer, viajara sola y, además, no me diera miedo. La verdad es que me llamó la atención que la primera conversación que tuve al llegar a mi país fuera sobre si he tenido miedo, si debo sentirlo o si soy valiente por el hecho de viajar sola y ser mujer”.

Durante su estancia en Camboya, apenas tenía unos pantalones cortos, la camiseta del hostal donde trabajó, un par de vestidos de playa y un bañador. “Me pasé tres meses descalza... y era feliz”, añade. “He aprendido sobre mis limitaciones y necesidades en otros contextos a los que jamás había estado expuesta y cómo resolver ciertos problemas técnicos. He entendido lo que significan otras culturas, convivido con los locales e interesado por sus costumbres. Esas sensaciones son algo de lo que jamás te arrepientes. Sin duda, es una de las mejores experiencias de mi vida y en la que en ningún momento me he sentido sola. Siempre hay alguien dispuesto a compartir un Pad Thai –plato típico de comida tailandesa– o una cerveza camboyana”.

Y así cada día. Y, precisamente, si Marina echa de menos algo es eso: la gente que conoció en el hospedaje. “La cocinera apenas hablaba inglés, era una mujer muy graciosa y le encantaba tocarme el culo”, recuerda. “Los camboyanos son muy españolitos para eso del abrazo y del toqueteo. Siempre me llamaba a la cocina y me daba algo, o yo le hacía bromas que no entendía, pero nos reíamos mucho. Un día le dije que me gustaba la camisa que llevaba puesta y al día siguiente me la regaló. Ella que no tiene nada, me regala lo poquito que tenía”.

Boleros argentinos y un piso en las afueras

Por un lado, están personas que como Marina o Carlos se lanzan a la aventura y organizan su ruta sobre la marcha. Por otro lado, aquellos que como Rafael y Sofía acuden a una agencia para que les organicen el viaje. Desde los vuelos, el alojamiento y los traslado hasta los compañeros perfectos según sus gustos. “Cuando te apasiona viajar por encima de todo te da igual el cómo. Una vez pruebas y te decides a hacerlo solo, te das cuenta de que tiene muchas cosas a favor”, relata Rafael, de 52 años, que suele realizar entre dos y tres grandes expediciones al año. “Es cierto que hay momentos que te gustaría compartir con los tuyos, pero también otros en los que al hacerlo tú solo descubres personas y lugares que no habrías visitado viajando con conocidos”.

Eso fue lo que le paso a Sofía. Le acababan de despedir del trabajo y necesitaba un cambio de aires. Pensó en mudarse y buscar nuevas oportunidades laborales en el extranjero, pero tampoco quería autoengañarse. El problema estaba en su cabeza y quería ponerle fin cuanto antes. “Mi hermano me convenció para ir a una agencia de singles y contratar uno de estos viajes. Al principio me daba vergüenza, pero luego conoces gente maravillosa”. Su ruta comenzó en Buenos Aires junto a una docena de solteros, entre los que estaba Daniel. Al principio, solo compartían impresiones, algunas fotos y pocas miradas. Su gran interés por la música argentina, en cambio, despertó en ellos algo más que una afición. “Los días pasaban y, poco a poco, me sentía mejor. Solté todo el lastre que llevaba. Él me ayudó y ahora tenemos dos hijos, un piso de 45 metros cuadrados en las afueras de Madrid y una hipoteca a 20 años. Somos los más felices del mundo”.

Mesa para uno, por favor

“Nosotros trabajamos casi al 100 % con clientes nacionales. Esto ha llegado para quedarse”, sostiene Santiago Rey, fundador de Yporquénosolo. Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas, el año pasado se contabilizaron más de 4.500 agencias que organizaron 32,6 millones de viajes. “Hay que tener en cuenta que en España la gente se independiza más tarde, se separa y vive sola más frecuentemente. Este cambio sociológico también se nota en el turismo”. En la imagen de la izquierda: Santiago, en una escapada a Jordania. A la derecha: Rafa, en Sudán.