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Verano

Este pueblo francés a solo una hora de España parece sacado de un cuento: casi nadie lo conoce

Además del encanto de sus calles, tiene un balneario con piscinas termales, un casino de estilo oriental y tiendas con productos locales

El pueblo francés a una hora de España que enamora a los españoles: sin apenas turistas y parece de cuento Laura Mesonero Ortiz

Para los viajeros empedernidos que ya han recorrido cada rincón de España, hay un lugar para el que no hace falta coger un avión. Basta con pasar la frontera y a tan solo una hora del País Vasco, en la comarca de Bearne, se encuentra Salies-de-Béarn, un pequeño y encantador pueblo francés que parece detenido en el tiempo.

Esta región —natural, histórica y con orígenes que se remontan a la Alta Edad Media— está marcada por sus canales, sus casas de piedra y un aura medieval que lo impregna todo. Pero entre todas sus joyas ocultas, hay una que destaca por dos elementos inesperados: los jabalíes y la sal.

Salies de Bearne, FranciaLaura Mesonero Ortiz

La leyenda del jabalí que reveló un tesoro

Cuenta la historia local que, en la Edad Media, un jabalí herido por unos cazadores buscó refugio en un pantano fangoso. Días después, lo encontraron muerto… pero cubierto de cristales de sal. En ese momento, los habitantes comprendieron que bajo Salies fluía una fuente de agua salada diez veces más salada que el mar. Y el jabalí, en su lecho de muerte, habría dicho: "Si no hubiera muerto allí, nadie viviría allí."

Hoy, en la Place Bayaà, se puede visitar la Fuente del Jabalí, un homenaje a esta leyenda que cambió el destino del pueblo. Porque si hay algo que define a Salies-de-Béarn, es la sal. Se vive, se come, se duerme y se cura con sal.

Un oro blanco que dio vida

Ya en la Prehistoria —según hallazgos arqueológicos del siglo XX— la sal era utilizada en Salies como medio de conservación. Desde el siglo XI a.C., esta sal no solo preservaba alimentos, sino que representaba riqueza y supervivencia.

Desde 1587, solo los llamados Parts Prenants, descendientes de los primeros habitantes, tienen el derecho exclusivo de explotar esta fuente salada. Hoy en día siguen extrayendo artesanalmente la famosa "fleur de sel*, una sal gourmet de calidad superior.

Un casino muy especial y un balneario para relajarse

El potencial terapéutico del agua salada se descubrió en el siglo XIX, cuando se abrió el primer establecimiento termal en 1857. Rápidamente, el lugar se llenó de aristócratas en busca de curas milagrosas: nobles españoles, duques y duquesas, artistas y escritores como Francis Scott Fitzgerald, Zelda, la familia Eiffel, y quizás incluso Françoise Hardy.

Con el auge de la sal, la ciudad no tardó en desarrollarse: se construyó un casino de estilo oriental, un jardín público con quiosco de música, y una estación de tren que recibía a decenas de viajeros cada día.

El pueblo francés a una hora de España que enamora a los españoles: sin apenas turistas y parece de cuento Laura Mesonero Ortiz

Actualmente, el balneario sigue en funcionamiento con piscinas termales. Los turistas pueden pasar un rato relajante, darse algún masaje o incluso, pasar largas estancias para tratar alguna patología. Además, hay un museo de la sal que ofrece la posibilidad de visitarlo con guía, tiendas con productos locales y restaurantes con gastronomía francesa.