Literatura
Nando López: «Nos hemos acostumbrado a monologar”
El autor publica “Hasta nunca, Peter Pan", un retrato de quienes fueron adolescentes en los noventa y ahora afrontan los cuarenta
Nando López (Barcelona, 1972) pertenece a una generación que se hizo nostálgica antes de cumplir los treinta y que superados los 40 sigue teniendo mucho de adolescente. En «Hasta nunca, Peter Pan» (Espasa) retrata la crisis de David cuando el mismo día lo deja con su novia, debe hacerse cargo de un sobrino al que apenas conoce y empieza a trabajar con una nueva y exigente jefa.
Dice la promoción que la novela será para quienes hoy tienen 40 lo que fue la serie «Friends» cuando tenían 20.
Es para cualquiera que quiera reflexionar sobre la diferencia que hay entre la vida que imaginábamos cuando éramos niños o adolescentes y la que tenemos cuando somos adultos. Tiene muchas referencias de cine, pero cualquier lector se puede identificar. Es un gigantesco «carpe diem», habla de cómo a veces estamos tan obsesionados con lo que no tenemos, o con lo que creíamos que íbamos a tener, que se nos escapa entre las manos lo que tenemos de verdad.
Hay una mina de oro en la nostalgia porque esa generación ahora es la que tiene dinero para gastar.
Hay un marketing en la nostalgia, pero hay un riesgo también porque es inmovilista, es una excusa para no afrontar nuevos retos o para encontrar la culpa en los demás. Mirar hacia atrás es muy cómodo. Por eso el título de Peter Pan, hay algo de Peter Pan en mí, me gusta esa idea de mantener ese adolescente que fui, pero Peter Pan es un egoísta. Al protagonista lo sitúo en tres situaciones difíciles para obligarlo a salir de esa nostalgia y de ese coleccionismo voraz de legos y playmobils.
¿Ha cogido un poco de sí mismo?
Un poco. Quería reírme de mi generación y de mí mismo, usar el humor para plantear temas profundos.
Ha sido profesor de instituto y sus novelas suelen tener personajes adolescentes. ¿Cuál es la gran diferencia entre su adolescencia y la de ahora?
Les veo mucho más críticos en temas sociales, concienciados con el feminismo, la ecología, con los derechos LGTBi, tienen una visión del mundo muy comprometida y solidaria. En este confinamiento han dado un ejemplo de responsabilidad, cuando tienes 15 o 16 años y te encierran en casa con tu familia es un contexto muy complicado. Es una generación que tiene más interés por la cultura de lo que creemos, lo que pasa es que tendemos a mirar a las generaciones anteriores con condescendencia.
¿No cree que uno de los cambios de su generación es que se está más solo, en el sentido de que las redes personales son más endebles?
De alguna manera somos una generación con más formas de comunicarse, pero tenemos una comunicación más frágil. Nos hemos acostumbrado a monologar, estamos sustituyendo la conversación y el diálogo por el intercambios de audios. De repente cambiamos la conversación cara a cara y la sustituimos por un «like». Quizá por eso somos una generación tan nostálgica y narcisista porque al final en vez de comunicarnos contamos el recuerdo. Nos resulta más cómodo hablar de la ficción que de nosotros mismos. Esa soledad la hemos percibido ahora en este encierro, nos hemos dado cuenta de que echamos en falta relaciones humanas más sólidas.
En sus obras alterna la literatura juvenil y adulta, ¿hay que perder ese miedo por parte de los autores?
Hay que buscar el modo de romper las etiquetas porque la literatura no debería tenerlas. Hay libros como el mismo «Peter Pan» de J. M. Barrie o «Alicia en el pais de las maravillas» que se pueden leer a cualquier edad. Yo creo en una literatura que no distingue edades. Cuando hago literatura juvenil lo único que me preocupa es que el mundo de la novela interese mucho a los jóvenes y no cambio ni la complejidad ni el lenguaje. No hay que subestimar al lector joven porque es inteligente y muy capaz.
Introduce siempre, como en la vida, personajes LGTBi.
Quiero que mis novelas sean tan diversas como mi realidad, donde convivimos con personas de todo tipo de identidades y orientación. Por eso hay personajes LGTBi como hay personajes heterosexuales. La literatura puede ayudar a abrir mentes y a derribar prejuicios.
¿Qué libro le ayudó a usted en ese sentido?
Me ayudó mucho la poesía en mi adolescencia, me cambió la vida «La realidad y el deseo», de Cernuda, porque me lo regaló mi madre con 15 años y me ayudó a quererme y a entenderme. Vivía mi identidad en la oscuridad y ella me regalaba libros para abrirme horizontes. En esos versos encontré mi manera de expresarme.
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