Sociedad

La campiña cordobesa esconde un refugio para víctimas de trata y sus hijos

Mujeres subsaharianas y los menores son atendidos en un cortijo tras duros trayectos migratorios, gracias al Proyecto Ödos

Un grupo de los niños que han pasado por el centro cordobés donde se desarrolla el Proyecto Ödos
Un grupo de los niños que han pasado por el centro cordobés donde se desarrolla el Proyecto ÖdosLa RazónLa Razón

Hay quien compensa olvidos colectivos. En la campiña cordobesa un grupo de personas dan vida al Proyecto Ödos gracias al cual un cortijo se ha convertido en el refugio de mujeres subsaharianas que alcanzaron España en patera con sus hijos y tras «trayectos migratorios que suelen ser bastantes duros», apunta a LA RAZÓN Auxiliadora Fernández, directora de la Fundación EMET Arco Iris, que gestiona el centro.

Son mujeres en riesgo de ser explotadas por las redes de trata que operan en Europa y que antes de que brotara esta iniciativa «iban derivadas» a instalaciones de ayuda humanitaria en las que «acogen a todo tipo de inmigrantes, sin una mirada específica hacia ellas y los niños», lo que «hacía que muchas acabaran desapareciendo con los menores».

Fernández explica que «el proyecto migratorio de estas familias no es, en la mayoría de los casos, quedarse en España, si no llegar a Alemania, Holanda, Bélgica y, sobre todo, a Francia porque son francófonas». «Allí hay una comunidad subsahariana importante y es normal que vayan buscando redes de apoyo» al tener «más facilidad gracias al idioma», amplía.

Fue el 1 de marzo de 2018 cuando abrieron las puertas de la edificación enclavada en medio del campo con 40 plazas para acogerlas. Desde entonces más de un centenar de mujeres y menores han encontrado atención en ese espacio con patios y puntos comunes donde residentes, el equipo del centro –integrado por trece trabajadores– y los voluntarios se dan la mano. No ha sido hasta el pasado junio cuando el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones se ha incorporado, «a través del sistema de ayuda humanitaria». Antes, todo se mantuvo «a pulso, con financiación privada», lo que les ha permitido diseñar la intervención «a medida»,elaborar los protocolos en Córdoba y «alcanzar unos resultados bastante buenos».

Vista de las instalaciones
Vista de las instalacionesLa RazónLa Razón

La casi totalidad de las familias se queda una media de tres meses y las asisten, en la medida en que pueden, en las actuaciones necesarias para conseguir papeles. «Básicamente trabajamos el tema del asilo y de la protección internacional y el que, a las mujeres que han sido víctimas de trata, se les reconozca y puedan tener esa documentación», detalla la directora de la fundación.

Pero no se olvidan de los pequeños, «los más desprotegidos». «Muchos no están ni inscritos en sus países de origen, son niños del camino y nacen en el bosque o en casas en Marruecos. Es muy raro que lo hagan en hospitales», relatan. A ellos también quieren «darles visibilidad».

No es un proyecto sólo de la Fundación EMET Arco Iris, hay implicada una red de entidades. Tras una primera fase en el centro cordobés, se plantea «la posibilidad de que se queden en España, si quieren hacerlo» en una segunda etapa. Y hay quien incluso ha pasado ya «a vivir de forma independiente en Sevilla o Córdoba, aunque no es lo más habitual», insisten.

Además, este núcleo de protección se encuentra en el término municipal de Montilla, y el ayuntamiento de esa localidad también colabora «estrechamente» en «la valoración del riesgo de los menores y en la integración de las familias». «Las madres se tienen que comprometer a escolarizar a los niños, a empadronarse, o a facilitar datos de dónde van a estar», entre otras cuestiones.

Un confinamiento en positivo

La Covid-19 no les ha alcanzado, más allá de las medidas sanitarias impuestas para todos en la región. Pero sí ha permitido que se produjera una escena inusual. Durante lo peor de la pandemia convivían en el centro diez mujeres, nueve niñas y un niño. La mayoría eran musulmanas y pidieron permiso para representar una obra de teatro durante la celebración de la Fiesta del Cordero. Cocinaron, invitaron a todo el equipo y escenificaron «lo que significó para ellas la mutilación genital femenina y los matrimonios forzosos, pese a que normalmente les cuesta abrirse con esos temas», admite Fernández. A menudo huyen de sus países de origen «para evitar que a sus hijas se lo hagan», que la turbia historia se repita.

Se puede acceder a más información sobre este proyecto aquí: https://redodos.org/

Muchas de las mujeres huyen de sus países para evitar que sus hijas sufran prácticas como la ablación
Muchas de las mujeres huyen de sus países para evitar que sus hijas sufran prácticas como la ablaciónLa RazónLa Razón