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La montaña más colorida del mundo: está en Perú y promete hacerle la competencia al Machu Picchu
Muchos son los usuarios de redes sociales que se quedan estupefactos ante las imágenes del Vinicunca, situado cerca de Cuzco

Superando los 5.000 metros de altura, donde el aire escasea y el silencio domina, se esconde uno de los paisajes más famosos de Perú: la Montaña de los Siete Colores. En las redes sociales parece un arcoíris pintado sobre la tierra, pero en la realidad, su encanto es más sobrio, más humano. Entre el mito digital y la verdad geológica, Vinicunca se ha convertido en un espejo del turismo moderno.
Su origen se remonta a unos 65 millones de años, cuando los sedimentos marinos y fluviales se comprimieron y elevaron por la acción de las placas tectónicas. Luego, el tiempo y los minerales hicieron el resto: el hierro tiñó las franjas rojas, el cobre dio paso al verde, el cuarzo y la arenisca aportaron el blanco y el azufre, el amarillo. Cada color narra un capítulo de la historia de la Tierra, escrito en la piel de una montaña que parece viva.
El color verdadero detrás del filtro
Sin embargo, lo que deslumbra en Instagram no siempre coincide con lo que ve el ojo humano. Los tonos saturados que recorren las redes suelen estar retocados digitalmente, exagerando la intensidad de los pigmentos naturales. En días nublados o en temporada de lluvias, Vinicunca muestra una belleza más terrosa, más discreta, lejos del arcoíris perfecto que promete el algoritmo.
El ascenso hasta su cumbre exige esfuerzo y aclimatación. El sol quema, el aire se vuelve delgado y el frío cae de golpe. A pesar de las dificultades, cientos de visitantes llegan cada día dispuestos a capturar la foto soñada, esa que confirme que estuvieron ahí, aunque la montaña no siempre luzca igual.
Turismo en la cuerda floja
Esa popularidad global ha transformado la vida de las comunidades quechuas del entorno. Muchos pobladores han encontrado en el turismo una fuente de ingresos como guías, arrieros o artesanos. Pero el éxito también ha traído consecuencias: erosión en los senderos, residuos acumulados y un entorno natural cada vez más frágil ante el paso constante de excursionistas.
El caso de Vinicunca plantea una pregunta urgente: ¿cómo preservar la belleza que atrae sin que el interés la desgaste? Las autoridades peruanas han intentado limitar el acceso y promover prácticas sostenibles, pero el flujo no cesa. Hoy, la montaña de los Siete Colores simboliza tanto el orgullo natural del país como los riesgos de un turismo dominado por la imagen antes que por la experiencia.
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