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La niñera y la esposa

“En Igualdad son nueve en total y entre todas cobran cerca de medio millón de euros al año”

La ministra de Igualdad, Irene Montero
La ministra de Igualdad, Irene MonteroBallesterosAgencia EFE

Hay momentos y circunstancias que son oportunas o convenientes para hacer algo. Esa es la definición de la palabra oportunidad. La patente de país de las oportunidades la tiene Estados Unidos, y con razón. En España las mejores oportunidades se concentran alrededor del Gobierno. La plebe estamos condenados todavía a depender del manido ascensor social –educación, formación, esfuerzo, trabajo– cuyo camino tiene un recorrido tan corto que parte de becario y acaba en mileurista, y eso con suerte. Sería más ajustado hablar del peldaño o del rellano social. Por eso los partidos resultan un atractivo irresistible para jóvenes ambiciosos con ganas de ascender rápidamente a costa de lo que sea. Para este caso los criterios mencionados no hacen ninguna falta, es el sueño español. Para dar clases en uno de los más prestigiosos másteres universitarios de España no hace falta tener una carrera, con ser la esposa vale. Tampoco es necesario tener formación superior para llegar a ministro de favores a vascos y catalanes, o de política territorial, que es su nombre oficial. Con haberse pasado toda la vida guardando la sede del partido y tener cierto ritmo para el baile vale. Por mis amigos que son padres he oído que las famosas «salus» cobran más que un cerrajero. Por eso es más comprensible que la pareja vicepresidencial se ahorre un sueldo y le endose el cuidado de la prole a una asesora. En Igualdad son nueve en total y entre todas cobran cerca de medio millón de euros al año. Este cohete social que gasta combustible de dinero público como si fuera gratis, aquella otra vicepresidenta ya decía que el dinero público no es de nadie, no es nuevo, claro. Pero siempre abusan más los que presumen y reclaman mayor ejemplaridad. En el otro lado la cosa no es muy diferente. Allí se inventa titulaciones hasta el líder y los viejos amigos y sus viejas tradiciones devuelven al bucle de la vieja España en la que todo valía. Como si fuera un pasado. Siempre ha estado viva en la minoría que escucha atentamente cuándo se abre y se cierra la puerta de un partido para medrar. Y si encima la exigencia para entrar no es más que fe y lealtad ciegas en la dirección ya está cerrado el círculo. No hace falta ni conocer el presupuesto del Gobierno que aspiras a presidir, para qué se preguntará el candidato de Vox en Cataluña. Y alguien debería contestarle que por lo menos para no hacer el ridículo. Pero da igual, porque todo vale todavía. Según el diario británico The Economist, España retrocede en democracia pero gana en pluralismo y proceso electoral. Perdemos derechos pero votamos a más colores que nos dicen cosas más bonitas, luego si no son verdad pues bueno, tampoco importa. Ya llegará otro que diga algo más bonito todavía. Si por lo menos en el congreso parecieran lo que sus cargos dicen que son. Si las sesiones fueran telemáticas, como muchos españoles ya se han acostumbrado, quedaría demostrado que así es imposible. Y va una diputada de Podemos y dice que la Monarquía Hispánica acabó con Al Ándalus, genocidio mediante. Como si hiciera falta más leyenda negra. Otra viajera del cohete social que ha llegado muy rápido y no sabe ni a dónde. Siempre es mejor formarse y educarse antes de hablar, incluso para ser diputado.