Retratos sin tiempo

Toda una vi(u)da luchando por la justicia social

La muerte de su marido en 2017 empujó a la periodista Silvia Oñate a iniciar un proceso que ha puesto fin a la discriminación en las pensiones a parejas de hecho

La periodista Silvia Oñate, retratada en las Setas de Sevilla
La periodista Silvia Oñate, retratada en las Setas de SevillaKiko Hurtado

El año 2017 la vida de Silvia Oñate (Alicante, 1971) se dio la vuelta «como un calcetín»: un día de noviembre al regresar del trabajo recibió la noticia de que su marido había fallecido por muerte súbita. Levantarse a la mañana siguiente viuda y con dos hijos la ha condicionado desde entonces. Lo que no pensó nunca es que al dolor de la terrible pérdida se le añadirían un sinfín de trámites burocráticos que, cuatro años después, continúan. «Esta sociedad vive de espaldas a la muerte. Por casarte te dan 15 días de permiso en el trabajo y cuando se muere tu pareja solo dos. Al tercero ya no puedes llorar», dice con perplejidad. A esas dificultades se añadió una más en su caso: ser pareja de hecho provocó que le denegaran la pensión de viudedad porque cobraba un sueldo más alto que él, una limitación que no existe para los matrimonios. Desde el 1 de enero de este año esa discriminación ha desaparecido y las afectadas podrán volver a solicitar la pensión, aunque no se aplicará con carácter retroactivo, sino el mes siguiente a su solicitud, un evidente perjuicio que raya lo anticonstitucional.

Esa importante victoria debe añadirse al currículum vital de Oñate, periodista con una amplia trayectoria pública en la Junta de Andalucía, que llegó a ser diputada en 2015 en sustitución del veterano dirigente socialista Alfonso Guerra –antes fue directora del Instituto Andaluz de la Mujer (IAM)–. La noticia del cambio legislativo ha sido un triunfo personal –parcial, porque su caso sigue el cauce judicial– y sobre todo social por la trascendencia que tiene para miles de familias, a las que sistemáticamente el Gobierno denegaba la prestación. Desde 2009, se calcula que son unas 1.800, a las que se unirán quienes sufran la misma situación a partir de ahora. No oculta que este largo proceso ha sido «traumático» por el desgaste emocional y el coste económico, pero para ella supone la culminación de una vocación de servicio público encaminada en esta nueva etapa a través de la «Asociación Vida», que fundó y preside, aunque eso suponga, inevitablemente, seguir peleando contra gigantes.