Literatura

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«Tierra negra con alas»: las vanguardias en la otra orilla

Juan Manuel Bonet y Juan Bonilla condensan la obra de 190 poetas latinoamericanos en una colosal edición de casi mil páginas

Juan Manuel Bonet, el pasado martes en la Plaza Nueva de Sevilla
Juan Manuel Bonet, el pasado martes en la Plaza Nueva de SevillaManuel OlmedoLA RAZÓN

En las estanterías de Juan Manuel Bonet (París, 1953) hay dos libros dedicados por Pessoa a Adriano del Valle, desenterrados en Lisboa –«el día que los compré brindamos con champán en casa», confiesa–. Aquel poeta sevillano con nombre de emperador se contaba entre quienes alumbraron con sus escritos la revista ultraísta «Grecia», testigo a su vez del florecimiento del primer Borges. Con él, el ultraísmo viajó al otro lado del Atlántico para marcar a una generación que encontró en las vanguardias su asidero de creación. Deliberadamente, Argentina y su mayor representante en este ámbito, Jorge Luis Borges, abren la caravana de autores americanos escogidos por Bonet y Juan Bonilla para la colosal «Tierra negra con alas. Antología de la poesía vanguardista latinoamericana», editada por la Fundación Lara. El minucioso trabajo se alargó siete meses, entre enero y octubre del año pasado, aunque la chispa saltó en 2012, durante la presentación de otra antología poética. La primera recopilación de más de trescientos autores hubo de someterse a una selección concienzuda para dejarlos en los 190 poetas que figuran en las casi mil páginas que conforman el volumen, abarcando desde 1918 a 1940.

Expertos en las vanguardias artísticas, podría decirse que Bonet y Bonilla han dedicado toda su vida a una obra excepcional, porque el poso de ella habita en sus bibliotecas personales y en su trayectoria vital como perseguidores de libros –competencia que el primero ejerce religiosamente desde hace cuarenta años junto a otro ilustre como Andrés Trapiello en el Rastro de Madrid–. «La antología la hemos hecho juntos, a base de cincuenta ‘‘mails’’ al día. Juan escribió el prólogo y yo las biografías, que son una de las ‘‘especialidades de la casa’’», aclara el autor del colosal «Diccionario de las vanguardias de España. 1907-1936». «Una característica de las vanguardias americanas es que son en un momento en el cual se va a identificar con ellas la intelectualidad del país casi en su totalidad», detalla Bonet, horas antes de presentar el libro en Sevilla y Cádiz. «País por país ves el poder que llegaron a tener. Casi toda la política argentina va a estar muy impregnada de esa generación. Hay representantes en todos los partidos: unos liberales, otros socialistas, hay comunistas y futuros peronistas. En la revista ‘‘Sur’’, de Victoria Ocampo, también va a escribir la intelectualidad de toda América», recuerda, y a continuación cita el ejemplo de Cuba, donde nombres como Alejo Carpentier acabaron siendo cargos del castrismo.

Como muescas en la memoria, evoca libros que se le escaparon o dejó de comprar. Uno en particular que rechazó, también en Lisboa, se le hace presente porque parte de la portada se reproduce en «Tierra negra con alas». «No sabía de quién era y me parecía muy caro...», rememora. Se trata de «Urbe», de Maples Arce, «un poeta que inventó el estridentismo, el movimiento de vanguardia mexicano, a base de ingredientes europeos, principalmente el ultraísmo español». Quien pintó esa viñeta reproducida en esta antología fue «el francés Jean Charlot, que se quedó toda su vida en México y acabó viviendo en Honolulu». Bonet recita de corrido las vidas de los vanguardistas y enlaza mediante detalles aparentemente nimios a unos con otros.

«Es una época en la que están todos interconectados, en las librerías argentinas encuentras libros peruanos y viceversa. No había internet y, sin embargo, lo estaban. Había una especie de código secreto, tenían unas cuantas consignas: todos querían hacer una poesía de tipo cubista, futurista, creacionista, estaban cerca de ciertos pintores y tenían unas revistas que era órganos que recogían no solo lo de ese país, sino lo de todos». La lista es larga porque cada nación tenía la suya: la «Revista de Avance» en La Habana; «Contemporáneos» en México; «Martín Fierro» en Buenos Aires; «La Cruz del Sur» en Montevideo; «Amauta» en Lima... Unas publicaciones que permiten ahora tener una visión global de los movimientos literarios de entonces. «Si vacías esas revistas apuntando los nombres, se van repitiendo unos cuantos. Todo esto dibuja un paisaje muy tupido, con núcleos muy potentes. Está también una maravillosa, ‘‘Repertorio Americano’’, de San José de Costa Rica. Empezó a salir en el año 20, o poco antes, y duró hasta los 50. Te asomas a ella y ahí colaboran autores de todas partes y encima había un grabador que hacía retratos de todos ellos», relata entusiasmado, porque de esas páginas han recuperado algunas de las ilustraciones que acompañan la biografía de cada poeta, píldoras que redondean una obra excepcional.