Patrimonio

La Alhambra, la fortaleza nazarí que pasó del blanco al rojo

Existen varias versiones, algunas pertenecientes al ámbito de la leyenda, que explican este cambio de tonalidad

Atardecer en la Alhambra
Atardecer en la Alhambra de GranadaArchivocivitatis

Desde el popular mirador de San Nicolás, y a los pies del monumento, se puede admirar el color rojizo de la Alhambra. Como hemos visto a lo largo de los tiempos, el blanco es el color del Islam y no por cuestiones decorativas, sino por ser considerado símbolo del poder, señal de buen augurio, luz y representación de la divinidad.

Esa es una razón por la que, igual que el barrio del Albaicín, la Alhambra, en su estado original, pudo tener recubierta de cal sus paredes exteriores tal y como nos cuentan sus paredes. De hecho, hoy en día aún quedan unos pocos testigos de la blancura que tenía la Alhambra en los muros más protegidos del Alcázar.

Aunque la palabra musulmana que da origen al actual nombre de la Alhambra (qalat al-Hamra) significa fortaleza roja, lo cierto es que en un principio, el palacio nazarí era de un blanco resplandeciente.

Sin embargo, algunos historiadores explican que, durante su construcción, se hacían fogatas nocturnas para iluminar a los constructores, dando el fuego el color rojizo a la construcción.

También existe una curiosa versión que entra en el terreno de la leyenda. El rey Muhammad I de Granada era conocido como ibn Al-Ahmar (“el hijo del rojo”, el hijo del pelirrojo). La Alhambra, según esta teoría, heredaría su nombre del color del pelo que también heredó este monarca. En algunas pinturas del conjunto monumental se puede observar la representacion de Muhammad con la barba totalmente roja.