"Letras atlánticas"
Abril
“No hacen falta calendarios para sentir la primavera”
Abril huele a azahar, a Semana Santa y a libro, tres perfumes mágicos.
No hacen falta calendarios para sentir la primavera, está en el aire, en la piel, en la luz que se alarga como un abrazo que dura más tiempo. Apetece pasear, disfrutar los colores y temperaturas que la ciudad nos regala, agradecer estos rincones de las calles y momentos del cielo que solo ocurren en primavera, la maravilla de los patios, la alegría de los árboles, el murmullo vital de las terrazas y los parques.
No hacen falta calendarios para oler los inciensos, presentir los pasos, sentir la comunión con lo divino y reunir íntimamente los grandes amores, ausentes, presentes, infinitos. Un acto de fe para celebrar la vida, el latido peregrino que se canta, se luce, se bebe y nos envuelve en algo tan profundo que va allá, más adentro del nombre de las religiones. No importa si tu credo es católico, budista, anglicano, judío, hinduista, evangelista, musulmán, ateo, agnóstico entre otras inabarcables religiones, importa la fe como emoción que nos une a algo que desconocemos, pero sentimos que existe.
Sentir es lo mejor que nos sucede porque no sentir es, quizás, lo más parecido a la muerte.
Abril también nos regala el Día del Libro, día que el idioma español agradece a Cervantes, nuestro Miguel de Cervantes que siglos atrás y como pudo, escribió la quijotada de nuestra lengua, allá en la Mancha, en un lugar de cuyo nombre no quiere acordarse. Un “loco”, un Poeta y la voz que representa nuestro idioma en el mundo.
Soldado, manco y preso físicamente. Visionario, poético y más moderno que la modernidad literariamente, Cervantes crea un heterónimo, Alonso Quijano y cambia el camino de la literatura en lengua española con una novela tan libre que es también poema y carta y tiene cámaras ocultas que observan a los personajes que son leídos mientras viven. También escribe el poema divino, “Viaje del Parnaso”, para contarnos la soledad del poeta, las limosnas que recibe si alguna vez le pagan y, a pesar de todo lo que padece para publicar un libro, agradece el don poético porque le permite conectar con la Divinidad, que es la poesía.
El olor amarillo de los libros es uno de mis perfumes preferidos. Me encantan el azahar y los inciensos, pero lo que más me gusta es el olor de los libros. No importa si son antiguos, primeras ediciones, clásicos, recién nacidos, piratas, facsímiles o reediciones, importa la voz personal y única que conservan entre sus páginas, un acto de fe entre la persona que escribe y las personas que leen, algo tan profundo que va más allá y más adentro de los nombres. Sentir en un libro el diálogo íntimo de las amistades invisibles, de la fe poética, se parece a los diálogos con la naturaleza, los pensamientos del mar, los sueños de las montañas, las esperanzas de la primavera.
Hay una conexión con las flores que se manifiesta en los pétalos porque simbolizan la fugacidad del tiempo, la intensidad del presente, lo que late ahora. La flor también es un acto de fe, como la vida.
El pétalo guardado entre páginas de un libro, los herbarios, las cartas, los jardines, las palabras de amor que todavía existen, las emociones perfumadas con recuerdos, las rutas del corazón, son amistades (las únicas, quizás) que nos acompañan secretamente, en la más profunda soledad cuando sentimos que nadie nos entiende.
Ahora en Japón (dirás “¿y a mí qué me cuenta esta tía del Japón?”) te cuento que es la celebración del Hanami, significa “mirar las flores” y hay un calendario para seguir el florecimiento de los cerezos. Se celebra la flor del sakura como símbolo de este instante de la vida, lo que podemos disfrutar ahora, cuando cada pétalo es único y muy importante. La emoción de percibir la belleza del momento.
Sentir abril. En Sevilla se siente el azahar, sales de casa y el aire perfumado te regala, generosamente, un poco de belleza y armonía mientras la vida real sigue con sus desastres y malas noticias.
Te deseo un feliz abril y una íntima primavera.
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