Política
Objetivos del PSOE-A: Andalucía oriental y retrasar las elecciones
Espadas busca ganar tiempo con decisiones favorables a la Junta que escuecen en su propio partido y en el Gobierno
En baloncesto es muy conocida la estrategia del palo y la zanahoria por parte de entrenadores: un equipo va a la zaga durante todo el partido, a una distancia prudencial, no superior a los diez puntos, para mantener a sus jugadores en tensión hasta los últimos minutos y asestar entonces un golpe definitivo. Una estrategia que en política parece querer aplicar el PSOE-A, después de coger aire en las últimas encuestas electorales, frenando su caída de apoyos. A esa tendencia se aferran en la sede de San Vicente, que atribuyen la mejora –o el no empeoramiento– al «efecto Espadas». La zanahoria de las encuestas que persiguen los socialistas les hace no confiarse, como sucedió en las últimas elecciones, cuando perdieron por primera vez la Presidencia de la Junta con Susana Díaz como líder. Desde noviembre, las «operaciones» las dirige Espadas. Las diferencias con la anterior dirección se han hecho notar desde el principio, empezando por una Ejecutiva que pasó de 48 integrantes en la etapa de Díaz a los 60 actuales, con nueve áreas y un coordinador en cada una de ellas. En aquella cita Espadas anunció que abría un período de «escucha activa», un término que para quienes conozcan a su antecesora tiene un claro matiz: «Antes se ocultaba lo malo y solo se contaba lo bueno. Díaz no preguntaba, solo te decía lo que querías oír», aseguran a LA RAZÓN fuentes del PSOE-A.
La primera labor de la nueva Ejecutiva ha sido desentrañar los motivos de la «desconexión» de sus militantes y sus votantes, que se tradujo en 400.000 apoyos menos el 2 de diciembre, respecto a la cita anterior en 2015. En ambos casos, fue la entonces presidenta, Susana Díaz, quien decidió adelantar los comicios: en la primera ocasión salió reforzada, después de romper la alianza con IU, y en la segunda la respuesta fue el peor resultado en la historia del PSOE en Andalucía. Ese punto juega a favor de Espadas, cuyo suelo son 33 diputados actuales y superarlo no parece complicado; el PP, también juega con la «ventaja» de haber gobernado con un mal resultado, tras perder 250.000 votos y siete diputados, quedándose en 26.
La abstención es una de las tradicionales batallas del PSOE y de toda la izquierda: en 2018 casi 2,6 millones de votantes se quedaron en casa (41,3%). Las provincias con menor participación fueron Cádiz (54%), Huelva (55%), Almería (57,3%) y Málaga (56,6%). En Almería, el PP (4 diputados) quedó por delante del PSOE,con un escaño menos, mientras en Cádiz los socialistas fueron la primera fuerza y el PP la cuarta; en Huelva, el PSOE se llevó uno de cada tres votos; mientras en Málaga empataron con cuatro diputados cada uno. No obstante, el gran objetivo se centra en Andalucía oriental, donde el grado de conocimiento de su líder «es mucho más bajo» que en la zona occidental. Los socialistas saben que tiene poco calado en las provincias más alejadas, frente a un Moreno presidente, aunque la marca PSOE pese y mucho. En la alta abstención de las últimas elecciones influyó la propia desmotivación de las bases socialistas. Desde el PSOE-A admiten que había «falta de ilusión» achacable a diversos factores, entre ellos el desgaste por los casos de corrupción en los tribunales, con dos expresidentes sentados en el banquillo, y las direcciones provinciales y alcaldías descontentas con la escasa comunicación con Sevilla.
Espadas necesita tiempo y quiere ganarlo con su estrategia parlamentaria, que dirige desde fuera, ya que no es diputado. Eso explica que el PSOE haya facilitado varias leyes de la Junta, desbaratando el argumento del «bloqueo» que esgrime el presidente de la Junta, Juanma Moreno, para justificar un posible adelanto electoral. Lo hizo con la Ley Lista y esta semana con la de Economía Circular, contra la que Vox presentó una enmienda a la totalidad, y absteniéndose en la de Doñana, que pretende ampliar las zonas de regadíos en el Parque Nacional y que ha provocado escozor dentro de su partido en Andalucía y en el Gobierno de Pedro Sánchez. Una maniobra que Espadas ha justificado como una predisposicción a «solucionar» el problema de Doñana –que no solventó el decreto aprobado en 2014 por los socialistas–, pero que, de rebote, le sirve para tratar de hacerse con una voz propia, después de haber llegado a la Secretaría General como el candidato oficial de Sánchez.
Según reconocen otras fuentes del PSOE-A, trabajan con la posibilidad de que la fecha elegida para las elecciones sea «a finales de mayo o en la primera quincena de junio» y ven «improbable» que Moreno agote la legislatura. Eso sí, apuntan al resultado en Castilla y León este domingo como un punto de inflexión: creen que si el PP perdiera esa comunidad, la convocatoria andaluza se alejaría. En cualquier otro caso –que el PP gobierne en solitario o entrando Vox en el Gobierno– sostienen que la decisión de Moreno sería convocar ya. Cuando eso suceda, se activarán las bases para incidir en las zonas más complicadas. Frente al perfil de «corredor de fondo» de Espadas, que le sirvió en Sevilla para lograr la Alcaldía después de cuatro años en la oposición, en la batalla por la Junta esa opción no existe: «Aquí no se renuncia a nada», mantienen, con un ojo en las encuestas porque si su principal rival, el PP, se aleja demasiado puede que acabe por comerse la zanahoria.
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