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«La oligarquía de las bestias»: Pessoa se pone (más) político

El Paseo publica un compendio de cuentos con cuatro inéditos en español

Imagen icónica del poeta portugués, algunos de cuyos cuentos políticos no habían sido traducidos
Imagen icónica del poeta portugués, algunos de cuyos cuentos políticos no habían sido traducidoslarazon

Contundente, cambiante y contradictorio. Todos esos adjetivos caben para definir al Fernando Pessoa que asoma en sus escritos políticos, que la editorial sevillana El Paseo ha reunido en «La oligarquía de las bestias y otras ficciones políticas». Seleccionados y traducidos por Manuel Moya, el volumen incluye ocho textos, cuatro inéditos en español y otros que habían llegado parcialmente. Solo dos, «Elogio histórico a D. Miguel Roupiño» y «El banquero anarquista», se habían publicado antes en España.

En sus relatos, Pessoa destila opiniones contra la monarquía o la iglesia y recurre a la fina ironía para lanzar críticas a las diferentes posiciones políticas. Se lanza frontalmente contra todo. Así se entiende la conversación entre un banquero anarquista y un amigo, que duda de la verdadera naturaleza de sus creencias políticas por su posición. Para justificarse, este expone una elaborada teoría –tan alocada como persuasiva– sobre el anarquismo y la subyugación de las «ficciones sociales», situando como la mayor de todas al dinero. «Metí el hombro en la tarea de someter a la ficción dinero, enriqueciéndome. (...) He de confesarle que no tuve reparos en los procedimientos, amigo mío, ningún reparo. Empleé todo cuanto tenía a mano: la especulación, ese sofisma financiero, la propia competencia desleal», se vanagloria, contraponiendo su actitud a la de los «anarquistas teóricos de los sindicatos y las bombas» frente al suyo, «teórico y práctico». El portugués recurre a diálogos en unos relatos y en otros se limita a analizar como narrador la realidad política de su país.

Para comprender la profundidad de sus reflexiones es fundamental el prólogo de Moya, que sitúa no solo al escritor si no también las razones que llevaron a Portugal al lugar que ocupaba a principios del siglo XX.

Su traductor relata cómo Pessoa «se ve constreñido a justificar una dictadura, elemento que resulta extraño cuando no irreconciliable con las ideas del liberalismo», para acabar rectificándose a sí mismo al final de su vida –respirando, quizá, el mismo aire que Unamuno–, llegando a renunciar a escribir en publicaciones portuguesas como protesta por la censura. El portugués nació en 1888 y murió con solo 44 años; regresó a Lisboa con 17 años procedente de Sudáfrica –donde el segundo marido de su madre era cónsul–. «Siempre se mantuvo como un elemento activo en la vida política. Manifestó sus ideas, a menudo polémicas, a través de frecuentes colaboraciones en periódicos y panfletos y, a su modo, no eludió ninguno de los conflictos ideológicos que confluían de continuo en la controvertida vida política lusitana de ese período», a decir de Moya, que califica ese tiempo como «el más accidentado de su historia». Y concluye: «La historia de Portugal se vuelve confusa, cuando no directamente caótica».

El país había vencido a los elementos mucho antes –el terremoto de 1755 destruyó gran parte de la capital– y entrado el siglo XX le tocó vencerse a sí mismo. Poco después de regresar Pessoa, la república se impone un corto período de 16 años, antes de dar paso a una dictadura de casi cincuenta, que sería el último régimen que viera el poeta en su vida.

Aunque su línea de pensamiento pudiera quedar recogida en una nota escrita ocho meses antes de morir –cuya intención se desconoce, según el traductor–, donde analiza cuestiones como cuál sería el mejor régimen para Portugal –«si hubiera un plebiscito, votaría, con dolor, a la república»–. También enuncia su posición religiosa, patriótica y social. «Lo demás–cierra la nota– se deduce por lo dicho más arriba». Y, se podría añadir, por lo reflejado en su extensa obra propia y heterónima.