Cultura
Camarón ya tiene museo en el que rendirle culto
Su ciudad natal, San Fernando, acoge un centro de interpretación que mantendrá viva la leyenda del cantaor
Tras décadas de alimentar expectativas, ha enraizado en San Fernando (Cádiz) un espacio en el que la voz de José Monje Cruz, Camarón de la Isla, enhebrada a los párpados a través de la imagen, lo mantendrán vivo en su ciudad natal. Hoy ha abierto sus puertas el museo que lleva el nombre del cantaor que revolucionó el flamenco, 29 años después de que lo encontrara la muerte en forma de cáncer en Badalona.
El edificio, de más de 1.200 metros cuadrados y varias plantas, está ubicado junto a la Venta de Vargas que esconde ecos del Camarón niño y se ha articulado como un gran centro de interpretación «con un concepto bastante moderno e interactivo, pero no rupturista» en el que «se puede seguir bien su trayectoria» a través del recorrido diseñado, que se ha dividido en tres secciones: sus orígenes, su leyenda y su revolución, explica a LA RAZÓN el escritor y periodista Juan José Téllez, seleccionador de contenidos del museo, junto a Enrique Montiel, narrador, poeta y biógrafo de Camarón.
Tras varios meses de escarbar entre cajas en una habitación del centro de congresos del municipio, rescataron objetos, cedidos por la familia, con los que reconstruir la vida y la obra de una persona tímida, con la que Téllez mantuvo «una relación de mucho afecto». Lo entrevistó varias veces. Una de ellas le pidieron que elaborara una pieza larga y fue su sombra durante «tres días» porque «era un hombre de pocas palabras», recuerda divertido. No las malgastaba.
Entre las cosas de las que Monje pudo llamarse dueño se encuentra un Mercedes-Benz blanco, que ha sido restaurado con pinturas «Sikkens», empleadas por sus propiedades en la Fórmula 1 y en la NASA. El vehículo da la bienvenida al museo a los visitantes que en el interior podrán ver los cuatro libros que integran el legado rescatado de Camarón: «la Biblia, Rimas y leyendas, de Gustavo Adolfo Bécquer; uno de Marcelino Camacho publicado cuando éste estaba en la cárcel, en 1973; y otro en inglés a todo color sobre guitarras del mundo», detalla Téllez. Junto a ellos estará expuesta «una libretilla con una agenda de teléfono escrita de su puño y letra» o un papel en el que anotó «los contratos que le comunicaban, donde tenía que estar, a qué hora, en qué sitio y cuánto le pagaban».
El centro acogerá además una colección de bastones que atesoraba Camarón, trajes, camisas, botines, sombreros, grabadoras, discos, algún programa y cartel o una muestra de los premios que recibió a lo largo de una trayectoria con momentos de furia creativa majestuosa que perdurarán para siempre, como auguró en su disco talismán, «La leyenda del tiempo», que no podía faltar.
El trabajo realizado permitirá que el espectador sea consciente de los lazos del cantaor con el torero Curro Romero, o con el guitarrista Paco de Lucía, a quien conoció en el Madrid de los florecientes y nocturnos tablaos flamencos. Se hicieron inseparables, hasta que se distanciaron por diferencias ligadas a los derechos creativos y sus beneficios económicos.
Elemento esencial en el recorrido de quien se acerque a las instalaciones serán sin duda las fotografías, que abarcan desde el nacimiento al entierro del artista, con imágenes que cubren cruces de instantes perfectos, con otros que no lo fueron tanto. Entre ellas se cuela su madre o su viuda, Dolores Montoya, conocida como «La Chispa», que aún hoy regenta una mercería en el municipio gaditano de La Línea de la Concepción y quien todavía tiene a resguardo lo que no se podrá ver. «Camarón era muy ‘guitarrero’ y en el museo hay pocas guitarras», admiten fuentes vinculadas a él, para destacar luego, con todo, que el conjunto que se ha reunido es «de gran interés». No siempre es sedoso. De nuevo es Téllez quien lo revela. Será «un lugar de culto hacia una figura» por cuyas venas corría el flamenco ancestral de sus padres, pero no se ha pretendido nunca «esconder su realidad». De ahí que se hayan incluido en el museo, por ejemplo, noticias acerca del accidente de tráfico «en el que fallecieron tristemente dos personas» que viajaban en otro automóvil distinto al suyo o alguna información en la que él mismo aludía a que a uno de sus hijos le habían dicho en el colegio que era «un drogadicto».
El espacio se inauguraba entrada la tarde con la presencia, entre otros, del presidente de la Junta, Juanma Moreno, la alcaldesa de San Fernando, Patricia Cavada, una emocionada «Chispa», Romero, el cantaor Rancapino o los guitarristas Paco Cepero y Tomatito; aunque el público no podrá acceder a él hasta el próximo martes, 6 de julio.
Llegar hasta ahí no ha sido fácil. Ha habido que sortear la pandemia, que retrasó los planes creados alrededor de la flamante edificación, y un conflicto con la familia que detonó el año pasado, el día en que el cantaor hubiese cumplido 70 años, pero cuyo origen hay que buscarlo en un convenio que firmaron con el ayuntamiento en 2014. Los abogados de los herederos argumentaron que el acuerdo por el que los familiares entregarían pertenencias personales del artista para armar el Espacio Camarón –conformado por el museo, la casa natal y una ruta guiada–, no permitía al consistorio el uso de la marca Camarón de la Isla y sus derechos asociados, sujetos a un reconocimiento expreso al que se apuntaba en un anexo que nunca se llegó a firmar. En virtud de aquel pacto, la viuda y sus herederos cobran desde 2014 «una asignación mensual de 2.500 euros a pagar durante 50 años», según explican fuentes conocedoras de ese convenio, que añaden que ha habido «algún otro desembolso en concepto de abono de derechos». En cualquier caso, el consistorio da por resuelto ese litigio y confía en que el museo pulverice récords de visitas y contribuya a la difusión de la obra de «uno de los más grandes artistas del flamenco que ha parido la humanidad», en palabras de Moreno.
Cavada, de su lado, ha enfatizado que con el espacio museológico la ciudad salda una «deuda histórica» con el niño rubio de las Callejuelas que «deslumbró al mundo» desde que articuló sus primeras notas en la fragua de su padres.
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