Islandia

Islandia, naturaleza en estado puro

Con un clima no tan frío como pensamos y un claro protagonista: la naturaleza. Islandia es realmente una maravilla con sus cascadas, sus volcanes y otros accidentes geológicos

Islandia, naturaleza en estado puro
Islandia, naturaleza en estado purolarazon

Con un clima no tan frío como pensamos y un claro protagonista: la naturaleza. Islandia es realmente una maravilla con sus cascadas, sus volcanes y otros accidentes geológicos

Su patrimonio no es artístico ni cultural. Aquí, en tierra de vikingos, se siente la naturaleza con toda su belleza porque Islandia está repleta de infinitas maravillas naturales. Este confín en el noroeste del océano Atlántico y casi en el Circulo Polar Ártico es, sin duda alguna, el país europeo donde las fuerzas de la naturaleza se muestran con mayor intensidad. Te sientes como en otra época glacial o en otro planeta aún sin explorar. Es una isla que alimenta la imaginación del viajero con la promesa de paisajes y emociones diferentes a todo aquello que han visto mis ojos hasta ese momento: lagunas azules de aguas termales, desiertos de lava, géiseres en erupción, bullentes pozas de barro, fumarolas, volcanes en actividad –que cada cinco años provocan pequeñas erupciones–, o no –cubiertos de nieve–, y cascadas.

Hay nombres que nos inspiran grandes aventuras. E Islandia es uno de ellos. Por su ubicación y geografía, al plantear un viaje a la remota Islandia en nuestra mente pintamos un paisaje extremo, de hielo y fuego. Y no nos defrauda. Tierra de verdaderos contrastes. Nada mejor para justificar lo que ven mis ojos. Los enormes glaciares cubren gran parte del país. La nieve, la otra parte. Nieve y cascadas por doquier es lo que nos escontramos en cualquier esquina del país. Y fuego, porque Islandia nace de los volcanes y toda su tierra es lava volcánica. Aunque la mayor parte del tiempo sus volcanes estén dormidos, el subsuelo de Islandia no deja de estar en constante ebullición. Ello se manifiesta en su superficie en numerosas pozas térmicas, espectaculares géiseres y fumarolas, por las que la tierra parece respirar.

Por momentos cuesta contener el aliento e, incluso, es necesario pellizcarse o parpadear para descubrir que lo que tienes ante ti es real. Paisajes fantasmagóricos e incluso a ratos apocalípticos o sacados de películas. Otras, te sorprendes alucinando ante tan apabullante belleza natural, donde falta vegetación –en Islandia apenas hay árboles y donde hay son replantaciones– y zonas pobladas –apenas 325.000 habitantes, se reparten en un territorio de 103.000 km2.

- Entrada al Ártico

Según vas recorriendo kilómetros, disfrutas de paisajes descomunales, casi deshabitados, cubiertos por la nieve en invierno y por los prados y pastos en verano. Es un viaje muy fácil de recorrer, tanto a tu aire como en viaje organizado, como los que organiza Island Tours, una agencia especializada con 14 años de experiencia (www.islandiatours.es o en el 915476094-931691898).

Reikiavik, al suroeste del país, es el principal punto de entrada, al que podemos llegar desde Alicante con la compañía aérea Wowair (www.wowair.es). Esta ciudad, pequeña y acogedora, con sus casitas de madera pintadas de sobrios colores y su encantador puerto viejo, tiene una gran vida social y se ha convertido en un destino emergente en el norte de Europa. Desde Reikiavik, tomamos un vuelo de apenas 45 minutos rumbo a Akureyri, la capital del norte y la llamada puerta de entrada del Ártico.

El país no tiene más que maravillas extremas, como las aguas termales del lago Myvatn. Al principio te producen una gran sensación entre frío y miedo generado por esas nubes de vapor que generan. Pero una vez metida en el agua, a un temperatura entre 36 y 39º, no puedes hacer otra cosa más que disfrutar. O experiencias inolvidables como la subida a un volcán donde se encuentra una planta de producción de energía geotérmica para terminar asomándonos al cráter de un volcán extinto, Krafla. Y rincones preciosos, como una ciudad encantada, Dimmuborgir, donde la lava ha creado un espectacular bosque con retorcidas formas. Cerca de allí, topamos con uno de los escenarios de la serie «Juego de Tronos», la famosa cueva de Grjotagja, un manantial de agua caliente donde está prohibido bañarse aunque den ganas. Las fumarolas de la zona Hverir son otra parada obligatoria. Sorprende el fuerte y nauseabundo olor a azufre, la enérgica actividad geotérmica, el intenso humo que crea un paisaje espectral lleno de tonalidades ocres y las charcas de barro ardiente. Si no quiere acabar con quemaduras de tercer grado, no camine fuera de los rutas marcadas.

- Tierra de cascadas

El agua está presente en toda la isla, en forma de torrente, lago, glaciar o mar. Sin olvidarnos de las cascadas, que no tienen nada que envidiar a sus hermanas americanas y africanas. Como la cascada de Dettifoss. Una vertiginosa garganta de 44 m de altura y otros 100 de ancho donde el río glaciar Jökulsá vierte su poderoso caudal. Cerca de allí, no se pierda el gran cañón de Ásbyrgi donde el caballo del gran dios Odín dejó su huella. En realidad, la formación rocosa es fruto de una inundación glacial. Pero sigamos la ruta con otra imponente cascada, la de Godafoss o cascada de los dioses. Un salto de agua de 12 m de altura y 30 de ancho.

Y no podemos abandonar el país, sin volver a bajar al sureste para encontrarnos con Gullfoss. Uno de los saltos de agua más impresionantes de Europa, tanto por sus increíbles dimensiones, como por las cantidades ingentes de agua que lleva su caudal. La imagen y el sonido del agua precipitándose sobre la poza es de película. Además, esa colisión de agua provoca una cortina de vapor de agua inmensa y perpetua. ¡Volverá enamorado de las cascadas! Por experiencia propia, se lo aseguro.

En Islandia también se encuentra el Geysir, considerado el padre de los geisers y que curiosamente da nombre a este extraño fenómeno geológico, y a la zona geotermal donde está situado. Aunque ya no está activo, en esta zona todavía hay algunos geisers activos. El más conocido es Strokkur, que erupciona aproximadamente cada cinco minutos y puede alcanzar una altura de unos 20 metros. Pero, ¡ten cuidado! El tiempo es imprevisto y cambia a lo largo del día constantemente. Si se pone en un lado para ver esta maravillla, en el siguiente, puede que se moje.

Julio Verne decidió en su conocidísima obra «Viaje al centro de la Tierra» que sus protagonistas empezasen su increíble viaje precisamente en Islandia, descendiendo por el cráter del volcán Snaefellsjökull, situado al oeste de la isla. Cuando visitas estas tierras y sientes la atracción y la fuerza de su arrolladora naturaleza, percibes que difícilmente podría haber encontrado otro escenario más apropiado. Es una tierra que te hace sentirte pequeño en cada paso que das. Sin duda, Islandia es naturaleza salvaje en estado puro.

Magia entre dos continentes

En Islandia se juntan, o mejor dicho se separan (unos pocos milímetros cada año), las placas tectónicas de Eurasia y América. En Thingvellir, en el suroeste de Islandia, se puede observar la enorme grieta que esta paulatina separación causa en el paisaje de la isla, estremeciendo al viajero por su inmensidad. Podemos ensimismarnos pensando que si en un instante estamos pisando continente americano, de repente nos desplazamos unos metros y andaremos de nuevo en el trozo de corteza terrestre que nos sitúa en Europa. También es un lugar histórico de importancia capital para los islandeses: aquí reside el alma de la isla y de su comunidad, aquí tuvo lugar el primer Parlamento europeo.